Año 14, Número 178.

La poesía ha sido para mí un generador, como el alma de toda mi escritura, yo no puedo concebirme sino en ese estado siempre hipnótico que es el lenguaje poético

Ricardo Sigala

El año 2019, Víctor Manuel Pazarín acababa de publicar Enredos (Archivo Histórico Municipal de Zapotlán el Grande) y La vuelta a la aldea (Keli ediciones). Con ese motivo, el 15 de agosto de ese año fue invitado a Cumbres de Babel, el programa de radio que se transmite por Radio Universidad de Guadalajara en Ciudad Guzmán. En esa ocasión el escritor habló un poco de sus orígenes en Zapotlán, de sus años de formación, de su proceso creativo, de su trabajo en la poesía, en el ensayo, la crónica y el periodismo cultural. En un momento de la conversación, Pazarín aseveró que el título de su libro de ensayos, La vuelta a la aldea, es un homenaje a su tierra natal y a los artistas que lo formaron y le dieron el impulso para dedicarse a la literatura. El pasado 10 de abril, Víctor Manuel Pazarín murió en Tonalá, en donde se estableció tras su égida de Zapotlán, he sabido que sus cenizas serán traídas a Ciudad Guzmán, el poeta volverá a la aldea con la tranquilidad de quien ha cumplido con su encomienda, la de relatar y revelar el mundo por medio de la palabra.

Compartimos aquí parte de la conversación citada.

RS: Una característica de tu ejercicio literario es la práctica de diversos géneros, desde la poesía hasta el ensayo.

VMP: Sí, por fortuna, los diferentes géneros literarios: crónica, ensayo, poesía, cuento, novela, me han sido favorables, aunque reconozco que no es fácil trabajar en todos ellos. Me parece que cada materia literaria o cada historia puede contarse solamente en uno de ellos, yo no puedo hacer una novela en un cuento ni un cuento en un poema, por eso la diversidad y la mixtura se me acomoda.  Sin embargo, el lenguaje poético siempre está presente en mi obra, si se trata de una novela estoy pensando en un lenguaje poético, cuando escribo un cuento o una crónica también, no puedo olvidar que mi generador siempre es la poesía.

RS: Enredo, el libro que publicó el Archivo Histórico Municipal de Zapotlán el Grande, incluye la totalidad de tu poesía. Cómo has vivido tu relación con la poesía durante las últimas tres décadas.

VMP: La poesía ha sido para mí un generador, como el alma de toda mi escritura, yo no puedo concebirme sino en ese estado siempre hipnótico que es el lenguaje poético. Enredo reúne poemas que he escrito a lo largo de 30 años, incluye seis libros que más o menos dibujan mi espíritu en la poesía. Sin embrago, creo que de algún modo Enredo es mi primer libro en sí, y que los demás han sido una especie de trabajo parcial.  Hasta ahora puedo concluir que Enredo compila y declara lo que de algún modo para mí es el lenguaje en la poesía.

Siempre ha habido pocos lectores de poesía y ha sido un género marginal. Escribir poesía en estos momentos es algo mucho más que un arrojo, por eso yo agradezco que se me dé la posibilidad de la poesía.

RS: Enredo es no un libro de poesía de Víctor Manuel Pazarín sino “el libro” de poesía de Pazarín.

VMP: De algún modo sí y es un enorme compromiso. Entiendo la poesía más allá de la cosa literaria, un lenguaje impregnado de espíritu que embarga al sujeto que puede escribir un poema. Yo espero que todos los textos que están en Enredo sean poemas realmente, no lo sé todavía, no lo sé después de 30 años, me gustaría mucho que alguna vez un lector me dijera sí o no, porque yo todavía trabajo desde la incertidumbre.

RS: La poesía como género fundamental, no solamente de la literatura, sino de todas las artes e incluso de la civilización.

VMP: Claro, la poesía ha sido siempre la que cuenta, la que narra, la que hace historia. Por supuesto, no estoy hablando de mis textos, pienso en Homero que cantaba, narraba y hacía su labor como un historiador del mundo griego antiguo, que ha trascendido por miles de años. Entonces cuando pienso en poesía pienso en estos grandes poetas y pienso que así debe ser la poesía y ojalá algún día yo pueda alcanzar esa altura, trabajo para eso, pero no sé si lo logre, al menos en un verso, en un poema; no es fácil la poesía.

RS: Cuáles son los poetas que representan tus principales filias, y de cuyas poéticas se alimenta tu trabajo como poeta.

VMP: Creo que esencialmente soy hijo de Octavio Paz, a lo mejor un hijo bastardo, pero un hijo. Puedo decir que César Vallejo es también fundamental. William Carlos Williams, Ezra Pound, Dante, en fin, el número es alto, pero esencialmente yo pondría a tres poetas como parte de mi aspiración: Octavio Paz, Dante y César Vallejo. De algún modo es un canon y una aspiración.

