Año 13, número 147.

Estos recursos son utilizados por el emisor para causar daño o por lo menos engañar al receptor del mensaje

Ilustración de un orador en un podio.
Ilustración de un orador en un podio.

Antonio Jiménez

Cada vez que se escucha a un personaje que participa en la vida pública, es labor del ciudadano estar muy atento y, en su caso, advertir las falacias en las que se pretende envolver al receptor del mensaje, el cual en muchas ocasiones acepta como válidas dichas afirmaciones.

            La Academia de la Lengua Española refiere que el vocablo falacia proviene del latín fallacia y cuenta con dos acepciones: engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien y hábito de emplear falsedades en daño ajeno. En ambas acepciones, la palabra falacia implica el engaño y la falsedad que utiliza el emisor para causar un daño o por lo menos engañar al receptor del mensaje.

            El uso de frases falsas resulta ofensivo; en la vida pública se hace uso de diversas estrategias de engaño, ello con el ánimo de que el gobernante obtenga o fortalezca el apoyo de los gobernados, quienes ante la aparente lógica del discurso admiten como ciertos los mensajes, a pesar de que a simple vista sean inadmisibles.

            Entre los principales ejemplos de falacias en el discurso encontramos la falsa dicotomía, también conocida como la falacia del blanco o negro o del dilema falso. Se reducen el número de opciones a dos, siendo normalmente las más extremas. Así, el atacante acota el argumento y oculta las demás posibilidades, consiguiendo que no se tengan en cuenta otros factores. Es una falacia lógica porque se está simplificando y en consecuencia no se está teniendo en cuenta todo el espectro de opciones.

            Otra falacia se llama contra el hombre, en este caso se intenta atacar o desacreditar de forma directa o indirecta a la persona que defiende el argumento, sembrando la duda sobre su carácter o sus cualidades personales. El objetivo suele consistir en quitarle importancia al argumento sin necesidad de enfrentarse a él. Es una falacia lógica porque el argumento es independiente de cómo sea la persona que lo defiende.

            Sin ánimo de ser exhaustivo, nos hemos de referir únicamente a estos dos tipos de falacias. En la más polarizadora, la del blanco o negro, encontramos diversos ejemplos, en particular con lo ocurrido en la ciudad de Culiacán, Sinaloa: el Presidente de la República utilizó una frase emblemática: La captura de un delincuente no vale más que la vida de las personas. En esta afirmación se ponen en relieve dos extremos: capturar a un delincuente y permitir la masacre de personas, refiriéndose en primer término a familiares de los militares que ejecutaban el operativo de captura. Aquí se cae en el falso extremo y se excluyen otras posibilidades como ¿Existió la posibilidad de que se reforzara la seguridad de los familiares que eran amenazados por el grupo de apoyo a Ovidio Guzmán?, ¿las corporaciones militares carecían de estado de fuerza necesario para repeler cualquier agresión de los presuntos narcotraficantes?, ¿no existió alguna otra posibilidad que liberar a los narcotraficantes?, ¿no existió la posibilidad de generar un operativo mejor diseñado? Esas preguntas, entre algunas otras, fueron excluidas de la discusión, al ciudadano lo dejaron únicamente con dos posturas, haciendo ver como que sólo existía blanco o negro, preservar vidas o detener al presunto criminal. 

            En el mismo caso se puede analizar al segundo tipo de falacia, la referente al ataque al hombre. Al ser cuestionado por un periodista respecto de si la estrategia de seguridad era un fracaso, la respuesta del Presidente fue: “¿De qué periódico es usted?”, el reportero respondió: “De Reforma”; ante esta respuesta, lo siguiente fue afirmar que está muy difícil que el Reforma acepte y reconozca que su gobierno va bien porque es un periódico de la oposición y conservador. Con ese ataque se excluye la posibilidad de analizar las preguntas formuladas por el reportero y se ataca a la fuente, indicando descalificaciones sobre el sujeto.

            Con estas reflexiones se hace la invitación a analizar el discurso, advertir cuándo se falta a la verdad y buscar más opciones que las que se ofrecen en la estrategia unidireccional de comunicación social.

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