Año 16, Número 228.

A través de la analepsis, en la novela, Julián Herbert lleva al lector a la horrible infancia de su madre

Désirée Lepe

Canción de tumba es una novela contemporánea escrita por el autor mexicano Julián Herbert. Fue publicada en 2012 y ganó el Premio Iberoamericano Elena Poniatowska. Es una novela de autoficción, pues el autor la escribió mientras su madre estaba muy enferma de leucemia; cuenta precisamente la historia de su madre. Sin embargo, la novela no es sólo la historia de Guadalupe Chávez, Lorena Menchaca, Vicky, Juana, ni Marisela Acosta (todas ellas su madre), sino que relata su vida y la de sus hermanos, su vida de pareja, su paternidad, sus adicciones y algo de su trayectoria como escritor.

Guadalupe Chávez, o Marisela Acosta, como prefería que la llamaran la mayoría del tiempo, fue una prostituta que tuvo cinco hijos (todos de diferente padre), y muchos años después, está postrada en una cama de hospital, muy enferma de leucemia. Julián es su hijo de en medio, “su hijo más amado y odiado (el único que alguna vez pudo salvarla de sus pesadillas, el único a quien le ha gritado «Tú ya no eres mi hijo, cabrón, tú para mí no eres más que un perro rabioso»)” y es el narrador de esta novela.

La vida de una prostituta es durísima, pero la vida del hijo de una prostituta también lo es. Herbert comienza la novela contextualizando que su madre fue sexoservidora y ahora está apunto de morir, y, a través de la analepsis, lleva al lector a la horrible infancia de su madre, a la de él y a la de sus hermanos (aunque habla muy poco de ellos). En las primeras páginas, cuenta cómo su mamá se cambiaba el nombre según el lugar en el que se encontraran, pues estaban en constante movimiento alrededor de la República Mexicana: “Se cambiaba de nombre con la desfachatez con que otra se tiñe o riza el pelo […] —Aquí me llamo Lorena Menchaca y soy prima del karateca. / Aquí me dicen Vicky. / Aquí me llamo Juana, igual que tu abuelita.”.

Habla de la inestabilidad que siempre fue una constante; la pobreza extrema que vivieron durante largos periodos, cómo a pesar de que Marisela se la pasaba todas las noches trabajando, el dinero nunca era suficiente para solventar los gastos. Cómo durante un tiempo vivieron en una casa hecha de lámina y cartón y él y uno de sus hermanos juntaban dinero en los camiones. Que él y su madre vivieron en el prostíbulo donde ella trabajaba durante una larga temporada. Que no conoce a su hermana mayor, su hermano mayor se fue hace muchos años a Japón, y su hermano menor tiene un problema con las drogas. Relata cómo a pesar de todo eso él logró sacar una carrera en literatura y convertirse en un escritor más o menos reconocido, y cómo nada de eso lo hacía feliz; se gastaba el dinero que ganaba en premios literarios en cocaína y alcohol. Incluso intentó suicidarse. La vida del hijo de una prostituta no es fácil.

Su paternidad tampoco fue la mejor. Tuvo dos hijos de diferente madre, y en ambos casos se declaró un fracaso, incluso sin haberlo intentado: “He tenido dos hijos: Jorge, que ahora tiene diecisiete, y Arturo, de quince […]. Una de las razones por las que no he sido un buen padre es el convenenciero puritanismo con que percibo los lazos que me unen a mis hijos”. Hasta que él y Mónica cruzaron caminos y se enamoraron perdidamente. Ahora están esperando un bebé mientras la madre de Julián está moribunda. Vida y muerte.

Herbert en ratos se sale de su historia para dejar ver el proceso creativo que lleva como escritor. Es curioso leer en “tiempo real” lo que estaba pensando y sucediendo en el momento exacto que lo escribió, así como sus explicaciones de cómo escribe, sus métodos y procesos mientras vive algo tan fuerte como la enfermedad de su mamá. “Así, desde la fiebre o la psicosis, es relativamente válido escribir una novela autobiográfica donde campea la fantasía. Lo importante no es que los hechos sean verdaderos: lo importante es que la enfermedad o la locura lo sean. No tienes derecho a jugar con la mente de los demás a menos que estés dispuesto a sacrificar tu propia cordura”.

Una novela muy original porque ¿a quién se le ocurre escribir sobre la vida de su madre mientras está a punto de morir?  Y, sobre todo, ¿quién se preocupa de que su madre no se muera, mientras escribe una novela sobre la muerte de la misma? Sin duda alguna, Julián Herbert es todo un personaje. Un escritor muy peculiar y brillante que retrata realidades de México que suelen ser ignoradas, que tiene el valor de contar su historia con la mera finalidad de desahogarse, que conmueve e incomoda equitativamente a los lectores, y que amaba a su madre profundamente.

Guadalupe, por otro lado, no sólo es una prostituta, y una madre, y una enferma de leucemia; es una mujer que tuvo una vida dura desde niña, una hija que su madre odiaba, una mujer que tuvo que dedicarse a la prostitución por necesidad, una mujer hermosísima que ama la música, y bailar, y que sueña con ir a La Habana. Una mujer fuerte, que trató de sacar adelante a su familia como pudo, que es humana y comete errores, y que desafortunadamente nunca tuvo una vida digna. Un retrato de miles de mujeres mexicanas a las que no se les da visibilidad.

Canción de tumba trata de sexo, pobreza, drogas, el complejo de Edipo, paternidades fallidas, relaciones de pareja y humanas, abusos, música y La Habana, de leucemia, negligencia médica, sacrificio e insatisfacción con la vida. Pero en realidad trata de madres e hijos. Trata de una madre y su hijo. Y de la muerte.

alexia.lepe5936@alumnos.udg.mx