RS: Acabas de publicar un libro de ensayos que se titula La vuelta a la aldea. Platícanos sobre esta faceta de tu escritura.

VMP: La vuelta a la aldea es un homenaje a aquellos autores que han sido formadores de mi persona, de mi ser escritor, de mi ser intelectual, que me han exigido profundizar en su propia literatura, pero también en la propia existencia. Porque leer es leer palabras, pero también la naturaleza, el cine, la pintura. La vuelta a la aldea quiere descifrar algunas cosas, dialogar con algunos autores y obras. Cuando escribo un ensayo intento entablar un diálogo frontal, honesto, amoroso y totalmente vulnerado, vulnerable, voy a permitir que me diga algo y yo a tratar de entenderlo, es un diálogo. La vuelta a la aldea es un diálogo y su nombre es un elogio a Zapotlán, un elogio a aquellos autores que desde provincia, desde la aldea, desde el pueblo, desde la ranchería han intentado tener un diálogo con el mundo y han alcanzado la universalidad, esa altura que se requiere para poder tejerse o establecerse en el tejido que es la literatura universal. Está Octavio Paz, Arreola, Juan Rulfo, Guillermo Jiménez, estos últimos, escritores del sur de Jalisco, y que me dieron absolutamente todo. Así que yo escribo ensayos para pagar una deuda sobre asuntos que me vienen desde muy lejos y que yo siento la necesidad de pagarlos, de hecho al principio del libro, lo declaro: escribir para mí es pagar una deuda.

RS: Estos ensayos tienen rasgos de crónica, de artículo periodístico, sabemos que el género es híbrido por naturaleza, pero en tu caso ¿cómo se genera esa mezcla?

VMP: He trabajado en materiales que he publicado en el suplemento O2 Cultura de la Gaceta de la Universidad de Guadalajara durante 10 años, los he compilado y me he sorprendido porque no sabía que había escrito tanto, tanto ensayo, tanto artículo, tanta crónica, y al final se conformaron seis libros.

R: ¿Estamos hablando de que La vuelta a la aldea es una primera entrega?

VMP: Éste es una primera entrega, aunque La vuelta a la aldea compila sobre todo materiales que aparecieron en otras revistas, como Tierra Adentro, y en libros sobre poesía en los que tuve colaboraciones, por ejemplo algunos que se publicaron en el bicentenario y centenario de la Revolución y la Independencia de México, en 2010.

RS: Has dicho que escribes estos ensayos para pagar una deuda a los escritores que te han conformado como escritor y como individuo, entre los escritores que nombras hay varios del sur de Jalisco, y particularmente zapotlenses, como Juan José Arreola y Guillermo Jiménez, ¿tú consideras que pueda hablarse de una tradición literaria zapotlense?

VMP: Definitivamente la respuesta es sí y no solamente literaria, también musical y pictórica.  Zapotlán es un lugar extrañísimo, incluso para mí que soy de allí, porque allí uno podría aprender absolutamente todo, uno podría hacerse un buen pintor, un buen cantante, un gran compositor, un gran poeta, un gran narrador. Zapotlán ha dado cosas inimaginables, yo no sé si es el agua, si es el volcán, si es la laguna, si es la mochería, porque todo se combina, y todo eso también forma parte de mi persona, me considero también un sujeto hijo de ese ambiente. Hay un espíritu extraño ahí que nos ha mojado a todos, incluso los que vamos de pronto por un tiempo y nos quedamos. 30 años después de que salí de ahí, reconozco que en Zapotlán existe un misterio y ese misterio se manifiesta en la obra de José Rolón, José Clemente Orozco, Guillermo Jiménez, Refugio Barragán de Toscano, Juan José Arreola, Rubén Fuentes o Consuelito Velázquez. Hay gente que ahora está destacando en actividades artísticas y aunque algunos no lo reconozcan, pertenecen a esa esencia, no pueden olvidar que Zapotlán les legó ese impulso.

Cuando yo era niño me escapé de la primaria y fui a parar al pequeñísimo museo tradicional que tenemos en Zapotlán, entonces descubrí a Clemente Orozco, unos carboncillos que están allí. Me sorprendió porque yo acababa de comprar un libro de Selecciones del Reader’s Digest sobre la historia universal de la pintura y ahí aparecía Orozco, entonces decidí ser pintor. Luego me cambió el mundo, me ganó la poesía, pero nunca he dejado de ser ese pintor que siempre quise ser. Esto va a responder también tu pregunta anterior, esa mixtura en mis textos tiene que ver con el pintor que quiero ser todavía, no hay nada puro en mi literatura o en mis textos pues, no puedo yo ser solamente un poeta, un novelista un cronista llano, sino que siempre está mezclándose un lenguaje más allá del sólo hecho de contar, lo que yo hago es una mixtura, el espíritu es mixto y es obviamente un objeto contaminado por todo.

ricardo.sigala@cusur.udg.mx