Año 13, número 154.

La obra de Guillermo Jiménez se encuentra en la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega con la clasificación 868.4 JIM

Livier Jaqueline García López

El pasado 9 de marzo se conmemoró un aniversario más del natalicio de Guillermo Jiménez, escritor jalisciense nacido en Zapotlán el Grande en 1891. Estudió en el Seminario Conciliar de Zapotlán. A su corta edad viajó a Europa y fungió como Canciller en Madrid, España. Tras varios años viviendo en Europa regresó a México. Su obra se compone de cuento, novela y ensayo, además de teatro y memorias. A lo largo de su vida ocupó diversos cargos en el gobierno: fue nombrado ministro plenipotenciario en la ciudad de Viena, Austria, y posteriormente fue acreedor de La Gran Cruz por parte del gobierno de Austria, además del reconocimiento Las Palmas Académicas.

Zapotlán, de Guillermo Jiménez, nos brinda una recopilación de recuerdos que vagan por la mente del personaje principal, cuyo nombre no se manifiesta a lo largo de la novela. Los recuerdos van de un lugar a otro, desde París hasta Zapotlán, desde la metrópoli hasta los rincones más escondidos del pueblo de su infancia. Sus recuerdos, en la mayoría de las ocasiones, cuentan con la presencia de mujeres de diversas edades y ocupaciones.

Una de las mujeres que aparece en distintas ocasiones en la obra es Laura, o Celia Durán, como se hacía llamar artísticamente cuando cantaba en una pulquería. Una mujer caracterizada por contar con un aspecto muy agraciado y quien es descrita por el narrador como tierna, apasionada, romántica, con gusto por las novelas francesas y se distingue por esbozar una sublimidad pura en sus rasgos físicos.

Entre las páginas de Zapotlán se encuentra otra mujer que representa una tragedia causada por el amor adúltero, un amor no correspondido y sin esperanza, un amor imposible de consumar, todo ello presente en un personaje que no cuenta con un nombre propio en la obra y es nombrada como “la querida del padre Cabeza de Vaca”, como si lo único que destaca en la vida de esta mujer fuese el romance prohibido que sostiene con el sacerdote del pueblo, un romance que va en contra de los dogmas religiosos establecidos. Al no contar con descripciones que puedan dar a conocer su ocupación o su estilo de vida, el texto la presenta como una mujer joven que porta una vestimenta determinada mientras se pasea en medio de la noche.

Asimismo, nos encontramos con otra de las mujeres presentes en la obra: Candelaria, prostituta y hechicera, quien “curaba el mal de ojo, el mal de amores, adivinaba el porvenir y profecía maldiciones y sementeras”. Candelaria no salía durante el día, el reloj tenía que marcar las 12 para que pudiera abandonar su casa. Las características que nos brinda la obra crean una imagen al lector de una siniestra mujer que a su paso podría atemorizar a cualquiera. 

Los recuerdos y la imaginación del narrador llevan al lector a presenciar situaciones poco comunes, como a preguntarse junto con el personaje qué es lo que sucede en la casa vecina cuando se escuchan ruidos que relaciona con diversas posibilidades o a presenciar una lluvia de aves muertas, incluso a visualizar el arte plasmado en pinturas y el recuerdo de una gota de agua que lo lleva a reconstruir el pueblo que tanto extraña mediante un juego de recuerdos e imaginación.

La muerte también hace presencia en la obra, pues desde el inicio del relato se habla de un funeral al que asiste el narrador, y a lo largo de la novela van ocurriendo algunas muertes de otros personajes. Se puede distinguir también el notable énfasis que el autor hace en la figura femenina como la causante de una tragedia en el entorno en que se desenvuelve: una femme fatal, pues a lo largo de su obra, las apariciones de las mujeres son constantes y en la mayoría de los casos el autor las relaciona con una tragedia sufrida por el hombre.

Así pues, la mujer no sólo se visualiza como la causante de un destino trágico, sino como la tragedia misma, lo que me lleva a encontrar una semejanza entre las mujeres de la obra Zapotlán y algunos de los personajes femeninos presentes en las tragedias que conforman la literatura griega.

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