Año 17, Número 238.

Fotografía: Nación rock

José Emmanuel Navarro

Tengo un par de cosas que decir sobre el álbum debut de la banda británica The Smile. Como no soy músico, ni mucho menos crítico, mi opinión será del todo subjetiva, pero en todo caso bien intencionada. Mi análisis se partirá en tres: una parte por cada miembro de la banda. Los pormenores y antecedentes de cada uno de estos músicos serán omitidos salvo ciertas obviedades.

Primero, el baterista de Sons of Kemet: Tom Skinner. Lo que más destaca de su trabajo previo quizá sea que no pertenece a la emblemática banda Radiohead, de la que soy declarado fan. Siendo sincero no soy un escucha avezado en Sons of Kemet, pero si su trabajo en conjunto es medianamente parecido a su rendimiento en “A Light for Attracting Attention”, sin duda es una banda que hay que escuchar. Ahora, ateniéndonos a lo que se puede escuchar, creo que su contribución en el álbum no se limita a un conocimiento ejemplar del uso del hit-hat. Tampoco a una distribución fenomenal del ritmo a lo largo de un álbum, y a través de cada canción que, sin pertenecer al género progresivo es de un porte y naturaleza similar a la cátedra que en su momento impartieron Nick Mason y Pat Mastelotto. Hablar de un baterista en una banda integrada por dos miembros fundamentales de Radiohead sin comparar su trabajo con el de Phil Selway es imposible. A título personal, creo que Phil es el miembro más débil de Radiohead, sin embargo, su desempeño lo avala, es un magnífico baterista. A pesar de ello, cumple su trabajo y poco más. El trabajo de Selway es una ejecución impecable y una variación en la distribución rítmica de los compases más comunes, lo que da gusto cuando se le desentraña. En el caso de Tom Skinner, encontramos algo muy diferente. Hay una contribución decisiva en la experiencia musical del álbum; los ritmos no son sólo construcciones pegadizas sobre de las cuales se puede ensamblar una canción, no sólo es un metrónomo elaborado, es realmente un músico. Creo que se puede aprender mucho del trabajo de Skinner como compositor, como baterista, y en general como artista. La disposición de la macroestructura es interesante, y el uso de imanes y otros pseudo-instrumentos de percusión lo convierten en un músico mucho más variado e interesante.

Pasando al segundo punto, tenemos a Jonny Greenwood. ¿Qué se puede decir de él que no haya sido dicho con anterioridad? Lo cierto es que Greenwood es quizá el mejor guitarrista de su generación; no por su habilidad o por su manifestación técnica, sino por su nivel de exploración de la música. Pocos artistas le saben sacar tanto jugo a un instrumento como Greenwood a su guitarra. Hay canciones, por ejemplo “Free in the knowledge” en las que es difícil rastrear el paso de su guitarra, pues no la interpreta convencionalmente. El uso del arco de un violín en su les paul no sólo es inesperado, no sólo maravilla, es encantador. No creo que haya algún músico que se le compare en el sentido de la búsqueda de recursos musicales que contribuya al arte como él. Otro aspecto a mencionar es su forma de tocar el bajo. Si bien, se nota que ha llevado el instrumento de seis cuerdas por mucho tiempo, se nota que entiende las características más específicas de las cuatro cuerdas. Explora una saturación más expuesta y un sonido menos profundo que el bajista convencional. Respecto a su evolución, hace mucho tiempo atrás que quedó rebasado ese rasgueo agresivo a la mitad de “Creep”. Se nota una progresión técnica de A moon shaped pool. Se nota que siguió componiendo, siguió escuchando, y sobre todo, siguió interpretando. Sus ritmos y su melodía son, no sólo gratos, son adorables en el menos peyorativo de los sentidos. Qué gusto da escuchar a Jonny en un nuevo proyecto. Aunque claro, escucharlo en Radiohead con un nuevo álbum tampoco estaría mal.

La tercera parte de mi comentario es predeciblemente acerca de Thom Yorke. Como con el trabajo de Greenwood, el de Yorke es exploratorio. Busca alcanzar latitudes inexploradas de la musicalidad de los instrumentos. Exprime su voz hasta límites insospechados. Trae toda la innovación de bandas europeas y norteamericanas menos conocidas a un plano mucho más accesible para la comunidad escucha del rock en inglés. Se nota una progresión natural desde su último álbum solista Anima, se nota una evolución desde el A moon shaped pool, incluso hay vestigios del King of limbs, y hasta de Kid A.  En su modo de usar la distorsión de su voz, en sus arpegios, hasta en el registro de sus teclados y del bajo. Es un hombre orquesta en muchos sentidos, pero dejando de lado su ejecución en los instrumentos, quisiera hablar un poco de las letras. Yorke no parece estar intimidado de la más abismal surrealidad y simbolismos con metáforas que pertenecen a un campo semántico, por no decir otra cosa, raro. Usa palabras de difícil pronunciación, que para alguien que no puede leer las letras puede ser dificilísimo de interpretar. Compone imágenes del mero siglo XXI con una intención. Creo que esa intención es dar paso a lo que la musicalidad de las palabras inesperadas puede hacer por la música. The Smile lleva poco tiempo como banda, A light for attracting attention es un golpe en la mesa, con la mano abierta, y dispuesta a que se le escuche en seco. Es una experiencia rara, a veces incómoda, y a veces aburrida, sorprendente, distinta, coherente. Definitivamente puede poner una sonrisa en el rostro, o borrarle la alegría a un rostro para siempre.

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