Año 13, número 149.

El músico zapotlense dejó un legado importante en el panorama orquestal de México, agregando a éste la temática nacionalista

José Rolón. Foto tomada del libro Creadores artísticos de Jalisco «José Rolón» de Ricardo Miranda

Arely Ruiz Eufracio

El 3 de febrero de hace 75 años, murió uno de los compositores más importantes de nuestro país, el zapotlense José Rolón. Este texto pretende hacer mención de una pequeña parte del basto legado que dejó a lo largo de su vida, una herencia musical que va desde la composición y ejecución magistral del piano, hasta una ardua labor como docente y promotor cultural.

Rolón nació el 22 de junio de 1876 en Zapotlán el Grande, Jalisco. Hijo único del matrimonio formado por Feliciano Rolón y Eduviges Alcaraz, creció en un entorno de interés y pasión por la música, eso hizo que su educación musical comenzara un par de años después de que ingresó a la escuela primaria. Sin duda, el apoyo de su familia fue crucial para que llegara a ser uno de los más destacados músicos del nacionalismo mexicano, a la altura de figuras como Manuel M. Ponce, Julián Carrillo, José Revueltas, Carlos Chávez y Candelario Huizar.

Se casó con Mercedes Villalvazo en 1898, con quien tuvo dos hijas. Tristemente, su esposa murió al dar a luz a la segunda de ellas, la mayor llamada María Luisa y la pequeña, que por desgracia falleció a temprana edad, fue nombrada como su madre. Las pérdidas familiares que Rolón tuvo fueron determinantes en su proceso tanto de formación como de producción musical, pero su vida personal no es el tema de este texto así que continuaré con más acerca de su labor como músico.

Si bien inició sus estudios en Zapotlán y luego en Guadalajara, viajó en dos ocasiones para formarse en París. El primer viaje ocurrió de 1904 a 1907, periodo en el que estudió teoría musical, composición, armonía y perfeccionó sus conocimientos sobre piano. Estuvo bajo la tutela de músicos como Marc Delmas, Moritz Moszkowski y André Gegalde. A su regreso a México fundó la Academia de Música de Guadalajara, que más tarde se convirtió en la Escuela Normal de Música de Guadalajara y con los años dio la base para la creación del actual Departamento de Música de la Universidad de Guadalajara, espacio que abrió sus puertas en 1952.

En 1915 comienza otro de sus grandes proyectos, la creación de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara, que actualmente es la Orquesta Filarmónica de Jalisco. La principal aportación es indudablemente su propuesta musical basada en realizar conciertos que incluyeran en sus programas música de compositores mexicanos, lo que dio pie a un modelo que retomó Julián Carrillo como director de la Orquesta Sinfónica Nacional. La historia demuestra que ese hecho marcó la apreciación y difusión de la música nacional, al darle un espacio para ser presentada en los mejores escenarios de nuestro país.

Su segunda estancia académica en París transcurrió muchos años después, de 1927 a 1930, entonces acudió a clases de composición con el reconocido Paul Dukas y estudió armonía con la maestra Nadia Boulanger. A su regreso a México, Rolón se integró como profesor en la Escuela Nacional de Música, Teatro y Danza, lo que significó el inicio de una larga carrera como docente, además impartió cátedra en el Conservatorio Nacional, institución que también dirigió en 1938. Fue Jefe de la Sección de Música del Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública, ahí propuso incluir la instrucción musical desde la escuela primaria, como una base educativa con miras a la transformación de la sociedad, con ello colaboró a erradicar la visión elitista de que la cultura y el arte eran para algunos privilegiados. Por otra parte, escribió varios textos de análisis y crítica musical para publicaciones como Tribuna musical, Música, Revista musical, entre otras.

Destaca la manera en que Rolón logró avanzar en sus labores de docente y pianista al ser un activo miembro de las expresiones culturales y artísticas del país, compartiendo su capacidad compositiva más allá de la participación en temas políticos o de tomar parte en las acciones de las diversas agrupaciones que existían, cada una con sus respectivas ideologías políticas. Él se mantuvo fiel a la música más allá de doctrinas o movimientos socio-políticos, situación que otros artistas e intelectuales de la época solían utilizar para beneficio personal. Seguramente una de las razones que le permitieron posicionarse de la manera en que lo hizo fue su amplio dominio del lenguaje musical, una de las mayores riquezas de Rolón, pues sus piezas demuestran gran maestría en la creación de obras con una estética francesa que a la vez evidencian un manejo irreprochable de la esencia y belleza de los sonidos de México.

