Año 13, número 152.

En el español mexicano existen palabras que se han modificado debido al prestigio y a la novedad lingüística que se les concede

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Ramón Moreno

En términos generales, el español que usamos en México es de muy buena factura. El léxico, las construcciones sintácticas y la realización del habla de la mayoría de los mexicanos gozan de cabal salud y hunde sus raíces en el español castizo que nos fijó por primera vez Elio Antonio de Nebrija en los albores del Renacimiento.

No obstante, como todas las hablas y los idiolectos concretos, padecemos algunos vicios que afean de vez en vez nuestra concreción de la lengua. Por ejemplo, los mexicanos abusamos del pronombre “le” y siempre se lo ponemos a casi todos los verbos aunque no venga al caso (cómprale, dígale, saludarle, óigale, súbale). Otra piedra en nuestro zapato es el uso abusivo de los diminutivos; los mexicanos en el lenguaje, como en la tecnología los japoneses, todo lo hacemos y lo queremos pequeño; es canónico de estos ejemplos el famoso “ahorita” por “ahora mismo”, y el atroz “ahoritita” por “de inmediato”; aunque esa inmediatez nos tiene sin cuidado y con mucha frecuencia intentamos disimular con él un deliberado retardo.

Ni qué decir de la entonación de las “chicas de la Ibero”, que hablan como si trajeran el migajón en la boca o la sinfonía cantada del habla tepiteña que consagrara en el cine Pepe el Toro. Y otro tanto sucede con el complejísimo —para nosotros— uso del pronombre átono “los”, en posición de objeto directo, pues nunca logramos distinguir que debemos decir “se lo dije” y siempre decimos erróneamente “se los dije”.

Pues bien, de esos vicios en nuestro español mexicano hay dos de los que hoy hablaré y que, tengo para mí, no son inventos ni enredos nuestros, sino que les hemos comprado la moda a otros países. Me refiero al uso del adverbio “recién”, regido con verbo conjugado y la sustitución que hemos ido haciendo de la palabra gasolinería por gasolinera. Veamos.

El adverbio “recién”, apócope de reciente y recientemente, se rige con verbos en participio; esto es, que cuando pongamos a un lado de este adverbio un verbo, no debe estar conjugado (recién compré), sino que debe construirse con participio (recién comprado). Si es deseo del hablante que no quede en el aire quién realiza la acción (comprado, construido), sino que por el contrario sea patente que yo la realizo (compré, construí), debería usar la forma no sintética del adverbio y entonces decir “recientemente compré este teléfono”, pero no, “recién compré este teléfono”. Pues bien, hace unas décadas, los mexicanos construíamos perfectamente el adverbio recién+participio, pero de un tiempo a esta parte nos ha dado por usarlo erróneamente y lo que antes hacíamos bien ahora lo hacemos mal.

¿A qué se debe esta dejación de lo correcto y la torpe adopción de lo incorrecto? Al prestigio lingüístico. En este caso concreto, al prestigio y a la autoridad que le concedemos a formas que a nosotros nos suenan novedosas (y lo son); y por ser extranjeras y nuevas les damos total crédito y las adoptamos sin darnos cuenta de nuestra torpeza.

No lo sé de cierto, pero tengo la sospecha que ese uso nos vino de Argentina. No tengo pruebas para sostenerlo, pero la inferencia que hago es que, en términos generales, en el resto de Hispanoamérica se usaba correctamente recién, por ejemplo, en Colombia, Ecuador o Perú. No obstante, su uso inapropiado en Argentina era (y lo sigue siendo) de la manera como explicamos arriba. Por ello es mi inferencia en tal dirección. Además, debemos tomar en cuenta que a finales de la década de los años setenta del pasado siglo hubo una fuerte migración de argentinos a nuestro país; quizá por ahí nos vino ese uso que analizamos.

Sea como fuere, el caso es que muchos mexicanos, sobre todo en cierto contexto de habla culta o que pretende ser culta, se han metido esta manera de construir oraciones y quienes lo usan, muy orondos y muy originales, no se dan cuenta que han metido la pata en el lodazal de la incorrección.

