Año 14, número 174.

La música folclórica asociada al mariachi nunca volvió a ser la misma, pues sus arreglos fuera de serie exigían una interpretación sólo posible con una formación y una disciplina que antes de Rubén Fuentes no sucedía en los grupos de mariachi

Foto: Difusión CUSur

Ricardo Sigala

Rubén Fuentes es una de las figuras más destacadas del amplio mosaico de artistas que le han dado nombre y prestigio a Ciudad Guzmán, y no sólo eso, sino que es uno de los pocos que aún están vivos. Como sucede con las figuras de esta talla, aunque su fama y reconocimiento sean considerables, pocas veces se conoce su trayectoria y la trascendencia de su obra, y sólo se queda la etiqueta de “famoso”. A pesar de que Rubén Fuentes se desarrolló en el ámbito de la cultura popular, lo anterior sigue siendo verdad.

Rubén Fuentes perteneció a una familia de músicos destacados, en donde el nombre más relevante fue el de su tío Aurelio Fuentes, quien fue un violinista destacado a nivel internacional, hizo giras en Europa y debió ser de gran influencia para la familia, en especial para el pequeño Rubén. El joven Fuentes recibió su formación musical en su propia casa por parte de su padre, quien le impuso una disciplina férrea; con él aprendió a tocar el violín, además de solfeo, armonía y contrapunto. A su llegada a la Ciudad de México en 1944, con tan sólo 18 años, la suerte lo llevó a “La W, la voz de América latina”, en donde se encontraba tocando el mariachi Vargas de Tecalitlán; en esa lejanía y con un futuro incierto en la megalópolis, el destino quiso que coincidiera con ese emblema de la música popular que marcaría la pauta de la música popular mexicana en el siglo XX, pues justo con ellos, Fuentes tendría su primera ocasión para mostrar su talento musical y definir la identidad sonora del mariachi.

Se dice que una de las grandes contribuciones de Rubén Fuentes fue haber llevado el mariachi al circuito comercial no sólo a nivel nacional, sino también internacional; sin embargo, en términos musicales, su contribución es aún más trascendente, y es que llevó esa música a una sofisticación pocas veces vista en la música popular y comercial, a él se le atribuye la creación del bolero ranchero y el mariachi sinfónico. La orquestación que logró Fuentes con el mariachi sólo pudo ser producto de una mente musical privilegiada, pues en ella convivió el espíritu del pueblo con la sofisticación de la música clásica. La música folclórica asociada al mariachi nunca volvió a ser la misma, pues sus arreglos fuera de serie exigían una interpretación sólo posible con una formación y una disciplina que antes de él no sucedía en los grupos de mariachi.

            Sin embargo, Rubén Fuentes no se sentía muy a gusto en el mundo de la ejecución y los escenarios, y pronto encontró que su lugar ideal estaba en una casa disquera como productor y arreglista, esa casa fue la RCA Victor. Ahí se darían otras más de sus grandes contribuciones a la música del siglo XX; desde esa tribuna compuso canciones imprescindibles del cancionero mexicano, promovió las carreras de cantantes icónicos de nuestro país, colaboró en las bandas sonoras del cine mexicano en su época más lúcida, y en todas las facetas de este trabajo el reconocimiento fue internacional.

            No cabe la menor duda que las carreras de varios cantantes no hubieran sido lo que fueron sin el talento y la visión de Fuentes. Intérpretes y compositores de la altura de Pedro Infante y José Alfredo Jiménez, sin cuyos nombres es inimaginable la educación sentimental de los mexicanos de la segunda mitad del siglo XX. En otro nivel, pero no menos relevantes, encontramos personajes como Miguel Aceves Mejía, Marco Antonio Muñiz, José José, Sergio Esquivel, Vikki Car, Linda Ronstadt, Lucha Villa, Lola Beltrán y Armando Manzanero, a quienes les produjo discos, hizo arreglos y grabó aportando su particularísimo estilo.

