Año 13, número 161.

La llanura está blanca, sin voz ni movimiento.
Ni un ruido, ni un sonido; la vida se ha apagado.
Solo se escucha a ratos el fúnebre lamento,
que en un rincón del bosque lanza un perro extraviado.
No hay en el aire cánticos ni parvas en las eras.
Calló sobre los campos el invierno ceñudo.
Los árboles semejan fantasmas o quimeras
y cubren con sudarios su esqueleto desnudo.
La luna lleva prisa, parece que está yerta;
su redondez resbala por el azul de hielo,
mira triste a la tierra, y al verla tan desierta
huye por los espacios perdiéndose en el cielo.
Fantástica cascada de frío son sus rayos
vertiéndose en la helada llanura, y a lo lejos
la palidez difusa que siembra en sus desmayos
espejea en la nieve con siniestros reflejos.
¡Pobrecitos los pájaros sin cobijo abrileño!
Sopla entre escalofríos el viento en la alameda
y por mucho que ahuequen su plumaje de seda,
sus patitas se hielan y huye de ellos el sueño.
En las ramas desnudas, que tienen piel de hielo,
entre las frialdades de luna, viento y selva,
tiritan desvalidos, con un piar muy leve,

y esperan a la aurora, que acaso nunca vuelva.

Guy de Maupassant

Foto: Pixabay

El 5 de agosto se cumplen 170 años del nacimiento del francés Guy de Maupassant, considerado uno de los más importantes escritores de la escuela naturalista. Según el historiador Rafael Llopis, Maupassant fue “una figura singular, casual y solitaria”.

Luchó siempre por su independencia como escritor, por lo que no se adhirió a ningún grupo o escuela, pero sí sería cercano de varios escritores como su mentor Gustave Flaubert, Émile Zola e Iván Turgénev.

Su obra reflejaba sus problemas nerviosos y pánico heredados, su carácter pesimista y misántropo estaba motivado por la influencia de Schopenhauer y Flaubert.

Entre su obra destacan “Bola de sebo”, ¿Quién sabe?, El Horla, Una vida, y Fuerte como la muerte. Se ha hecho teatro y cine inspirado en la obra de Maupassant.