Año 15, Número 198.

Algunas de las prácticas más reconocidas en los estadios de fútbol es el coreo de distintas consignas

Fotografía: 20minutos.com.mx

Ramón Moreno Rodríguez

Creo que los mexicanos opinamos que nos caracteriza el ingenio y la picardía, sobre todo cuando de molestar a los demás se trata. Hay muchas maneras de hacer gala de tales dones, y una que se practica en los estadios de fútbol hace ya algunos años es corear cierta consigna majadera cuando el portero del equipo rival despejará el balón desde su zona de juego.

Dicha práctica se generalizó y fue motivo de muchas risas, burlas, entretenimiento y aceptación. Personas que acuden a los estadios y que para nada tienen interés en mezclarse con las porras y sus rijosas maneras de apoyar a su equipo, participaban (y aún participan) festivamente en esos momentos de hacer el coro; quizá en las demás baladronadas se abstienen de participar, pero esa proclama les parece tan certera e ingeniosa que no quieren ahorrarse la alegría que les causa proferir esa fórmula majadera e insultante. Quiero decir que tal consigna, desde que nació, ha tenido una aceptación generalizada y hoy por hoy goza de buena salud en cuanto a la preferencia del respetable, como se dice.

Pero dicho entretenimiento ha sido motivo de quebraderos de cabeza para las autoridades futbolísticas de nuestro país cuando este divertimento saltó a la escena internacional. En efecto, cada vez que la selección de fútbol mexicana acude a competir en estadios de otros países, sus corifeos no se abstienen de intentar molestar al portero del equipo rival cantándole el consabido: “eeeeeeh, putooooo”. Dicho regocijo fue tan exitoso en nuestra patria como lo es en los otros países donde se presenta nuestra selección. Quiero decir que los aficionados de las selecciones contrarias, ni tardos ni perezosos, conscientes de lo hiriente que puede ser la consigna, no se la ahorran al guardameta de nuestro equipo y muy festivos y risueños pagan con la misma moneda a nuestro portero. Y no me refiero exclusivamente a los países de habla hispana en donde se presentan los nuestros; dicho coro ha sido tan exitoso, que los aficionados al fútbol en Brasil, por ejemplo, se entretienen cuando el partido está aburrido y abuchean tanto a un portero como al otro. Sí, eso sucede también en aquel país hermano, aunque allá no se hable español sino portugués y por lo tanto cabe preguntarse si dicha fórmula en aquella lengua significa lo mismo que en la nuestra.

Pues bien, después de tres párrafos nos vamos acercando a nuestro propósito lingüístico, y pido disculpas al amable lector por lo dilatado del preámbulo. Como sabemos, las autoridades internacionales del fútbol profesional, después de haber hecho oídos sordos a tal gusto majadero que surgió tan espontáneo en los estadios, decidió por fin intervenir para tratar de limitar, corregir y extinguir tan exitoso pasatiempo. En estos años tan proclives al deseo de ser políticamente correctos, las autoridades de la FIFA se metieron en un berenjenal del cual no han podido salir, y junto con ellos enredaron a las autoridades del fútbol profesional mexicano que tampoco encuentran las fórmulas apropiadas para resolver el contencioso. A nuestro parecer, la FIFA ni podrá salir airosa de sus gazmoños propósitos ni creo que la tarea que le han impuesto a la FMF terminará con éxito; por el contrario, pensamos que dicha práctica continuará con tan buena salud todo el tiempo que el público lo desee, y ese uso no se extinguirá por la coacción en contra de unos directivos que nada pueden hacer por corregir las vulgaridades de una masa anónima. Más aún, creo que dicha torpe decisión lo único que ha logrado es darle fuerzas al viento y, repito, el público con mayor alharaca seguirá coreando su festiva y majadera consigna porque así es la psicología de las masas, entre más le prohíban más insistirá en su gusto y más divertida se le hará la gracia, porque ven que no sólo molestan al portero, sino a los hombres de los pantalones largos que no pueden imponer sus criterios de lo políticamente correcto. Eso no se terminará hasta que aburra a los aficionados o se encuentren consignas que parezcan más ingeniosas y divertidas. Lo que ha pretendido la FIFA es ponerle puertas al campo.

