Año 18, número 266.
Herederos de una tradición musical colectiva y ancestral
Fotografía: Martín González.
En este texto pretendo demostrar que los Piteros representan la herencia musical de una tradición tanto colectiva, como ancestral y además admirable. Con ello terminaré señalando cinco retos y desafíos que ahora tienen dentro de las danzas de sonajeros contemporáneas.
Los Piteros (tlaltzontzonqui o cuicatiani) son una tradición musical ancestral que data de unos 1200 años aproximadamente, con sus cambios drásticos y adaptaciones del periodo prehispánico al colonial y unos 250 años con los instrumentos y sones qué hasta hoy conocemos. El arqueólogo Otto Schöndube dejó registro para esta región sur de Jalisco de una flauta tabular doble, silbatos y ocarinas construidas de barro cocido, así como sonajas de la tierra (de cuastecomates) y teponastles de madera.
“No se sabe con exactitud a partir de qué fechas cayeron en desuso” señala el antropólogo Ernesto Cano-, para ser sustituidos con el instrumental traído por los españoles. Pero desde 1586 empezó a destacar un centro español de lauderia en Pátzcuaro, para fabricar campanas, trompetas, flautas y chirimías. En Tzintzuntzan se especializaron en trompetas y chirimías. De ahí eran importados a nuestra región.
Luego, conoceremos el tambor de marco cilíndrico de doble parche y la flauta de carrizo de tres hoyos de obturación (instrumentos de percusión y aliento, respectivamente), y la sonaja que lleva cada danzante con la que apoya el ritmo (instrumento ideófono de sacudimiento). Estos son los instrumentos musicales que se han utilizado en los sonajeros desde hace 250 años aproximadamente (año 1749 y hasta la fecha). Los sones que bailan tienen esa misma antigüedad: conservando un mismo repertorio común de 50 piezas musicales para el área de influencia de Tuxpan y 55 para el de Zapotlán, aunque sólo utilizan la mitad de ellos. Los piteros de Tuxpan no han sentido la necesidad de componer nuevos sones, mientras que los de Zapotlán sí lo han realizado.
Los Piteros son una tradición musical colectiva desde la antigüedad hasta el presente. Se han recuperado figuras de danzantes prehispánicos de barro cocido que forman un círculo firme con los brazos extendidos sobre los hombros. También figuras más complejas con mayor cantidad de danzantes en círculo, pasando las manos sobre los hombros y al centro dos o tres músicos o animadores. Ahora, todos los sones de los sonajeros, con sus pasos y bailadas representan la persistencia de una expresión colectiva, sobre todo, el baile de la trenza con sus listones de mil colores pendientes de una asta, tejidos y destejidos por un grupo de sonajeros al ritmo del tambor y la sonaja del Pitero.
De hecho, como señala el mismo Ernesto Cano para los sonajeros de Tuxpan, “los cambios de compás, el consistente ritmo y los giros melódicos de la música de los sonajeros reconocen un lenguaje común, regional y tradicional del que nadie es propietario, ni autor individual”. Por lo que ninguno de los Piteros son autores o propietarios particulares de los sones, los pasos, la técnica para fabricar tambor y flauta (también la sonaja) y hasta el método tradicional para enseñar a nuevos pisteros. Tampoco tiene sentido discutir cual Pitero es primero, cuando todos beben de la misma fuente común y ancestral (Donato Esteban, Prócoro, Melesio, Cándido De la Cruz, Daniel Martínez, Porfirio De la Cruz, etc.).
Los Piteros son una tradición musical admirable porque tocan con sincronía dos instrumentos a la vez (de percusión y aliento). Elaboran su propio tambor y sonaja, marcan el paso y el ritmo no sólo de su cuadrilla, sino de la tradición sonajera, extasían a los danzantes y a toda la concurrencia. Es una auténtica habilidad y desarrollo neurológico tocar dos instrumentos a la vez (membranófono y aerófono), logrando ritmo, cadencia y sincronía musical. Tener que ir a buscar y cortar su carrizo para perforar y elaborar varias flautas con tres hoyos de obturación y tocar a dos tonos, haciendo primera y segunda. También, elaborar su tambor con aros rígidos para tensar uniformemente ambas membranas, mediante una cuerda que pasa de aro en aro, con el borde entorchado y cuerda sujetas diametralmente en la membrana.
Con esos dos sencillos instrumentos que él mismo construye, no sólo marca el paso y el ritmo de la cuadrilla, sino que logra sostener y dar continuidad a toda la tradición sonajera. Aunque el Pitero es aliento, también puede ser desaliento de la cuadrilla y la tradición. Normalmente extasía con su música, tanto a los sonajeros de la cuadrilla como a la concurrencia de la comunidad: “se siente uno ligerito; yo siento como si tuviera animalitos en los pies; te llenas de alegría y energía; es de lo más hermoso que te puedas imaginar”, dicen los testimonios.
Cinco son los actuales retos y desafíos de los Piteros: A) La no propiedad particular de su música: es decir, no copyright (derecho de autor), sino creative commons (obra para compartir). Más aún, copyleft (licencia libre, directa y gratuita). Lo único propio sería el estilo y los arreglos o recreaciones que cada uno realice. B) Su no identidad individual, sino colectiva, la pregunta pertinente no es ¿Qué sería de una cuadrilla sin sonajero?, sino ¿Qué es de un sonajero sin cuadrilla?, como ya han sucedido algunos casos en Zapotlán. C) La no mercantilización de sus dones y conocimientos musicales: los dones y conocimientos – como el de Piteros- no se compran ni se venden, porque dejan de serlo para volverse simples mercancías que tienen precio. Sólo la gratuidad y la ofrenda conservan la naturaleza de los dones y conocimientos en general.
D) No abandonar su dimensión ritual y de ofrenda religiosa por migajas de feria o partidistas: porque pierden el sentido y la misión trascendental de Piteros; cambian la carne por los frijoles…Es no dar a los perritos la comida divina. E) Mantener el método de enseñanza popular y tradicional: con paciencia y gratuidad; ejercicio y acompañamiento constante, empático y personalizado; empezar por la flauta y luego con el vareo del tambor; de sonidos sencillos a más complejos; grabarse para corregir errores; hacer primera y segunda, conocer todos los sones y tocarlos completos; saber elaborar sus propios instrumentos; apoyo de los avanzados a los iniciados; mediante talleres participativos y con apoyo generacional.
En conclusión, como lo apuntó una inteligente mujer conocedora de la tradición de sonajeros en la región:
Realmente los Piteros son ancestrales. Y es interesante saber que ahí
no existe la propiedad individual. Y que eso les pertenece a todos cuántos
quieran ser y aprender. Muy buenos los 5 retos y desafíos. Porque es bien
sabido que varios Piteros ya se han comercializado y hasta me parece que se
subastan al mejor postor. Sabiendo de su escasez y de su importancia dentro
de las danzas” (Ma. Lourdes Tadeo).
En fin, la resistencia de la tradición musical de los Piteros, junto con las iniciativas de recuperación y actualización llevadas a cabo por nuevos actores indígenas y populares – como señaló el etnólogo y antropólogo Guillermo Bonfil-, “todos constituyen una prueba de la vitalidad de la civilización mesoamericana y de su capacidad de ser vigente en el México de hoy”.
Martín González
Centro Cultural José Rolón
Viernes 25 de octubre 2024
martinglez.lz55@gmail.com