Año 15, número 191.

Los diseños de Liz Galván son un reflejo de sus sentimientos y filosofía, de sus cambios y evoluciones sin perder de vista el origen; la libertad, tanto a nivel creativo como personal

Fotografía: Lizeth Galván

Evangelina Bolitocha

Con hilo y aguja se teje cualquier cosa; se tejen los sueños cuando dormimos o aquellos que cuestan sudor y sangre, con hilo y aguja se afianzan las alas de los que vuelan, se une lo que el tiempo y la rutina ha distanciado, con hilo y aguja se teje la vida y la risa, y por supuesto, con hilo y aguja se forman las siluetas del vestuario con el que nos mostramos al mundo. Es Liz Galván una tejedora, una mujer que sus armas más preciadas son aguja, hilo y tijeras, porque no existe una tejedora sin tijeras para cortar con lo que ya no funciona. Estas armas la han acompañado desde la infancia, le guiñaron el ojo para cautivarla, coquetería que tal vez era innecesaria, porque instintivamente el corazón borda ilusiones que a veces nos parecen desconocidas, pero tarde o temprano brotan, invaden el cuerpo y el alma. La marca Pájaro de Agua, plasma la imaginación y personalidad de Liz Galván, el mundo que ella desea encontrar y construir, para trascender no sólo en una prenda, sino en el misterio e ideología de las sociedades.

Martha Lizeth Rodríguez Galván nació en Zapotlán el Grande en 1994, estudió la licenciatura en Desarrollo Turístico Sustentable en el Centro Universitario del Sur, formación que le ha servido para tejer otros destinos y pasiones que la acompañan; ser libre y andar en bicicleta, trepar montañas, el respeto por la naturaleza, llenar su casa de plantas y su amor por los animales. El oficio que rige su vida es el de la costura y la creación: combina colores, formas, imágenes para el vestir. Es joven, pero quizá es más joven su voz y su risa, una risa expandida y pícara que enmarca no sólo su rostro, sino el mundo que la rodea, por ejemplo, su atelier que es un santuario de ella misma. Un atelier lleno de telas que evocan a una carpa gitana; colores y texturas, tijeras, trazos, dos gatos, una calavera de metal que le ayuda a sostener mientras corta; música, la música que ella escucha y la orquesta que crean sus máquinas de coser; la overlock y la recta.

Liz describe con plenitud cómo es su proceso creativo: “Mi proceso creativo es muy curioso, puesto que nunca me preparé académicamente para esto, todo ha sido mera intuición y autodidacta, pues no aprendí basada en un método; va de mi mente directo a las telas. Además, aunque me gustaría, no desarrollé otras habilidades como el dibujar, entonces casi nunca hago bocetos, sólo lo pienso, lo corto y lo vuelvo realidad a prueba y error. La forma en que trabajo ha sido desde un espacio en mi casa, a mi tiempo y modo, ha sido muy bonito porque he tenido la libertad de ir ajustando el ritmo y la forma de trabajo a mi conveniencia, mi juego, mis reglas. Desde que comenzó Pájaro de Agua ha estado dentro de casa, me permite sentirme cómoda, literal como sentirme en casa; un día común de trabajo para mí, es poner música, es una parte muy importante. Disfruto el silencio, pero acompañada de un buen beat me siento mejor. Música y un buen incienso son mi mejor ambiente. Me paro frente al estante de mis telas y tomo la que más me guste y la hago mía”. Hace suyo algo que instintivamente le pertenece, y por el cual ha sido bautizada cariñosamente como Coquito Chanel, apodo que le va bien, ya que posee una figura menuda y una fuerza de espíritu que la respaldan.

Pero ¿cómo inició todo? ¿en qué momento Liz se dio cuenta que éste era su oficio? Ella responde: “Debí tener entre 9 u 10 años, mi mamá tenía una máquina de coser que era de mi abuela, en la que ella gozaba de pasar el tiempo y hacer cosas de costura por mero pasatiempo. Yo tuve mucha curiosidad por aprender a usarla y mi mamá me enseñó cómo funcionaba, fue como si la máquina y yo estuviéramos hechas la una para la otra, era muy pequeña, mis primeras confecciones fueron ropa para mis mascotas o muñecas, así lo hice por muchos años. Mi mamá me enseñó cosas súper básicas, sólo a usar la máquina de pedal y todo lo demás fue gracias a mi imaginación; hacer moldes, cortar, empalmar, diseñar, lo bajaba de mi mente y trataba de llevar al proceso como yo entendía, estuviera bien o mal, sólo era por diversión. En los siguientes años tomé más en serio el oficio y quise ser mi propia sastre. Siempre me había costado encontrar ropa a mi gusto, que representara mi estado actual, mi personalidad. Tomaba la máquina de mi madre, unas tijeras y le daba rienda suelta a mi imaginación. A veces creo que estaba destinada a tener esta habilidad, estaba en mi sangre, mis abuelas y mujeres de mi vida habían tenido este oficio por gusto”.

