Año 14, número 167.

Con diferentes actividades organizadas en Facebook, el CUSur celebró la tradicional festividad del 2 de noviembre

Laura Sepúlveda

Actividades académicas, poesía, podcast, así como concursos de calaveras, fotografía, altares y videominutos, formaron parte del programa del XIII Festival Cultural de Día de Muertos del CUSur.

El festival, que tiene como finalidad continuar con la recuperación de las tradiciones y costumbres mexicanas, realizó por primera vez sus actividades de forma virtual a través de Facebook, informó su coordinador Hugo Rodríguez Chávez.

“Tuvimos un programa interesante con actividades que a lo largo del tiempo ya hemos generado, iniciamos el 28 de octubre con la inauguración y una charla con un especialista del área literaria, Hiram Ruvalcaba, un joven profesor que ha ganado varios premios literarios y habló sobre honrar a los muertos en Japón”.

Las actividades incluyeron además algunos contenidos con enfoque radiofónico, tal es el caso del podcast Cine Día de muertos, donde se habló de la importancia de todos estos filmes que han incluido esta temática.

“Tuvimos cuatro concursos: el Panteón literario, de poesía y calaveritas, el de fotografía titulado ‘La muerte como tradición’, el de videominutos ‘¿Y si en lugar de altares hacemos videos?’ y el concurso de altares ‘La muerte desde casa’, que ha sido la actividad cumbre del festival y en esta ocasión la comunidad universitaria y público en general abrió sus casas, a través de un video y fotografías, y nos mostraron cómo honran a sus muertos”. El festival incluyó también una parte académica con dos charlas, la primera de ellas titulada El proceso artístico de la Catrina, a cargo de Elsa Bravo y El significado de la muerte en México, impartida por Rosa Elena Arellano.

Ganadores del Concurso Panteón literario 2020

Siendo las 12:00 horas del día 27 de octubre de 2020 se reunieron los miembros del jurado del concurso Panteón Literario del XIII Festival del Día de Muertos del CUSur: Claudia Lizeth Vázquez Aguilar, Ramón Moreno Rodríguez y Rosa Eugenia García Gómez, quienes de manera unánime eligieron entre 19 participantes las siguientes obras:

Primer lugar para “La desgarradura de estar vivo”, bajo el pseudónimo de “Enrique González Martínez” y que en la plica corresponde a Adrián Alejandro Arenas Córdova.

Segundo lugar para “La calacovid 19”, bajo el pseudónimo “Carmelita descalza 1012” y que en la plica corresponde a Arcelia Beatriz Ramírez Ramírez.

Tercer lugar para “Las catrinas de México”, bajo el pseudónimo “Rocín a ele” y que en la plica corresponde a Samantha Carolina Torres Hernández. Mención honorífica para “El umbral blanco”, bajo el pseudónimo “Paloma negra” y que en la plica corresponde a Jorge Bladimir Ramírez Guerrero

 La desgarradura de estar vivo
 
Ahora que línea negra se acorta entre ambos,
que el abismo pierde forma y desgarra centros,
piedras, polvo, duras esperanzas como colmillos,
ampara mi lenta sangre en su orfandad.
Siente el agua hirviente de mi cuerpo
que corre libre por tu noche
y nada la interrumpe.
 
Vengo descalzo a hablarte, muerte de nadie, muerte caída,
escucha mis aguas, mi densa navaja que ya no me sostiene,
este caer a una selva sin fondo
este filo de los días negros que degüellan mi estancia.
Escucha ahora que los mudos duermen, porque no saben
de tu rostro de tigre, de esos gemidos que escoltan tus pasos,
del oscuro círculo que te habita.
Desconocen cada hueso tuyo, tu profunda piel de ceniza,
tu pecho creciente en rabia,
sencillamente tu sombra.
 
Escúchame, ando sin cadenas
persiguiendo tu ángel sonámbulo, aquel que trae la espalda talada
y sostiene en los ojos la memoria de la lluvia
y jadea tibiamente desde un rebaño de árboles en caída
y sube a las cumbres
para anunciar tu reino solitario sobre la tierra.
 
Entonces
la frontera se borra, aparecen largas espinas en tus rodillas,
suenan los tambores tejidos con la carne del alba,
es la hora del lodo, muerte porosa, muerte sin túnel,
mira mi rostro animal lejos de su guarida
esperando tus pájaros,
palpa la niebla que brota de mis huecos
y siente cómo me pudro en este pozo
a cada minuto.
 
No detengas tus picos, cava con tus astas y entierra
el espanto final en mi triste tuétano.
Repica tus voces en el otoño, tus cínicos rostros ennegrecidos.
Suelta tus perros sin cabeza y no mires el paso
de los relojes que desaparecen,
sigue cavando hasta convertir las lindes
en dos manos estrechadas.
 
Entonces
ven, amante de las panteras, fuga de animales rabiosos,
bestia torpe que crece en los pantanos.
Ven ahora, con tu cascabel al cuello
y vierte tus raíces en mi nombre.
Sacia la desgarradura de estar vivo.
 
Adrián Alejandro Arenas Córdova
 La Calacovid-19
¡Yo soy la calaca flaca! ¡Vengo triste y enlutada!
Luto por todos los fieles, que se llevó la fregada.
No quise ser ventajosa, ni ser parca desalmada,
pero a esta gente de a tiro le valió la desdentada.
 
Debes de quedarte en casa, dijo la televisión,
lo dijeron en las redes y en la radio con canción.
De esto hicieron poco caso, sin faltar algún panzón
que dijo que no era cierto, que era sólo una “invención”.
 
