Año 13, número 158.

El inicio y fin de la primera etapa de la literatura gótica están marcados por la obra de estos tres escritores

Marcela Álvarez

Muchos estudiosos coinciden en que la literatura gótica inicia en 1764 con El castillo de Otranto, del inglés Horace Walpole. Este singular escritor era un conde, es decir, alguien rico y con mucho tiempo libre. En dicha novela empiezan a aparecer los elementos narrativos propios del género gótico; por ejemplo, el espacio es un castillo y el tiempo de la acción está enmarcado en el siglo XIV. La acción se desarrolla en la Italia medieval y la historia narrada es la del tirano Manfred, el cual carga una maldición proveniente de antiguas generaciones familiares. Este hombre intenta casar a su hijo Conrad con la princesa Isabella, con el fin de perpetuar su herencia. Pero el día de la boda sucede un evento terrible con su hijo, a partir de ahí se inicia a una serie de fenómenos misteriosos y sobrenaturales, como un enorme yelmo que cae sin razón aparente, estatuas manchadas con gotas de sangre o un cuadro que habla.

A Walpole se le reconoce como el pionero de este género, pero la inglesa Ann Radcliffe llevó lo gótico a nuevas dimensiones. Esta escritora es muy importante dentro de la tradición gótica, ejerció influencia en muchos otros autores como Austen, Coleridge y Byron, entre otros. En 1794 publicó Los misterios de Udolfo, una de sus primeras novelas. Aquí ya se empezaban a notar con mayor precisión los rasgos esenciales de lo gótico: el espacio es un castillo antiguo y grotesco en donde suceden cosas sobrenaturales, como la visión de vagas figuras extrañas, la aparición de un fantasma, el sonido de voces sepulcrales. Sin embargo, a diferencia de Walpole, en Radcliffe estos sucesos tienen una explicación racional. La protagonista de esta historia es Emily, quien debe hacer frente a las perversidades y problemas provocados por el malvado Montoni. Emily es, entonces, una heroína, a diferencia del principal personaje de El castillo de Otranto. Según algunos críticos, un rasgo esencialmente gótico es «la descripción del paisaje que juega un papel fundamental para transmitir el estado emocional de los personajes», propio de la narrativa gótica y de la literatura en general.

Charles Maturin, con su novela Melmoth el errabundo publicada en 1815, demostró la asimilación de la tradición gótica y marcó el final de dicha etapa iniciada por Walpole. La historia trata sobre Melmoth, un hombre que hace un pacto con el diablo a cambio de vida eterna y que a causa de ello deambula por espacios miserables (cárceles, manicomios, tribunales de la Inquisición). A diferencia de Walpole y Radcliffe, este fenómeno sobrenatural es utilizado para retratar la condición del hombre. Adquirir la vida eterna no conduce a la felicidad, sino a la devastación psicológica. Maturin describe la vida humana como una experiencia constante de sufrimiento y tortura moral y física que irremediablemente está abocada a la catástrofe. En esta novela los laberintos lúgubres y subterráneos sirven como metáfora del estado emocional de los personajes. Maturin retrata los abismos de la psique humana a través de la novela gótica y prefigura los terrores psicológicos que después llevó Poe a su máxima expresión.

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