Su oficio llegó por gusto y en éste hay predilecciones de prendas e influencias que concentran lo que ella desea plasmar. Liz responde sobre sus diseños y estilo lo siguiente: “Siento que primeramente es una expresión de todo lo que me gusta. Siempre me obsesionó la moda de los 70 y 80, mujeres luciendo como gitanas, con vuelos en sus ropas, colores, texturas; odio la ropa ajustada por eso es que he tratado de buscar un estilo muy groovy bohemio, no lo sé, hacer prendas que realmente le ayuden al cuerpo a resaltar su belleza, sus formas, no lo que le gusta a la mayoría, sino lo que te guste a ti y te haga sentir bien con tu cuerpo. Yo, por ejemplo, no podría usar sólo ropa negra, qué aburrido, mis emociones siempre son destellos, así que justo en lo que hago pretendo que sean así, brillantes y expresivos, nada planos”.

Fotografía: Lizeth Galván

Los diseños de Liz Galván son un reflejo de sus sentimientos y filosofía, de sus cambios y evoluciones sin perder de vista el origen; la libertad, tanto a nivel creativo como personal. Ella habla de su prenda favorita: “Uy, qué difícil esa pregunta, podría decir que las faldas. Para mí una falda es la mejor arma que una mujer puede tener. Sentirme libre de movimiento y que además creo que hay una buena trascendencia de esa prenda, incluso en muchas culturas tienen la creencia que las mujeres siempre deberíamos vestir con falda para que nuestro centro de poder, que es nuestro vientre, esté en contacto permanente con la tierra y ayudar a la conexión de nosotras con el todo. Creo firmemente que es así, por eso la falda. Además de sentirme cómoda, jamás he visto a una mujer que se vea mal usándola, son hermosas es como la cereza del pastel”.

Siempre he admirado a los diseñadores de alta costura, a los seres creativos que a través de sus diseños transforman y visten al mundo, admiro ese universo porque sé que a través del vestir se refleja una época, una estación del año, la economía de un país, su ideología, sus luchas, su creatividad, su geografía; es por eso que la ropa y accesorios me parecen una materia fascinante, y en algunos casos, como lo es el de Liz Galván, su paso como diseñadora comenzó con un suceso histórico llamado Covid. Ella como tantos otros se vio en la necesidad de buscar otra forma de subsistencia y esto provocó que creara Pájaro de Agua, proyecto que a lo largo de casi dos años ha tenido frutos que reflejan una satisfacción cada día más profunda en su creadora y el cual ha tenido mayor éxito en línea en todas las redes sociales donde se puede localizar Pájaro de Agua (Facebook e Instagram) y recientemente en la apertura de la tienda con dirección en Juárez # 85, Colonia Centro, Zapotlán el Grande. Misma que se ha convertido en más que una tienda de prendas de vestir o accesorios. “Actualmente existe Pájaro de Agua Showroom, que es una tienda donde junto con otros emprendedores de la localidad exhibimos nuestros productos. Funciona como un espacio donde unimos fuerzas y talentos para poder crear un contenido lo más orgánico posible, pues se pretende promover el comercio local y sobre todo promover los productos que van de la mano de artistas-artesano al público. Por ahora somos más de diez marcas, entre moda, salud y belleza. Otra forma en que complementamos la tienda es con la apertura de dos talleres, dentro de un espacio que recién inauguramos en el traspatio de Pájaro de Agua, con el propósito de promover actividades para el ocio; el primero es un taller de lectura comentada y poesía impartido por el poeta Emmanuel Rocha los martes de 6:00 a 8:00 pm y el taller de dibujo impartido por la pintora Paula M. Goretti los viernes de 9:00 a 10:30 pm. Los planes futuros para Pájaro de Agua son muchos, de pronto siento que quiero comerme el mundo y navegar mil hábitats con éste Pájaro”.