La organización internacional del balompié profesional ha cometido un doble error. De autoridad futbolística (es un decir, en realidad ellos rigen y manipulan los millonarios negocios de ese espectáculo) se quisieron convertir en autoridad de la decencia, por un lado; y por el otro, en esta guerra contra la homofobia, lo que han hecho es “matar” al mensajero en lugar de matar al enemigo. En efecto, la torpeza ha sido mucha y la búsqueda de solución a un problema que no es problema llevó a estas autoridades a castigar a la organización mexicana del fútbol o a los dueños de los estadios, vetando el uso de los mismos donde el público realizara tal práctica. Y lo lógico es pensar ¿y ellos qué culpa tienen? Los dueños de estadios y autoridades futbolísticas locales no han gritado insulto alguno a los jugadores.

Pero el error más grave, más torpe, ha sido querer convertirse en autoridad lingüística quienes pueden saber mucho de negocios deportivos, pero dudo que hayan estudiado filología o lingüística como para hacer tan «sesudas» conclusiones. Peor aún, quienes decidieron las sanciones no son, hasta donde alcanzo, hispanoparlantes. ¿Cómo atreverse a opinar sobre los usos y significados de una lengua que se desconoce, y peor aún, de un uso coloquial muy mexicano, que de seguro no corresponderá al uso que dicha expresión, dizque homófoba, le dan en otros países del ámbito hispanoparlante?

En efecto, la FIFA tomó el rábano por las hojas. No defenderé tan majadera expresión, pero sin duda ese corito no significa necesariamente lo que se ha querido interpretar, hay sobradas pruebas del uso del español en México, y muy concretamente del área metropolitana de la ciudad de México, en que queda patentísimo que esa expresión no es necesariamente homófoba. Y por el contexto en que se la usa en los estadios, no puede sino confirmarse que no es una proclama de tal tipo, sino una vulgaridad hiriente, pero no homófoba.

Más aún, si las autoridades futbolísticas internacionales se hubieran tomado la molestia de consultar algún diccionario, podrían haberse dado cuenta del papelón que están haciendo, porque las diversas definiciones dejan patentísimo lo que estoy sosteniendo. Empecemos con el DRAE, y si me da tiempo, utilizaré algún otro lexicón.

En este libro la Academia incluye siete definiciones para la dicha palabrita y, oh sorpresa, justo la primera acepción que se explica es exactamente el significado que tiene la expresión de las barras bravas futboleras de nuestro país pues, repito, en el contexto en que se le usa, no puede tener otro significado sino este primero.

Dice así el DRAE: “Se usa como calificación denigratoria. Me quedé en la puta calle”. Yo creo que en buen sentido nadie se atrevería a acusar a la calle de homosexual y a quien lo dijo como un homófobo. Con más precisión, la expresión se usa en México como sinónimo de cobardía y de alguna manera, el DRAE incluye una definición, si no exacta, sí muy parecida: “Se usa para enfatizar la ausencia o la escasez de algo. No tengo un puto duro”. Y eso se quiere decir cuando en el español hablado en México se dicen expresiones conminativas del tipo: “Anda, súbete, no seas puto”. Se quiere pues decir, “no carezcas de valor, no seas cobarde y hazlo”.

Y este es el contexto en el que se le usa en los estadios cuando el portero del equipo rival despeja la bola hacia el área enemiga. Se le está diciendo, eres inútil, careces de puntería y el balón no saldrá de tu área. Es una manera de convocar la mala fortuna para ese jugador, es una manera de intimidarlo para que cometa torpezas y expresiones y frases que se usan con ese mismo sentido hay algunas, sea por caso, “císcalo, císcalo, diablo panzón”.

¿Dónde quedó la homofobia? En ningún lado. En la mente hipócrita de los jerarcas de la FIFA, de los cuales tenemos sobrada información de lo abusivos y contrarios que han sido contra el movimiento gay, pues en una supuesta defensa de la imagen y de la virilidad del deporte han actuado represivamente en contra de los jugadores homosexuales que han querido salir del clóset, pero como ahora los tiempos soplan en otras direcciones, están resultando hipócritas porque ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el ojo propio. Esto les sucede por querer convertirse en autoridad lingüística cuando no lo son.

ramon.moreno@cusur.udg.mx