Año 14, número 177.

Hay registros poco visibles, poco hablados y poco difundidos, donde históricamente las mujeres han jugado un papel importante en esos roles que nos han enseñado que son exclusivos de los hombres, donde sólo hay héroes masculinos.

Fotografía: Araceli Gutiérrez

Araceli Gutiérrez

El domingo 8 de marzo de 2020 mientras paseaba por el centro de Guadalajara, me detuve a leer y a escuchar historias de mujeres en el punto donde comenzaría la marcha en conmemoración por el día de la mujer, vi pancartas en manos de familiares con fotografías de desaparecidas. No tenía pensado participar en el contingente, pero al ver expresado en los rostros de las mujeres y en sus carteles tanto dolor, desesperación e impotencia, de último momento decidí integrarme. Quise ser parte del movimiento y de la lucha por lo que sentí la necesidad de camuflarme entre los colores morado y verde e inicié el recorrido.  

Al pasar frente al edificio administrativo de la Universidad de Guadalajara, de nuevo me detuve a leer las pintas y algunas pancartas que habían sido pegadas en el recinto, me llamó la atención una papeleta a los pies del monumento de José Guadalupe Zuno, se trataba de la fotografía y datos de una mujer desaparecida llamada Lizbeth Araceli, al ver mi nombre tuve una sensación extraña. Recordé que en Agua de Lourdes, una crónica de Karen Villeda, en la que parte de una noticia del asesinato de una mujer que lleva su mismo nombre, de ahí pasa a investigar sobre mujeres asesinadas, desaparecidas y violentadas con el nombre de Karen. Google le despliega una cantidad enorme de resultados en su búsqueda. Karen Villeda nos muestra la forma en la que empatizamos con las historias de otras personas que comparten nuestro nombre.

Anteriormente yo ya había leído sobre el impacto que tiene este fenómeno, según algunos estudios de las neurociencias al escuchar nuestro nombre se produce una activación neuronal del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, por lo que se genera un efecto positivo y es así como algunas marcas han empleado campañas publicitarias o implementado servicios que usan los nombres propios con la finalidad de atraer al consumidor, tal es el caso de Coca Cola y Starbucks. También algunos políticos y líderes adoptan la estrategia de grabarse los nombres de las personas con las que interactúan porque creen que esto genera empatía.

Ese mismo año la FIL de Guadalajara me llevó a otro encuentro con mi nombre mientras veía los estantes del área internacional, me detuve en uno que tenía una torre de libros y encima un exhibidor con un libro de fondo blanco que decía Araceli en letras rojas, lo tomé, leí su cuarta de forros y me pareció muy interesante. Las cuartas de forros tienen la función de informar sobre los contenidos y valoraciones de los libros, pero es bien sabido que las editoriales las emplean como una estrategia publicitaria, por lo que para no parecer un consumidor emocional evité comprarlo, así que dejé el libro y seguí  mi camino. Meses más tarde entré a una librería en Guadalajara y de nuevo las estrategias de merchandising, que hacen colocar las novedades y las ofertas al frente, en la parte más visible de la tienda,  me llevan a ver otra vez el libro Araceli de Emma Yanes Rizo. Esta vez motivada por el precio decidí comprarlo. 

Araceli. La libertad de vivir (Nicaragua, 1976-1979) de Emma Yanes Rizo, trata de la vida de Araceli Pérez Darias (1945-1979), hija de españoles avecindados en México, de una posición socioeconómica media alta; su padre, de ultraderecha, militante del franquismo; su madre, una ama de casa conservadora, ambos regidos por el catolicismo. A pesar de ese panorama tan tradicional, Araceli opta por otro camino que la conduce a tres rupturas ideológicas importantes en su vida.

La primera ruptura fue cuando opta por el estudio como vocación antes que el matrimonio, por el ateísmo y el compromiso consigo misma como ser social en lugar de la religión católica, también se decidió por el amor libre como alternativa conyugal, dijo no al matrimonio civil y al religioso.

Se forma como psicóloga clínica donde da paso a una transformación ideológica que la lleva a su segunda ruptura vital, ella creía que la salud mental de sus pacientes no dependía del individuo ni de las recetas de antidepresivos, sino en su relación con la sociedad, consideraba que era importante crear un sistema social donde el hombre pueda vivir con otro hombre.

Se adentra a los estudios de las teorías marxistas y le da otro enfoque a la psicoterapia, según el cual el médico debe contribuir a un cambio político. A Araceli deja de satisfacerla su profesión e inicia su búsqueda de participación política, misma que posteriormente la llevaría a participar en el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Es aquí  donde se da la tercera y más importante ruptura ideológica de su vida, que la lleva a abandonar sus intereses de clase para entregarse de lleno a la lucha revolucionaria. Finalmente Araceli Pérez Darias es asesinada por la guardia somocista en el barrio de Veracruz, en la ciudad de León (Nicaragua) el 16 de abril de 1979.

Es común que no se hable mucho sobre este tipo de mujeres, como sí se habla de personajes como el Che Guevara, Emiliano Zapata, el subcomandante Marcos, incluso el propio Jesucristo, que se han convertido en verdaderos íconos revolucionarios por sus propósitos y acciones en pro de un bienestar social, pero en el caso de las mujeres, la guerra y las luchas son otro de los campos en los que son invisibilizadas, porque según los roles establecidos, las mujeres no son para la guerra por ser el “sexo débil”. No obstante, hay registros poco visibles, poco hablados y poco difundidos, donde históricamente las mujeres han jugado un papel importante en esos roles que nos han enseñado que son exclusivos de los hombres, donde sólo hay héroes masculinos.

 Como ejemplo de lo anterior podemos referir la forma en que nos enseñan la historia de la Revolución Mexicana en la escuela. Las adelitas son presentadas como las mujeres que acompañaban a los hombres para hacerles de comer durante la guerra y no como las mujeres que también portaban armas y que también iban al frente de la lucha. Otro ejemplo es el caso de las mujeres en la participación de la segunda guerra mundial, de lo que también se sabe muy poco, pero en el libro La guerra no tiene rostro de mujer de la escritora premio nobel Svetlana Aleksiévich, se muestra una perspectiva de la guerra ignorada hasta nuestros tiempos, donde casi un millón de mujeres combatió en las filas del ejército rojo durante el conflicto bélico, es un libro que recoge recuerdos de cientos de esas mujeres que condujeron tanques de guerra, que fueron francotiradoras, mecánicas automotrices o que trabajaron en hospitales de campaña.

Y así podemos seguir encontrando datos en documentos poco conocidos por las mayorías, pero que existen y que muy pocas personas hablan de ellos. Sin duda la historia y otros ámbitos están en deuda con las mujeres, pero afortunadamente estamos viviendo una época importante, pues ha surgido una nueva ola feminista que ha tomado varias formas, distintos enfoques, pero que al final busca visibilizar la participación del sexo femenino en los distintos entornos.

araceli.gutierrez@cusur.udg.mx