Año 15, número 195.

En 20 poemas para construir una casa, las palabras ya no le pertenecen al autor pues toman vida propia ya que son el elemento principal para la construcción que se hará. Cada poema es un mundo propio pese a estar en la misma casa, el poema es el constructor de un hogar.

Nancy Velázquez

Alejandro Von Düben es un escritor chapalense muy completo, pues ha incursionado en géneros literarios como el cuento, la poesía y el ensayo. El texto que hoy nos reúne es 20 poemas para construir una casa, poemario dirigido al público infantil, ganador del segundo Certamen Internacional de Literatura Infantil y Juvenil FOEM, convocado por el Gobierno del Estado de México, a través del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, en 2017. Que sea una obra con reconocimiento internacional no significa que sea una obra de difícil alcance, por el contrario, la naturalidad con que las partes de la casa cobran vida en la obra, permite que podamos disfrutar del periplo al recorrer las páginas. Pero qué hay del proceso creativo del autor, ¿es fácil escribir para niños y jóvenes?, ¿cómo debe ser la literatura para niños y jóvenes? Alberto Chimal dice en una entrevista que las historias que leemos cuando somos niños jamás se olvidan, que siempre saldrán al recuerdo, ¿será que las historias de Alejandro son las que leía e imaginaba de niño? Entonces, ¿cómo leen los niños y jóvenes?, ¿qué les gusta leer? Antonio Ortuño expresa en la presentación de uno de sus libros, considerada novela juvenil, que él no creía que existiera este tipo de literatura, es decir, que fuera un género como tal, sino que los jóvenes leen con más rapidez, con más prisa, y hay que pensar en eso cuando se escribe para ellos. En cuanto a los niños, considero en mi experiencia, que leen y escuchan historias con la intención de asombrarse, divertirse, imaginar y jugar, no les gusta la pasividad. 

En El placer del texto escrito por Roland Barthes, el autor sugiere que el placer de la escritura no asegura que mi lector vaya a disfrutar de mi texto. Se necesita más bien, crear un espacio con posibilidad de goce y que haya posibilidad de juego. Pues cuando el lector es sólo un campo de expansión para el autor, el texto puede tornarse frígido. Ante estos escollos el escritor podrá entrar en una especie de neurosis, un mal menor, pero desde donde es posible escribir. Cito a Barthes: “Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano no querría, sólo soy neurótico. El texto que usted escribe debe probarme que me desea.”. 

Tal vez el camino para escribir este libro fue bajo la neurosis, pues un poco de locura es necesaria para darle vida a las cosas de una casa -ya nos dirá Alejandro Von Düben si se escribió bajo esta posibilidad-, pero sostengo que es un libro para el disfrute de chicos y grandes.

Existe el viejo reclamo pedagógico de que los libros para niños deben dejar una lección de valores, quedando la condición estética del lenguaje en segundo plano. 

¿Creen ustedes que el niño verdaderamente disfrute de lecturas moralizantes que terminan por castigar los vicios? O ¿será que puede perder el interés cuando percibe que las lecturas sólo son lecciones de comportamiento? 

Cuando leemos a un niño debemos apoyarnos para mantener su interés haciendo uso de imágenes, de gestos, cambios de tono de voz y creando movimientos; este trabajo no lo podría hacer el autor con cada uno de sus lectores, no obstante lo hace desde su pluma. En 20 poemas para construir una casa, las palabras ya no le pertenecen al autor pues toman vida propia ya que son el elemento principal para la construcción que se hará. Cada poema es un mundo propio pese a estar en la misma casa, el poema es el constructor de un hogar. Cito la última parte del primer poema titulado “Poemas para construir una casa” que dice así: “Cuando los poemas hayan terminado 

la casa será como un sueño 

habitado 

con los ojos abiertos”, termino la cita. 

Abran bien los ojos y prepárense para conocer a la estufa regordeta y buena cocinera que crea los mejores pasteles, que aunque termine comiéndoselos siempre le confiaremos la hazaña; deben estar atentos al televisor que pierde el control, que se le cruzan los cables y hasta quiere prenderse fuego; sean empáticos con el excusado que debe soportar traseros todo el tiempo y aguantar malos olores; valoren el esfuerzo que hace todos los días la ventana por abrir las persianas pese a ser ciega; nunca se han preguntado, ¿a dónde va la luz cuando se va?, tal vez lo descubran; admiremos los mejores atuendos del ropero para disfrazar el vacío que lleva por dentro; dejen en paz a la dormilona de la cama para que esté confortable; también podremos jugar a las escondidas detrás de las cortinas; es probable que podamos reunirnos en el comedor si logran traer a las sillas que juegan fútbol; la máquina de escribir, la computadora y el télefono serán palabras que cobren vida sobre el escritorio; descuiden si han perdido las llaves, acá hay puertas que abren otras puertas; descansemos un poco como el animal fiel y pasivo que es el sofá; siempre hay espacio para el amor, como el lavadero que está enamorado de la lavadora, un lavadero duro y de buen cuerpo; si están abrumados podremos refugiarnos en el reino secreto, habitación de cuatro paredes, ciudad de la infancia; por los libros ni se preocupen, hay un árbol lleno de ellos, sólo recuerden que en otoño las hojas caen; el coche está castigado en el garaje por morder a un perro; para apaciguar el calor

se ha construido un iglú dentro del refrigerador, podrán comer helado y jugar hockey; las paredes están a salvo, están durmiendo de pie y soñando, se turnan para dormir y no caer. ¿Y al final?, un espejo con fondo blanco que cuando te asomas escribe palabras para describirte como el personaje de un libro, refleja novelas y hasta poemas. El lenguaje que se crea dentro del poemario está siempre en movimiento, jugando, haciendo guiños y hablando con nosotros. Así el lector no sólo es espectador, sino que pasa a intervenir y ser parte del juego que el autor crea para dialogar con el lector. 

Es posible que el lector más pequeño se encuentre con un mundo al alcance de sus intereses, pues el escritor cumple con las necesidades del menor antes dadas. El lector adulto podrá reconocerse y reflejarse en ese espejo para que comience a rememorar la infancia y la nostalgia de la misma, pero no tengan miedo de jugar también y divertirse. 

Finalmente debo confesarles que fue posible que saliéramos de nuestros reinos secretos porque se nos convocó para reflejarnos en el espejo con forma de lago para que nos ayude a construir esta presentación donde finalmente las palabras tomen vida fuera del escritorio y, aunque dejamos un poco vacíos los roperos, quizá podremos reunir a una familia de amigos en el comedor para disfrutar juntos del misterio que hay detrás de otras puertas.

liseth.vlzvz@gmail.com