Año 15, Número 206.

En este artículo conoceremos a una mujer muy importante para la cultura y la preservación de la memoria histórica de Zapotlán y sus alrededores, quizá en el futuro sea uno de los nombres que serán recordados por su trabajo en este campo.

Fotografía: Axel Flores

Evangelina Bolitocha

Hace un tiempo leí en la biografía de la pintora Leonora Carrington que fue madre de dos hijos, mismos que crio casi alternamente mientras pintaba en la sala de su pequeña casa oscura; esto me hizo repensar aquella escena: la casa de Leonora no tenía buena luz, era muy oscura, pero la renta era económica. Sus amigos insistían en que se cambiara de casa porque la luz es elemental para este oficio, sus amistades también se preguntaban cómo podía crear con dos niños colgados de su cuerpo. Pensé en sus cuadros y los colores que predominan en ellos; son más bien oscuros, sombríos, tal vez era por la poca luz que había en su estudio-casa. Pensé en toda la creatividad que emana de la obra de Leonora, no sólo en sus cuadros sino en los cuentos que escribió, imaginé a Leonora como un pulpo que atendía sus deberes de madre y ama de casa, mientras daba pincelazos, tal vez fue esa diversidad y adversidades las que contribuyeron aún más a la genialidad de Leonora Carrington; una forma nueva de ver la maternidad. Al entrevistar a la antropóloga Elva Ventura recordé la historia de Leonora, ya que Elva no sólo se dedica a la antropología, sino también creó una de las editoriales artesanales que más ha tenido presencia en el sur de Jalisco; es tallerista, investigadora y madre primeriza, actividades que continúa realizando alternamente. En este artículo conoceremos a una mujer muy importante para la cultura y la preservación de la memoria histórica de Zapotlán y sus alrededores, quizá en el futuro sea uno de los nombres que serán recordados por su trabajo en este campo.

Elva Ventura López nació en 1987 en Zapotlán el Grande, pero dice que sus raíces familiares se encuentran en el lugar de las moscas, Sayula, Jalisco. Es antropóloga social egresada de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Chiapas. Elva platica que en su estancia universitaria se abrieron las puertas a nuevas visiones, por ejemplo, conoció a la feminista Mercedes Olivera, a Baltazar Ramos Martínez en el taller literario Bertold Brecht y al antropólogo Manuel Coello (egresado de las primeras generaciones de la Normal de Ciudad Guzmán). Elva se dedica actualmente a la edición de libros y cuadernos artesanales, además de impartir talleres de elaboración de libro, principalmente para infantes, en colonias populares, escuelas, festivales y en el Centro Cultural José Rolón. Elva comenta que en la editorial Cartonera Tzapotlatena han publicado autores locales, regionales y de Chiapas. Las creaciones de su editorial Cartonera Tzapotlatena y su taller de cuadernos se pueden buscar en redes sociales homónimas de las marcas y en ferias regionales. Además, siguiendo su espíritu de antropóloga, Elva tiene un par de años haciendo una investigación sobre la Fiesta al Señor San José, y todo lo que esta implica: las danzas, los enrosos y peregrinaciones.

Elva nos da una respuesta profunda sobre el porqué decidió optar por dedicarse al libro artesanal; ella cuenta que aunque tiene más de diez años creando cuadernos y artesanías, oficio que le ha dado dinero para solventar algunos de sus gastos, incluso los universitarios, fue a través de un cumplido del maestro Orso Arreola que la editorial tomó más fuerza y formalidad: “Comenzamos una larga y profunda charla sobre las ediciones artesanales, y me mostró algunos de los trabajos que realizó Juan José Arreola, como los cuadernos del Unicornio; sentir la textura del papel, ver los colores, la sobriedad elegante, los tamaños y los tipos de letra, ¡wow! Quedé impactada de la belleza de los libros. Me quedó un gusanito de decir ‘quisiera alguna vez en la vida hacer una edición artesanal’. Tiempo después nos animamos a realizar el primer libro, Las generaciones de Arreola, que se publicó en 2018 y que se presentó en la Casa Taller Juan José Arreola”. Cuando Elva dice: “nos animamos”, habla de su compañero, el músico, investigador y filósofo Axel Flores, quien ha compartido no sólo la vida con Elva, sino el trabajo, el amor por los libros y la preservación de la memoria histórica en la región sur de Jalisco. De forma íntima, Elva cuenta que para ella hacer libros es como crear textiles o una prenda: “Me gusta confeccionarlos, coserlos, tejerlos, bordarlos, trabajar con telas, es como vestir un texto, textil-texto, de ahí deriva mi pasión por lo artesanal”.

Elva explica cómo fue a través de un libro de texto de la preparatoria que encontró su destino: la antropología: “Tuve la fortuna de tener en mis manos un texto sobre los pueblos indígenas de los altos de Chiapas, editado por el INA, que me marcó sin duda, de ahí derivó mi sueño de estudiar antropología en el sur del país para conocer y convivir con los pueblos originarios: tzotziles, tzeltales, tojovales, choles (…) Para mi fortuna descubrí que la antropología me ha dado muchas respuestas, y hoy es una forma de vida de la cual estoy enamorada. Me ha llevado por caminos hermosos donde pude convivir con los compas zapatistas, poder sentir y entender desde el corazón otras raíces, otras formas de vida y otras lenguas”.

