Año 14, número 178.

Apolonio es un personaje vivo, con tantas características que lo hacen único, que lo convierten en un personaje natural, una leyenda de la región Sur de Jalisco

Foto: Yair Ascención Cobián

Evangelina Bolitocha

Hace varios años, por las calles de Zapotlán vi un hombre delgado que portaba un traje sastre, un turbante en la cabeza y un gran bolso de apariencia femenino. Iba con ese caminar que describiré como “entreverado”, sí, como si buscara en sus pasos finos el mejor camino, el asfalto más estético, la piedra menos gastada, como diría él mismo: “el camino que debe pisar un aristócrata”. Como si anduviera por los jardines de Versalles y no en México, no en Zapotlán el Grande. Con ese caminar entreverado inmortalizó su imagen en mi memoria cual si fuera una estatua, y es que yo sabía, lo supe dentro de mi personalidad que gusta de la excentricidad, que él y yo nos volveríamos a cruzar. Y así fue.

Gracias al tiempo y a círculos de amistades en común me topé de nuevo con ese ser que encarna un festín estrambótico. Siempre deseé conocer más de él, conocer las historias que lo envuelven y, aunque un artículo no es suficiente, trataré de hacer un acercamiento a un Apolonio que por instantes se camufla con la historia de este pueblo, que por instantes parece que es eterno, que por instantes personifica una leyenda que camina con sombrero y pluma, y es ahí cuando nace en mí la necesidad de descubrir, quizá fugazmente, destellos de su historia.

Ricardo Reyes Moreno, más conocido como Apolonio, nació en la década de los 60´s en Guadalajara; es el séptimo de ocho hermanos. Vivió su infancia en Ciudad Guzmán con una crianza católica de la cual recuerda la feria del Señor San José, las ofrendas de cempasúchil al exterior de la catedral. Rememora cómo llegaban las yuntas de bueyes con grandes ofrendas de esta flor, impregnando el ambiente… “Todos mis días eran de cempasúchil”. Ricardo Reyes estudió en la escuela José Clemente Orozco y en el Colegio Cervantes, para después estudiar de manera profesional Diseño de Moda en el Instituto de Arte Briviesca en Guadalajara. Hijo de padres comerciantes pioneros en el negocio de las telas, Apolonio describe una de sus grandes pasiones: los colores y las texturas, “lanas, panas ranuradas color verde botella, tinto, café…”. Fue en la infancia y en este lugar donde conoció al personaje que le dejaría un recuerdo imborrable: “El maestro Juan José era cliente de mis padres, nosotros teníamos una tienda de telas al costado de catedral, él venía de Ciudad de México a visitar a sus hermanas las pasteleras, compraba varios cortes para que sus sastres de Ciudad de México le hicieran sus atuendos. Cuando él iba me parecía un personaje muy especial por su forma de hablar, pero sobre todo su forma tan irreverente de usar traje formal con tenis, subirse a la motoneta y escapar rumbo al monte como si fuera un duende”. El negocio de las telas de sus padres, los carros alegóricos donde se hacían los vestuarios como en Grecia, Egipto, Babilonia, “con telas de seda y damasco”, y la presencia de Juan José Arreola, reconoce él mismo, son las principales influencias para formarse como diseñador de alta costura, artista conceptual y promotor cultural.

Apolonio rememora el pasado de Ciudad Guzmán “lleno de tradiciones religiosas, sobre todo tradiciones familiares; sin embargo, no se hablaba mucho de arte, se vivía el arte. Dentro de las familias, la ciudad era cultural, pero no estaba proyectado así por el gobierno, sino que las familias aristocráticas tenían una educación muy exquisita”. Él cuenta que no proviene de una familia que se dedique al arte, en su historia familiar se encuentran curas y ganaderos, aunque dos de sus hermanas se dedican al diseño y a la pintura, como su hermana Teresa Reyes. De sus primeros acercamientos al arte recuerda cómo pasaba sus tardes en la adolescencia: “fui muy amigo de uno de los Martínez, violinista reconocido, íbamos juntos a la secundaria, me gustaba escucharlo tocar a Tchaikovsky”.

Apolonio vivió en varias ciudades como Guadalajara, Colima y Ciudad de México, pero tomó la decisión de regresar a Ciudad Guzmán para cuidar a sus padres y, en sus propias palabras, “por la añoranza de la provincia y la calidad de vida”. Uno de los temas que actualmente lo apasionan es la igualdad de género, sobre todo la historia y la cosmogonía de la diosa Tzapotlatena, la cual lo ha hecho meditar sobre la mujer del presente. Apolonio constantemente da muestra del orgullo y la admiración que siente por los hombres y mujeres ilustres de la región sur, como José Clemente Orozco, Consuelito Velázquez, Manuel Ponce, Blas Galindo y, por supuesto, Juan José Arreola.