Por otro lado está el uso de gasolinera en lugar de gasolinería. Si bien podemos señalar que empezamos a utilizar recién+verbo conjugado hacia la década de los años setenta del pasado siglo, el caso de este sustantivo debió entrar en nuestro léxico en los años ochenta o acaso en los noventa, también del pasado siglo XX, cuando ya teníamos mucho tiempo usando gasolinería y poco a poco se ha ido sustituyendo. Tampoco tengo pruebas, pero opino que debió llegarnos de España. Veamos el fenómeno.

La construcción de nuevas palabras se hace, entre otras formas, a través de la derivación. Es decir, que usamos una determinada como punto de partida para construir una nueva, pues le agregamos a esa primera (primitiva) algún morfema o un lexema o prefijo o sufijo, y así obtenemos la nueva (derivada o neologismo); por ejemplo, panadería procede de pan.

Veamos el mexicano uso de gasolinería. La derivamos de gasolina (que a su vez provino de la universalmente aceptada gas+oil+ina) y le agregamos el sufijo -ería, que se utiliza en sastrería (de sastre) o en confitería (de confites) o en tintorería (de tintura). Es decir, que esta partícula nos sirve para aludir a un oficio (el del sastre) o un taller (el de las confituras) o el lugar donde se vende o se aplica ese género (el tinte). A mi parecer el neologismo es apropiado, es decir, está bien construido y fue bien aceptado por los hablantes de la lengua en nuestro país. No obstante, en España el neologismo que ellos usan se construyó con la misma palabra primitiva (gasolina) pero utilizaron el sufijo -era para construir su nueva palabra y que significa “el lugar u objeto donde se guarda o hay cierta cosa”, como aceitera, de aceite; pimentera de pimienta, y así sucesivamente. Es también mi parecer que la construcción es apropiada y está bien construida, y también fue bien aceptada por los hablantes de aquel país.

Creo que a raíz de la imposición de la democracia en aquella nación (1978), los intercambios y los influjos que de allá nos vienen se intensificaron y a causa de los medios masivos de comunicación los mexicanos empezamos a copiar su gusto por “gasolinera” y a desechar por supuestamente incorrecta “gasolinería”. De tal manera se ha impuesto esta moda, que he escuchado a no pocos alumnos que me dicen nunca haber escuchado la palabra gasolinería, sino solamente gasolinera.

Opino que, como ya dije en otra entrega, son ambos neologismos una manera de ver la realidad (lo mencioné a raíz de que acá en México decimos “cuarto para las once” y allá “las once menos cuarto”) y ninguno es mejor ni peor. No obstante, reina en muchas personas la confusión de creer que nuestra “gasolinería” es incorrecta. El cuestionamiento que se le puede hacer (y se peca de ultracorrección) es que una gasolinería ni es un oficio ni es un taller. Es muy fácil deshacer esta objeción porque, como ya se vio en dos de los ejemplos puestos (confitería, tintorería), este sufijo alude también al lugar donde se vende o se aplica algo, cosa que, como todos sabemos, es lo que sucede en las gasolinerías, que se aplica y también se vende gasolina.

Por otro lado, también se le puede hacer una pega a “gasolinera”, aunque también creo que es un exceso de prurito. Por los ejemplos vistos (aceitera, pimentera), en efecto, en una gasolinera se almacena y se resguarda gasolina, pero en una aceitera o en una pimentera no se expende o no se aplica el aceite o la pimienta. Son sólo depósitos, almacenes, y una gasolinera es más que un almacén.

En fin, no se trata de enmendarles la plana a los españoles; si a ellos les gusta gasolinera, está muy bien, con su pan se lo coman, como dice el refrán. Lo que se me hace curioso es que estando bien dicho “gasolinería”, en un ejercicio inapropiado de ultracorrección, muchos mexicanos prefieran “gasolinera” porque creen que es erróneo gasolinería. Es el mismo caso, ya aludido en otra ocasión, de “buen día” en oposición del correctísimo “buenos días”.

Creo que por lo antes dicho, mi conclusión es que debemos dejar de usar recién+verbo conjugado por incorrecto y “gasolinera” porque es una torpe inferencia de que “gasolinería” es un error.

ramon.moreno@cusur.udg.mx