Fotografía: Axel Flores

La antropología le ha despertado muchos caminos, como detectar y apreciar los fenómenos culturales que se dan en la región sur, encienden su gran capacidad creativa. Elva habla sobre la creatividad y su definición: “Significa despertar la imaginación mediante la sensibilidad, es tradición, pero también es renovación y aún más revolución y transgresión del sentido del ser, en sí, es una forma de poder expresarme y decir soy esto, aunque no sea perfecto, pero es auténtico, es único por la energía que conlleva”.  Elva Ventura es una mujer creativa que no puede pasar desapercibida, ya que su creatividad resulta expuesta en su imagen, una imagen atípica en nuestra cultura que provoca recordar el origen, la antropología. Su cuerpo viste faldas largas con huipiles de diversos colores, rebosos y aretes que brillan o de ámbar, diseños que ella ha transformado o tejido, o que ha comprado a artesanas y artesanos: flores coloridas sobre terciopelo o satén, bordados minuciosos; como si a través de su atuendo nos recordara la autenticidad y la fuerza de los pueblos originarios, casi extintos en la cotidianidad, como si con esto Elva manifestara la belleza de los productos hechos a mano, la razón social y económica que representa usarlos y consumirlos. Sin duda Chiapas vive en ella y ha influenciado de muchas formas en su vida.

Elva es madre, una madre que se enfrenta al ser ella misma y también al darle el tiempo a otra, a la que llama “una traviesa niña”. Elva no sólo conoce la intimidad de la creatividad, o conocimientos antropológicos y sociales, sino también experimenta en carne propia uno de los sentimientos elementales de la naturaleza humana: ser madre. “Alba Tzapotlatena fue un ser que me avisó sobre su llegada, me mandó muchas señales de que pronto vendría, me pasó algo muy bonito; parteras con las que yo trabajaba en ese tiempo me decían que pronto tendría un bebé y cuando decido regresar un tiempo a Zapotlán me di cuenta desde el primer instante en que Alba llegó a mi vientre y creo que ella me transmitió mucha seguridad. Sinceramente fue un embarazo muy mágico, darte cuenta de la corporalidad perfecta que tenemos como mujeres dadoras de vida, lo femenino, saber que dentro de ti se gesta el milagro de la vida, es algo maravilloso, como el mayor aprendizaje de la vida, como si la vida me estuviera dando otra oportunidad para ser la mujer que me gustaría ser. Alba me ha ayudado a reconocerme, pero también me orilla a desaprender, a renunciar, y me guía con su sonrisa o su mirada firme hacia donde debo ir”. La complejidad de ser madre es mucho más basta de lo que nos podemos imaginar, ya sea que te dediques a ser ama de casa de tiempo completo o tengas una profesión, o varias, como Elva, ya que el ser madre conlleva más que un cuidado al infante y el amor que éste te provoca, enfrentarse a un sinnúmero de aspectos sociales y personales. Elva es consciente de esto como es consciente de muchos de los aspectos de la vida y la cultura: “La verdad sí es muy difícil, y no sólo porque Alba requiere tiempo completo y un cuidado especial, sino porque además de maternar tengo que buscar estrategias para realizar el montón de actividades profesionales, mantener en orden una casa en una cultura donde todavía nos falta mucho por visibilizar el trabajo doméstico, además vivimos en una sociedad construida de forma machista, donde es la mujer la que conlleva todo y la responsabilidad de la crianza”. Esta es una de las realidades a la cual se enfrenta la mayoría de las mujeres al vivir en pareja y al construir una familia, sin embargo, Elva disfruta ser madre, aunque alternamente enfrente las condiciones negativas de serlo, y sin dejar de lado las actividades que la hacen ser ella misma; cualidades que sin duda enriquecen su persona y visibilizan una realidad generalmente no expuesta.

Hablar sobre las tradiciones, su origen y transformaciones es un elemento básico para una antropóloga, es por eso que le pregunto a Elva qué opina de las tradiciones del sur de Jalisco, a lo que ella responde: “Disfruto mucho sus tradiciones, sus fiestas religiosas, sus danzas, su comida, estoy enamorada de la fiesta a San José, los enrosos, es la tradición que más me emociona; tejer tapetes enormes de flor de cempasúchil como ofrenda es maravilloso, además de las fiestas de Tuxpan con sus chayacates, de los tololos de San Andrés, del ponche de granada, de los repartos de décimas, de la llevada de lámparas en la fiesta de la candelaria en Sayula. Me enamoran mucho las fiestas religiosas por toda su historia y cosmovisión que contienen. Eso lo descubrí haciendo etnografía en el sur, me di cuenta que nunca le había dado esa importancia a nuestras fiestas y tradiciones”. Su respuesta denota el nivel en que Elva se ha involucrado y valora estas tradiciones, que sin duda a la mayoría nos falta descubrir. Sobre el preservar la memoria del pasado, Elva responde algo muy importante que da muestra de su conciencia hacia los cambios y las transformaciones del mundo: “La cultura tiende a cambiar y eso no significa que es bueno o malo, sino que más bien es parte de la vida misma. Pero lo que sí considero importante es reconocernos en esa memoria colectiva, conocer nuestras raíces, saber quiénes somos en un contexto de identidad y saber quiénes fueron nuestros antepasados o más específico, cómo se representaba nuestra cultura”.

La antropología nos enseña aspectos humanos que cambian y varían según los contextos y las mezclas entre los pueblos y países, cada persona deberíamos cultivar conocimientos básicos de antropología, entender qué nos rodea y qué nos precede, al menos en una escala básica. Al entrevistar a Elva Ventura me doy cuenta que ejerce su profesión de antropóloga desde su persona y las facetas que la engloban; ser madre y ser consciente de cómo es el proceso,  las virtudes y las flaquezas; la realidad social, ser artesana, la importancia y la forma de cómo se desarrolla este oficio, ser comerciante y la constancia y el tiempo requerido; en conclusión, sostener una vida que busca una armonía y conjugación con su alma, ser lo que se quiere ser, ser a pesar de todo y de todos.

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