Quien haya conversado con Apolonio sin duda ha escuchado de Corpus Callosun (o El Callo),  grupo de arte contemporáneo creado por el curador de arte Guillermo Santamarina, que buscaba establecer en Guadalajara el reconocimiento del arte conceptual y del cual orgullosamente Apolonio fue parte. Otra referencia dentro de su etapa como performancero es la actuación que tuvo para la inauguración de la Casa Taller Juan José Arreola con su performance Pompas fúnebres.

Detrás de toda la excentricidad y magia que deambula en las palabras, en la ropa y en la forma de andar de Apolonio se descubre un ser profundo con ideas atemporales, que gusta de la contemplación del mundo, y ni siquiera su día a día descrito por él mismo sucumbe a lo convencional. Describe que por las mañanas toma café y contempla el volcán y en ocasiones lo escucha rugir, después sale a caminar al centro de la ciudad, le gusta visitar los templos y contemplar el arte sacro y la arquitectura, además “me gusta mucho observar a las personas, su forma de hablar, de caminar, eso me llena… por las tardes escucho radio universidad, me gusta mucho la música, me gusta mucho el flamenco y los clásicos”. Al cuestionarle su opinión sobre cómo ha vivido la liberación sexual contesta tajante: “No soy una persona liberada sexualmente, soy una persona muy tradicional, porque sigo siendo muy tradicionalista por la familia, en algún tiempo lo intenté pero no funcionó, para mí la liberación sexual es un mito, la liberación sexual existe a nivel íntimo pero no de forma abierta”. Él considera que “cada vez estamos viviendo en una sociedad más silenciada, cada vez hay menos libertades y más contradicciones”.

Apolonio cree en el arte y la cultura, opina que “la cultura es muy importante en estos tiempos para tener paz”. Por eso dedica su vida a este oficio, trabaja como promotor cultural en los espacios de su casa que él nombra Casa Muralista, la cual tiene como objetivo dar muestra de varias culturas a través, por ejemplo, de un mural maya, personajes políticos como López Obrador y un mural dedicado a los desaparecidos de Ayotzinapa. En este recinto han dejado huella artistas zapotlenses como Heny, Alberto Torres, Yair A. C., Susana Villanueva, Teresa Reyes, entre otros. Actualmente prepara la apertura de La galería Roma, ubicada en un espacio de la Casa Muralista. La apertura será el 30 de abril de 2021, donde pintores y pintoras de la región mostrarán y pondrán a la venta sus obras. Y es que Apolonio está convencido que el arte “es un oficio que deja salir tu alma y te aleja de la barbarie”.

Sobre su seudónimo, Apolonio explica que fue tomado del nombre de su abuelo, lo adoptó cuando asistía al taller de literatura del profesor Ricardo Sigala, como parte de su faceta literaria. Sobre su faceta como diseñador de modas, se reconoce como Ricardo Reyes Moreno, rememora la empresa que creó bajo la firma Ricardo Reyes Moreno Haute Couture, la cual situó en una mansión en Guadalajara ubicada en avenida Vallarta #1085, y por la cual fue galardonado en 1995 y 1997 como Restaurador por el Colegio de Arquitectos de Jalisco. Sobre el tema del diseño de modas, lo cuestiono sobre si extraña ese oficio y él contesta: “no lo extraño porque siempre lo llevo dentro de mí, tienes un gusto desarrollado y un conocimiento; son cosas tan grandes y tan tuyas que no se separan de ti”.

Al hablar de su lado espiritual, Apolonio cuenta que lo más importante en este momento es el desapego, “contemplar y respetar a la naturaleza y a la fauna…mi relación con el ser humano es distante, me da mucho más tranquilidad estar en la naturaleza”. Ante la pregunta de cómo le gustaría que la gente lo recordara, él contesta con su voz calmada y fina, pero con esa viveza que lo define como un ser fuera del tiempo: “Me gustaría que me recordaran como un gestor de cultura; enalteciendo los valores de los hombres y las mujeres ilustres”.

Apolonio es un personaje vivo, con tantas características que no alcanzan las palabras dichas hasta aquí para describir aquello que indudablemente lo hace único, que lo convierte en un personaje natural, una leyenda de la región Sur. Apolonio es un ser para conocer, un ser para escuchar, un ser auténtico de los que hay pocos en el mundo. La excentricidad de su personalidad y al mismo tiempo la fineza de sus hábitos y diálogo brindan un ángulo distinto de las personas y las ideas, porque Apolonio materializa y mezcla historias, épocas, corrientes artísticas y personajes para ponerlos en la palma de su mano, juega con ellos y constantemente está creando historias que no importa sin son reales o ficticias. No importa si su diálogo es redondo, circular o da saltos en el tiempo porque es un juglar, un auténtico juglar que se presenta como dueño de todo y de todos; porque él es capaz de apropiarse y cambiar la historia cuantas veces quiera; su historia personal o la historia del mundo. Apolonio es un personaje que se mueve en este mundo con una fuerza excéntrica que no pasa desapercibida, que se creó para cautivar a cualquier hora como una aparición exquisita de Zapotlán.

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