Abordar a José Rolón como un elemento fundamental de la  música, y por tanto del Patrimonio Cultural de México, resulta necesario debido a su gran aportación, pues lo que actualmente conocemos como música mexicana debe una importante parte de su identidad a las creaciones nacionalistas de Rolón.

Algunas de sus piezas más importantes son El festín de los enanos, pieza ganadora del Concurso de Composición Nacional cuyo estreno estuvo a cargo de la Orquesta Nacional dirigida por José Rocabruna. Las Tres danzas indígenas mexicanas (jaliscienses), estrenadas en París con una ejecución a cargo de Ana de la Cueva. El poema sinfónico Cuauhtémoc, creado durante la segunda estancia de Rolón en París, composición que le valió el primer lugar en el Concurso de Compositores organizado por la Universidad Nacional a través de la Escuela de Música, Teatro y Danza; en 1932, la Berliner Rundfunkorchester, dirigida por Bruno Seidler-Winkler, interpretó esta obra como parte de un concierto de música iberoaméricana en Berlín, en un programa que incluyó a Carlos Pedrell, Heitor Villa-Lobos y Alfonso Broqua. Mención especial merece el Concierto para piano y orquesta, sin duda una obra magnífica que muestra la excepcional riqueza musical de José Rolón, estrenada en enero de 1936 en el escenario del Teatro Degollado con el mismo José Rolón como director y Ana de la Cueva en el piano, acompañados por supuesto de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara; recientemente la pianista mexicana Claudia Corona se dio a la tarea de rescatar la partitura de esta obra, e hizo posible que se tocara de nuevo a cargo de la propia Claudia Corona acompañada por la Orquesta Filarmónica de Jalisco. Está por otro lado Zapotlán (antes Zapotlán suite sinfónica 1895), un poema sinfónico compuesto por tres movimientos en el que se pueden apreciar la estética y los sonidos de una serenata; esta pieza es una de las más significativas, pues demuestra el amor de Rolón por la tierra donde nació, además de ser considerada una joya de la música mexicana.

La obra de Rolón es mucho más basta que la descrita anteriormente, aún queda mucho por apreciar y descubrir, ejemplo de ello es una pieza hasta hace poco desconocida dedicada al famoso guitarrista español Andrés Segovia. Dicha composición lleva por título Canon. Es importante mencionar que esta obra nunca había sido ejecutada hasta que gracias a la investigación del doctor en música Mario García Hurtado, quien es egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, nació un arreglo para una y para dos guitarras. Tal rescate fue posible gracias a una labor de búsqueda que llevó a García Hurtado hasta el archivo de la Casa Museo Andrés Segovia, en Jaén, España, en donde obtuvo una copia de la partitura original para compararla con la que existe en el Centro Nacional de las Artes en México. Una vez que obtuvo las partituras originales, el guitarrista Mario García realizó el arreglo que permitió que Canon fuera escuchada e incluso grabada en un disco, demostrando con ello que la música no tiene vigencia.

Rolón compuso esta pieza con el interés de ser interpretado por uno de los más grandes músicos del siglo XX, pero debido a que es una obra imposible de tocar tal cual está escrita, debió esperar más de 70 años para ser ejecutada. Así, su estreno se llevó a cabo en 2012, tras el proceso que llevó al doctor Mario García a realizar una edición crítica de dicha obra. Si bien en esta obra no encontramos el clásico lenguaje nacionalista de Rolón, podemos notar la gran capacidad creativa de un músico que conocía las técnicas, los estilos y las tendencias, pero que fue más allá de ellas para ser él mismo en su labor como compositor.   

Es imposible compartir en tan pocos párrafos la vida y la obra de un artista con tal trayectoria, pero la intención de este texto no es hacer una descripción biográfica de Rolón, sino dar una pequeña muestra de todo lo que heredó a la música mexicana, con la esperanza de que sea un motivo para que quienes lo lean se interesen en conocerlo, pero sobre todo se permitan disfrutar de su música, pues no es posible valorar lo que no se conoce, y por supuesto la mejor manera de conocer a Rolón es escuchándolo.

Queda como tarea pendiente acercase a su música, sobre todo siendo originario de Zapotlán el Grande, un municipio que se jacta de ser Cuna de Grandes Artistas, pero donde existe un vacío de conocimiento respecto de las aportaciones de personajes de la talla de José Paulino de Jesús Rolón Alcaraz, un hombre que siempre enalteció el nombre de su pueblo y que espera paciente para ser escuchado, y con ello demostrar que la música persiste a través del tiempo.

arely.ruiz@cusur.udg.mx