Año 13, número 151.

Judith Sánchez es egresada de la Licenciatura en Letras Hispánicas del CUSur, durante sus estudios realizó estancias en Canadá y Perú 

Foto cedida por Judith Sánchez

Judith Sánchez

Las experiencias como estudiante de la Universidad de Guadalajara en el extranjero pueden ser tan distintas como son las personas mismas que aplican a estas oportunidades. Algunos de nosotros entramos al CUSur pensando en irnos de intercambio en algún momento de nuestra carrera, otros se enteran de las movilidades académicas a partir de un amigo o profesor, y algunos otros a través de conferencias, exposiciones fotográficas y charlas donde los alumnos que han realizado movilidad platican sus experiencias. Independientemente de cuál sea tu situación, debes de saber que ser embajador de la universidad en cualquier otra parte del mundo o incluso en nuestro país, vale la pena.

Sin embargo, primero tendrás que realizar una búsqueda de las convocatorias. No todas serán las correctas para ti, pero seguramente encontrarás un par que corresponda a tus intereses y tus posibilidades, tanto académicas como económicas. Más que nada, esto se trata de prueba y error, que puede ser lo mismo a: aplicar y ser rechazado. No te preocupes, ser rechazado también es parte del proceso, lo importante es ser persistente a la hora de perseguir tus sueños, hasta que finalmente, en algún momento, llegue una carta de aceptación, un correo o una lista con tu código de estudiante impreso.

En mi caso, mi primera aplicación para una estancia en el extranjero no fue una experiencia alentadora. Después de ir y venir en el proceso de reunir los documentos, la negativa fue rotunda: no tenía ni los créditos ni la experiencia necesaria para aplicar. Y es que, generalmente, para ser postulado por tu universidad en un intercambio semestral debes haber completado al menos un 50% de los créditos de tu programa educativo. Fue desmoralizante, por decir lo menos.

Sin embargo, un año después de esta convocatoria ya había olvidado el sabor del rechazo y me atreví nuevamente a postular, aunque en esta ocasión a una beca completamente diferente. En 2017, después de comentarlo con mis padres, apliqué a la convocatoria “Estancias INTERNSHIP”. Se trataba de una estancia breve en Canadá para el perfeccionamiento del idioma inglés. Indudablemente, solicitaban un dominio intermedio de la lengua, la convocatoria cubría los gastos de matrícula, de hospedaje y de alimentación; además, la UdeG tramitaba la eTA, autorización electrónica de viaje para Canadá, y brindaba el seguro internacional. Fueron seis los aceptados, yo incluida. Al final lo único que tuve que cubrir fueron los gastos de transporte, tanto de un país a otro, como en el interior de Canadá, y por supuesto, mis gastos personales, que con apoyo de mi familia y amigos logré solventar.

En mi estancia de tres semanas viví con una familia filipina que llevaba muchos años viviendo en Toronto. Durante las mañanas asistía a clases de inglés en una escuela de idiomas donde los estudiantes iban con los mismos propósitos que yo, sólo que de todas partes del mundo. Las tardes y los fines de semana se convirtieron en días de explorar la ciudad con mis nuevos amigos, de visitar el Museo Real de Ontario, la CN Tower, el castillo Casa Loma, el zoológico y el acuario de Canadá, de hacer canotaje en el Lago Ontario y de asistir a las celebraciones artísticas y pirotécnicas con motivo de los 150 años del país y ser sorprendida por Drake cantando en el escenario. Nunca ha sido tan fácil ni tan seguro moverme por la ciudad con un transporte público tan eficiente como el tren de Toronto. Al final de cada tarde regresaba a casa con Cora, mi mamá adoptiva, quien me tenía una cena preparada, y si tenía suerte, también estaría allí Emerald, su nieta de seis años, quien corregiría mi inglés y me invitaría a colorear con ella.

Esta fue una aventura importante para mí pues me permitió recolectar nuevas experiencias de vida: fue la primera vez que volé y también la primera vez que salí de mi país. Además, mi vida en Toronto me había cambiado para siempre, quería conocer el mundo de allí afuera. Fue lo que propició y me guio a la siguiente gran oportunidad de mi vida estudiantil en el extranjero: una estadía de seis meses en el Perú para el año 2019 a través del Programa de Estancias Académicas (PEA).

Pero déjame decirte que no fue una decisión fácil, al parecer no había olvidado del todo el primer rechazo y ahora también estaba preocupada por cómo iba a solventar semejante gasto. Sin embargo, una amiga mía había hecho ya un intercambio en este programa y me habló de las becas que salían para los aceptados. En fin, que me animó lo suficiente para aplicar. Además, yo había estado ahorrando para un posible intercambio y una vez que fui aceptada, tomé un trabajo.

El proceso no es tan difícil, aunque sí es un trabajo personal: eres tú quien tiene que buscar la universidad de destino adecuada, es decir, que tenga tu programa de estudios y por tanto puedas tomar allá las materias que ibas a tomar en la UdeG. En la página web de la Coordinación General de Cooperación e Internacionalización (CGCI) puedes encontrar la lista de las universidades con convenio con nuestra universidad y escoger la que te plazca, pero recuerda que si escoges una donde el idioma no es el español, debes probar un dominio de la lengua del lugar de destino. Como ya había mencionado anteriormente, los créditos son un aspecto importante de todo intercambio semestral. Para mi octavo semestre yo había terminado con mis créditos de materias optativas, y sólo me quedaban obligatorias y especializantes, por lo que fue difícil encontrar el lugar justo para mí.

La Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ubicada en la capital peruana, me cayó como anillo al dedo. Tanto por las materias que cursé allá, como por la cultura que conocí y, quizá mucho más importante, por las amistades y contactos que hice. Probablemente haya sido porque el tiempo que estuve viviendo en este país fue más largo, pero Perú fue una experiencia que dejó una marca más duradera y profunda. Quizá haya sido porque compartí casa con otros 14 estudiantes de intercambio, o por que viajé con ellos por largos días con la intención de conocer la región andina y amazónica, o porque a pesar de ser un país latinoamericano no estuve absenta de los choques culturales. Un año después de mi intercambio, todavía mantengo contacto con los amigos que hice allá: aún reviso qué hora es en Japón para llamar, aún hago planes para viajar juntos, aún intento hablar un francés más allá de los saludos, y aún revivo los momentos que viví.

Ser un estudiante UdeG en el extranjero no está exento de sus responsabilidades y miedos, aún tienes que aprobar tus clases y enfrentarte a un país desconocido, pero si hablas con alguien que ha hecho intercambio seguramente lo que te dirán es: sin duda lo haría otra vez. Así que, si piensas realizar un intercambio te recomiendo que lo planees con anterioridad, que revises tu plan de estudios y las materias que puedes tomar en el extranjero, que ahorres y que sobre todo te atrevas. Ahora, es falso aquello que dicen que si realizas un intercambio significa que harás un semestre más en tu licenciatura. Como dije, todo se trata de planificar, además, hablar tanto con tu coordinador de carrera como con la unidad de becas e intercambios de tu centro ayuda mucho. Se trata de ser un alumno activo de la UdeG. Allí están las oportunidades ¿qué esperas para tomarlas?

sanmojudith@gmail.com