Pero ¿Cómo nació esta marca?, Liz explica: “Pájaro de Agua nace así, durante muchos años lo hacía para mí como una simple terapia, era divertido el proceso creativo; convertir una materia prima en un producto es una idea que me encanta. Me considero una persona hábil con las manos, tengo la facilidad de bajar una idea de mi mente y poder materializarla a través de las manos. Entonces los últimos años de mi vida de vez en cuando hacía mis ajuares, nada pretensioso, sólo por diversión, además poca gente sabía de mi habilidad, es más, casi nadie lo sabía, era mi talento oculto; mi formación académica es una cosa completamente diferente, así que no hablaba mucho de eso. Cuando alguna amiga hacía algún alago por mi ropa y me animaba a hacer más y vender, yo pensaba que era un idea tonta, quién iba a querer pagarme por hacerle ropa. Un día de esos en que el mundo se puso patas para arriba, vino un virus que cambió la dinámica; yo estaba en la universidad con un trabajo de medio tiempo y haciendo otro en casa para sacar un ingreso extra, más fuera del sistema, queriendo ser más libre y soberana, entonces cuando anuncian que el mundo iba a cambiar me quedé sin escuela y sin trabajo, por otro lado con mucho tiempo libre y mucha ansiedad (soy alguien que no puede estar sin hacer nada). En un momento de locura y desesperación le pedí la máquina de coser portátil a mi mamá y como terapia, no sólo por dinero, empecé a hacer bolsas, bordar y hacer cosas súper sencillas. Un día mi amiga me convence de hacerle una falda, hice cuatro, tomé fotos, las compartí con mis amigas y desde entonces no dejé de coser hasta hoy… faldas, faldas y más faldas y no sé cómo, en serio, sólo de pronto ya no estaba en un rinconcito de mi casa, al día siguiente ya tenía un cuarto entero para llevar a cabo mis locuras. Todo funcionó bien, en cuestión de meses ya tenía un taller digno, con toda la herramienta para hacer cien faldas y mucho más, le aposté a mi pasión, convertir un pasatiempo en mi trabajo”

Fotografía: Lizeth Galván

Liz Galván habla de cómo nació el nombre Pájaro de Agua: “Se refiere a una canción muy representativa para mí; quiere decir “el agua de la mañana”. “El agua que trae la mañana” es un símbolo de medicina sagrada en el camino rojo. Además siempre pensé que quería un nombre que fuera poco común, pero intenso, que la gente pudiera reconocer con facilidad”. Ella comenta cuál ha sido la prenda con mayor éxito de sus colecciones, “Justo las faldas o vestidos, jajaja, o un pantalón muy clásico de la primera línea que saqué que se llama Yerbabuena; tiene un corte y estilo bellísimo, es muy similar a un pantalón de los 70´s, tiro alto, marca la cintura y es acampanado, muy groovy. En realidad hay muchas prendas que le gustan a la gente, pero más allá del diseño creo que a la gente le gusta que es algo personalizado y sobre todo a la medida. En el mercado las tallas son muy estándar y los cuerpos tienen mil formas y posibilidades, crear algo que además que te guste, te quede bien y te ayude a resaltar la forma de tu cuerpo es algo que la gente necesita mucho. Cosas a la medida, no puedes con tres tamaños vestir a todas las personas del mundo jajaja”.

Hay demasiada pasión, naturaleza e ideas en Liz, mezcla que se refleja en sus ojos chispeantes y en su gran sonrisa, en el torbellino de su plática y en el amor con que trata a Lobo, su perro, esto se refleja en sus diseños, en lo que la inspira: “Soy apasionada de la naturaleza, admiradora de sus mil formas, de ahí viene mi mayor inspiración; en las formas y mil colores que la vida misma tiene para expresarse. Me gusta representar eso en mis prendas, por eso siempre verán mucho color, estampados y texturas ¿quién dice que un atardecer no puede convertirse en un vestido? Además me gusta mucho el estilo retro, me gustan las modas de otras décadas, por eso trato de traer eso de vuelta, pero con un toque de vanguardia millenial”.

Liz responde a la última pregunta, “¿Por qué dedicarte a esto?”. Ella dice sincera y ligera, ya que de su cuerpo emana la plenitud de dedicarse a algo que la llena y a lo cual la mayoría aspiramos: “Es fácil, hago lo que me apasiona y además me pagan. Una cosa es lo que se tiene que hacer porque sí y otra muy distinta es hacer lo que te conecta contigo, con lo que quieres y eres, tú forma de plasmarte en el mundo, lo que deja huella. Este oficio me regala la oportunidad de hacer ambas; hacer lo que hago porque me gusta y hacerlo porque me pagan, la plata se necesita igual o más que el amor al arte jajaja. Es como vivir en un sueño, en serio. Cuando tomé el amor por esto era niña y jugaba haciéndole ropa a mis muñecas, ahora sigo jugando, pero mis muñecas son reales, de carne y hueso. Lo que más me gusta es eso, no dejo de jugar”. No es fácil tejer el mundo, trazarlo, transformarlo. No es nada fácil encontrar eso que a veces olvidamos en el rincón más solitario de la infancia, y que un día por necesidad o desesperación nos empuja a retomar nuestro destino. No es fácil tejer el mundo y cortar con lo innecesario, pero cuando posees las armas para hacerlo, entonces el oficio se convierte en un juego inagotable, un juego, en el caso de Liz Galván, que se construye con hilo, aguja y tijeras.

ombligoconmostacho@gmail.com