Sabemos que detrás de canciones tan populares como “La Bikina”, “Sabes una cosa”, “Cien años” o “Qué bonita es mi tierra” se encuentra la marca de Rubén Fuentes, pero hay un acervo enorme que él construyó durante de décadas. Canciones tan importantes como “Escándalo”, “Carta a Eufemia”, “Tiempo y destiempo” con la letra de Renato Leduc, o sus colaboraciones con Mario Molina con canciones como “El pecador”. Como vemos en estos ejemplos, se entrecruzan los caminos de la canción ranchera, el bolero y la balada en los que destacan sus grandes atrevimientos formales, es tan grande su búsqueda que llegó a experimentar temas cercanos al rock and roll como “El twist universitario”, que compuso para Juan Pablo Beltrán Ruiz, o “Las clases de twist” para las Hermanas Jiménez, aunque esta es su faceta menos conocida.

El éxito de Rubén Fuentes no se limita a México, todos los países de habla hispana acogieron las canciones que él compuso, arregló, orquestó o produjo; sin embargo, el idioma no fue una limitante, muchas de sus creaciones han sido grabadas en otras lenguas como el inglés, el portugués, el francés, el italiano, incluso en lenguas aparentemente tan lejanas a nuestra idiosincrasia como son el alemán, el holandés, el croata o el polaco.

En contra de la creencia popular, Rubén Fuentes nunca compuso música tradicional, sino que utilizó la música tradicional, como el son o el bolero cubano, para crear nuevas formas de expresión caracterizadas por la innovación y la creación de inéditas sonoridades. Rubén Fuentes es, pues, un vanguardista y nunca un compositor tradicional.

Mucho de lo que acabo de decir se lo debo a Dicen que pasa la vida soñando. Apuntes sobre la vida de Rubén Fuentes, el libro que en 2018 la editorial Salto mortal publicó en coedición con el Ayuntamiento de Zapotlán, su autor es Alejandro Aquino. Este libro es una oportunidad para acercarse a la vida y la obra del compositor y arreglista nacido en Ciudad Guzmán. Una biografía que remonta sus investigaciones a la figura de Aurelio Fuentes, el tío; después nos lleva al Zapotlán de los años treinta, más tarde vemos a nuestro personaje aventurarse a la Ciudad de México, y sus primeras giras internacionales con el Mariachi Vargas de Tecalitlán. Vemos cómo el muchacho originario del sur de Jalisco va expandiendo su fama por todo el mundo gracias a su talento como compositor, como arreglista y como productor.

            El libro está marcado por una sólida investigación documental y por una serie de entrevistas hechas al músico y a personas cercanas a él en diferentes momentos de su vida. Eso produce un libro de ágil lectura y plagado de anécdotas que ejemplifican el carácter y el valor de la obra de Fuentes. Por sus páginas desfilan personalidades tan icónicas como Pedro Infante, Armando Manzanero, José Alfredo Jiménez, entre otros muchos. El libro es también una radiografía de la cultura popular en el siglo XX.

            Dicen que pasa la vida soñando. Apuntes sobre la vida de Rubén Fuentes de Alejandro Aquino, cuenta con un prólogo de Orso Arreola, quien además escribe un capítulo en donde hace una comparación entre la trayectoria de Rubén Fuentes y Juan José Arreola. También encontramos en él un Epílogo a cargo del musicólogo y compositor Antonio Navarro, en el que se incluye un lúcido análisis de las contribuciones musicales de Fuentes.

En 2016 nuestra ciudad se volcó en homenajes a Rubén Fuentes: se develó una placa en su honor en la Casa de la Cultura, se creó la escuela de música y el concurso que llevan su nombre, además se hicieron publicaciones, entre otras muchas actividades. Entonces Rubén Fuentes cumplía noventa años de edad; este 15 de febrero, el maestro llega a los noventa y cinco, y es un buen momento para recordarlo.

ricardo.sigala@cusur.udg.mx