Año 13, número 158.

Crónica ganadora del 2° Concurso de Crónica “Retener el tiempo con palabras”

Foto: Sócrates Ruelas Robles

Sócrates Ruelas Robles

Su reflejo se alcanza a ver en la agua revuelta dentro de la fuente, desde un ángulo contrapicado parece un deportista en la oscuridad rodeado de luces que se enfocan en él, pareciera la estrella de un comercial deportivo.

Son las ocho de la noche, Sergio está haciendo ejercicios de calentamiento mientras prepara sus cosas. Como si fuera a competir para una prueba olímpica, las calles del centro de Ciudad Guzmán (Zapotlán El Grande, Jalisco) son su arena de entrenamiento. Por su torso desnudo se deslizan gotas de líquido que van cayendo al suelo con el ritmo de sus brincos y movimientos, no es sudor, es el agua de la fuente con la que se moja para mantenerse fresco.

De un momento a otro Sergio se sube a la fuente y brinca al suelo como lo haría un luchador, después de esos últimos saltos termina su calentamiento y toma sus cubetas llenas de agua mezclada con jabón.

Ya listo, Sergio carga sus cubetas, camina unos metros del centro de la plaza a la esquina de las calles Federico del Toro y José Clemente Orozco, uno de los cruces más transitados de la ciudad, ya que conecta a uno de los portales con la Plaza las Fuentes.

Mientras el semáforo está en verde, Sergio sigue brincando y haciendo ejercicios de calentamiento; cuando el semáforo cambia a rojo, el cronómetro inicia y entre la multitud que cruza la avenida sale disparado hacia un automóvil que elige al azar. Los 60 segundos que otorga el semáforo en rojo bastan para que lave las cuatro llantas. Sergio es conocido como “El rey de las llantas”.

***

Para los peatones y automovilistas es un espectáculo ver la pasión con la que Sergio limpia los neumáticos y rines de los coches, la agilidad con la que corre cargando con una mano su cubeta y con la otra su esponja, y sobre todo los llamativos movimientos que hace mientras calienta para no enfriarse y lesionarse.

Pasan los minutos y Sergio sigue lavando llantas, entonces se acerca Francisco Flores, un transeúnte originario de Ocotlán, Jalisco, y se detiene un momento para verlo.

—Ese Sergio es un artista, me llama mucho la atención la actitud con que lo hace, con la entrega (…) es para venir uno aquí a tomar terapia. Es la segunda vez que vengo al centro y la segunda vez que lo veo aquí en su chamba.

Para muchas personas es atractivo verlo mientras trabaja, no es común ver a alguien sin camisa corriendo entre las personas y automóviles. Ver cómo va esquivando peatones, cómo se mete sin problemas entre los coches y sobre todo, lo que para algunos es bastante arriesgado: lavar las llantas de los autos que pueden arrancar en cualquier momento.

“El Rey” corre el riesgo de lastimarse, pero también puede ser multado por llevar a cabo una falta administrativa. El reglamento de policía y orden público del municipio de Zapotlán El Grande, en el Capítulo II, Artículo 37, Apartado XXII, señala como falta administrativa “Asear vehículos en la vía pública cuando la acción cause molestias o altere la libre circulación de los vehículos.”

Se escuchan los gritos de las personas, los estéreos de los autos, los pitidos de los agentes de tránsito y las risas de los niños jugando en el jardín, al mismo tiempo Sergio lava las llantas. Cerca de él pasa una patrulla, por las banquetas caminan policías y el Rey sigue con su trabajo, nadie se lo impide.

Mientras veía y esperaba a Sergio para tomarle unas fotografías me acerqué a un policía y le pregunté su opinión al respecto del trabajo que hace:

—Pues, lo veo que es mejor que esté así a que esté robando, es una forma de ganarse la vida (…) yo lo veo como una fuente de trabajo, porque él así puede ganarse la vida en vez de andar delinquiendo. Yo digo que es lo mejor, pero si existe un reporte o hay el reporte de alguna persona se retira, porque es una falta administrativa… Incluso arriesga su vida, no sé si supiste que tuvo un accidente, le mocharon los dedos.

Hace un año, en sus comienzos de lavallantas, los policías sí le llamaban la atención por andar sin camisa, sin embargo, a estas alturas ya no le dicen nada.

