Año 17, Número 238.

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Jamás me dijiste qué necesitabas,
ni mucho menos me dirigiste hacia un entendimiento mutuo.

Tal vez fui tu reina,
fui quien te dijo qué hacer,
qué sentir, cómo actuar.

Pudimos habernos extendido
hasta el final de los tiempos,
yo podría haberte jurado ese amor eterno
aquí en la tierra.
Pude mantenerme en la rutina
a la que ya me habías acostumbrado.

Pero me cansé,
y el cansancio ya no tiene retorno,
tenía que descansar,
y decidí soltarte, aunque me costara la vida.

Hasta hoy sigo siendo un esqueleto
Y tú; vuelas con un pedazo de mí en tu corazón.

Ismael Pelayo