Cuna de grandes artistas, ¡ay, mi triste Zapotlán!
¿A quién creen que ya me traje? ¡A su edil municipal!
¡Les juro que no quería, me lo traje con espanto!
Pero sólo a él se le ocurre ¡Pasear al Patriarca Santo!
 
Quería que con la paseada, se esfumaran los contagios,
pero Gatell le texteó: ¡No andes con falsos adagios!
No vas a querer ser tú, si se cumplen mis presagios,
más tempranito que tarde escribirás tu epitafio.
 
Ni qué la sana distancia, ni el gel ni desinfección,
por eso hay tantos canijos tirados en el panteón.
Yo me dije: ¡Catrinita, no tuvieras tanta suerte!
Pues veo que estos cristianos andan retando a la muerte.
 
“Cómprate unas estampitas”, le sugirió Andrés Manuel,
yo las cargo en mi bolsillo, porque soy devoto fiel.
Pueden ser de “La Lupita”, San Judas o San Miguel
me dije en mis adentros: “tan tarugo tú como él”.
 
La viejita tembeleque, metida en la procesión
le había dicho la doctora que cuidara el corazón,
que si acaso se salía, usara la mascarilla.
Y pues, ¿qué hizo la muy pilla? ¡La usaba de gargantilla!
 
Ya recogí mucha gente, de esta tierra del maíz,
que aunque traían cubrebocas, ¡muy de afuera la nariz!
¡Hágame usted el favor, señora que adora al Santo!
Por este simple detalle, ¡me la llevo al Camposanto!
 
¡Soy Miss Covid-19! ¡Vaya festín que me he dado!
¡Soy la huesuda! ¡Soy  la pelona! Y lean bien este recado,
cuando elijan presidente, no hay que poner cualquier naco,
busquen uno que aunque sea “le llegue el agua al tinaco”.
 
Arcelia Beatriz Ramírez Ramírez
 Las catrinas de México
 
Dos dedos la apuntan,
cincuenta mil hacen la diferencia,
si no pasa de doce años,
la piel es más buena.
 
Dos dedos le apuntan,
índice en la mira,
si no pagan la cifra,
no hay luz del día.
 
Dos dedos la apuntan,
sin bragas la han puesto,
quiere sumirse en su pensamiento,
pero el tormento no es parte del sueño.
 
Dos lideran y el pulgar al cielo,
si no hay luz en la avenida,
mientras nadie esté viendo,
una visita sucumbida.
 
Dos dedos en la frente,
el pulgar está accionado,
cualquier mujer de mi barrio,
no tiene el andar asegurado.
 
Dos dedos entre los ojos,
para hacer la cena pronto:
“si no quieres ser lastimada,
Más vale hacerlo a mi antojo”.
 
Dos dedos a la frente,
sólo debes complacerlos,
si los dejas hacerlo,
habrá un juguete luego.
 
Dos dedos entre los ojos,
para hacerlo con el gordo,
el viejo, el calvo y el alto,
llegan hasta más al rato.
 
Dos dedos la apuntan,
un millón la están buscando,
no llega ni a los veinte años,
aunque ella espera ya con los ojos cerrados.
 
Dos dedos le apuntan,
dedo medio en la mira,
si caminan más a la deriva,
yace la joven sin contar otro día.
 
Dos dedos la señalaban,
antes de esta mañana,
aunque para volver a ver a su familia,
sólo queda recordar la ropa del último día.
 
Dos dedos lideran y el pulgar hacia el cielo,
para todas las mujeres de México,
que cada vez que van afuera,
es posible que no vuelvan.
 
Dos dedos al frente y la mirada hacia arriba,
suplican a la virgen María,
las damas intranquilas,
por esta noche estar vivas.
 
Dos dedos en la nuca,
deseamos que el trayecto sea verde,
que nuestro “blanco” se mantenga,
y que el rojo que se derrame no nos lleve hasta la muerte.
 
Samantha Carolina Torres Hernández
 El umbral blanco
 
(I)
La muerte entró por la ventana
con los ojos vacíos de misericordia
con la boca seca de razones.
Mi nombre estaba en su lista,
un suspiro me despedía
igual que un diente de león
que desaparece con la furia del viento.
Mis sábanas azules fueron
el último horizonte de mi espalda.
Mi voz se evaporó
por el calor del miedo
un infierno imaginario quemó mi sangre.
Mi boca se hizo desierto,
cactus y escorpiones brotaron de mi garganta
y mi lengua, alimento de buitres.
 
(II)
El ataque fue fulminante
un abrir y cerrar de ojos,
fúnebre parpadeo.
Cuando tomó mi mano
sentí la sangre abandonar mi carne
a la carne olvidar el cuerpo
al cuerpo difuminar el alma
al alma desterrarse del mundo
al mundo acabar conmigo.
Lo último que perdí fue mi nombre
el recuerdo de mi canción favorita
y los ojos llorosos de la abuela.
 
(III)
Durante el viaje,
el silencio creció a la velocidad
de los suspiros de los huérfanos
y las víctimas de guerra.
Vi las luces de las ventanas
convertirse en diminutos puntos lejanos.
Desde arriba, las ciudades
eran ceniza de civilización,
antorchas apagadas por el peso de la muerte.
Yo era la luz al final del túnel.
Avanzaba hacia mí,
al umbral blanco
que alguna vez tuve en los ojos,
relámpagos del pasado.
Cuando terminó el recorrido
soltó mi mano.
Sé paciente, me dijo
y desde entonces
naufrago entre la luz que fui
y la oscuridad que se aproxima.
 
 
Jorge Bladimir Ramírez Guerrero

La muerte como tradición

Fotografía ganadora del Concurso de Fotografía, de Kassandra Mireles García, alumna de la licenciatura de Desarrollo Turístico Sustentable del CUSur.

«La muerte como tradición»