—Al principio sí me regañaban, pero ahorita no ¿por qué me van a decir algo si ando trabajando? Si anduviera así nomás a lo buey sin camisa pos sí, pero ando trabajando…

Termino de hablar con el policía, camino unos pasos y llego con uno de los tantos boleros que hay en la plaza principal, justo enfrente de donde se pone Sergio. Los boleros lo ven a diario, les pregunto qué opinión tienen del Rey de las llantas, uno de ellos opina que es arriesgado:

—Para mí está mal, porque pues se arriesga a que le den un golpe o algo, ya le jodieron un dedo, estaba limpiando y le dieron a la llanta y le dio en los dedos, en esa forma está mal, está peligrosillo.

Sergio lleva aproximadamente un año dedicándose a lavar las llantas de los automóviles, hace como seis meses tuvo la desgracia de perder el dedo corazón o mejor conocido como el dedo vulgar.

—Pues has de cuenta que yo metí la mano (al rin) y el vato como andaba bien drogado, bien marihuano, por eso… yo me confié, como todavía no tenía mucha técnica.

Sergio lleva un guante que oculta la falta del dedo y además lo protege, él cuenta que sólo fue “la uña”, refiriéndose a la punta del dedo.

***

Cada minuto cambia la luz del semáforo, cada minuto las personas se ven pasar, pareciera que es el cruce de Shibuya adaptado a las calles de Ciudad Guzmán. Sergio sigue corriendo y brincando, y las personas lo observan, algunos con carcajadas, otros sorprendidos y otros pocos asustados, principalmente mujeres.

El semáforo se pone en rojo y como en los pits de la fórmula 1, Sergio elige al automóvil más cercano y se dirige directamente a la llanta frontal derecha, sin excepción, a la par de que limpia le grita al chofer que dejará bien limpias las llantas y que no importa la cantidad, lo que guste darle.

Muchas personas se niegan al servicio cuando ven a Sergio correr hacia ellos, aún así cuando la excusa es el dinero Sergio las lava sin el compromiso de recibir algo a cambio.

—Más bien lo hago para tener un buen físico, deportivo y así. Un día compré una bicicleta y se me ponchó, la dejé encadenada en el centro y al día siguiente ya no estaba, ahora que se me descompone me la llevo cargando en el lomo hasta mi casa. Trabajo de comerciante y me voy a cantar, me gusta cantar.

Sergio canta acompañado de instrumentales que descarga en ciber’s, canta en fondas, restaurantes y mercados, acompañado de tres mini bocinas, las cuales se cuelga al cuello y están conectadas por auxiliar entre ellas. De la cantada es de donde proviene su mayor cantidad de ingresos.

Bajo las luces de la plaza principal de Ciudad Guzmán, Sergio me cuenta que se fue un tiempo a la Ciudad de México, se dedicaba a la cantada pero las cosas no iban bien, se puso a lavar coches y así fue como aprendió a lavar llantas en los semáforos.

—Me pasó como a José José, como no sabía usar el diafragma cantaba mucho con la garganta y agarraba notas como Alejandro Fernández y, a veces, ya ni podía ni hablar. Aprendí mucho de México, no se compara a aquí, esto lo aprendí allá, allá sí se bajan con pistolas, con bates, cuchillos… te persiguen. El agua aquí la tengo en la fuente, allá nadie te quiere dar agua, tienes que caminar muchísimo para encontrar llaves o que alguien te regale.

En Ciudad Guzmán, Sergio es el único que lava llantas de esta manera tan peculiar, las demás personas, en su mayoría jóvenes y niños, trabajan de limpiaparabrisas. Él afirma que se necesita mucha condición y disciplina para poder ejercer el trabajo que él hace, asegura que él es y seguirá siendo “El Rey de las Llantas”.

—Hay que tener rapidez, condición, reflejos… Sin condición no la hacen… si no reaccionas rápido al wey le vale madre y le da wey, además, como yo llego a la brava, te agachas y a lo mejor ellos no te esperan y tú metes la mano o el pie… Me dicen ¡No! ¡No! ¡No! y corro al otro, si no me quieren dar una moneda no me agüito, a lo que viví en México no se compara.

Son las 11 de la noche, Sergio ya terminó de trabajar. Está obscuro y las calles ya están vacías, pasan pocos coches y las personas ya se fueron. Bajo las luces, vacía la poca agua que queda de sus cubetas, guarda todo en ellas, se pone su playera y monta su bicicleta. Y comienza a pedalear por la calle Federico del Toro, rumbo al sur, va a su casa. Sergio quizá tenga el trabajo informal más insólito del país, para él es un día más de gimnasio y para las personas que pasan por ahí un espectáculo, el paso del tiempo dejará ver si Sergio en verdad será “El Rey de las Llantas” o si se retirará cantando.