Año 13, número 145.
Jugar con los instrumentos, inventar nuevos ritmos y llevar la música a su máxima expresión son pasos para la construcción de las canciones que Carlos Castillo Rivera realiza
Itzel Contreras
Carlos Castillo Rivera es un joven de 29 años que desde hace más de una década dedica sus tiempos libres a la creación musical. Su carrera inició como un juego entre amigos. Gabo (guitarrista) y Paulo (bajista) invitaron a Carlos para formar una banda que se llamaría Annimal Machine. Tenían alrededor de 17 años. En aquel tiempo pensaron en tocar stoner rock. Sentían admiración por Queens of the stone age, grupo con el cual aprendieron que la música no se trataba de géneros, sino de experimentación.
La idea de disolver los géneros y crear música original se reforzó cuando conocieron a los Melvins. Carlos los escuchó por primera vez cuando tenía 19 años, y lo extraño que le pareció el aspecto de los integrantes le creó una identificación instantánea: “los vi y eran unos tipos muy raros y eso me movió mucho, siendo que yo siempre me consideré un weirdo total. Fue una cierta identificación de ese tipo, además de la música que obviamente me impactó”. También menciona que cuando escuchó a los Melvins supo que había conocido a una de las mejores bandas de rock and roll de la historia: “Me impactaron porque yo no sabía que en la música se podía experimentar tanto y de esas maneras tan raras. Luego veo a esos tipos haciendo cosas que nadie se hubiera imaginado, experimentando tanto con la música. Entendí que no había límites y que se podían hacer todas las cosas que se te ocurran, mientras tenga un sentido”.
Respecto a su música, Carlos menciona: “Yo siempre busco hacer cosas distintas, pero creo que sí hay características en mi música. No sé… terminamos haciendo de alguna manera algo oscuro o ruidoso o pesado o extraño. No lo buscamos, sólo surge así. Yo veo eso hasta en gente que hace música muy variada. Digamos, John Zorn que ha hecho demasiados discos y desde algo muy suave hasta algo muy ruidoso”.
En 2017 Paulo y Carlos, quienes forman El toro que venció al matador, hicieron un recorrido por Europa. Conocieron a integrantes de bandas que admiraban y se nutrieron de sus ideas y su cultura. Tocaron en Berlín y en Francia. En Berlín tuvieron un público escaso, pero a los que asistieron les gustó mucho su música y compraron discos. “En Francia nos fue excelente, de hecho mejor que a la banda que les abrimos. Ahí la gente no habla, pone atención y escucha. Mientras tocas nadie hace ruido y te ponen atención. Me sorprendió su cultura. Nos recibieron muy bien, ha sido de mis tocadas favoritas”, menciona Carlos.
Jugar con los instrumentos, inventar nuevos ritmos y llevar la música a su máxima expresión son pasos para la construcción de las canciones que Carlos realiza. Así es como él mismo explica su proceso creativo: “Estoy tocando y suena algo interesante. Trabajo en ello y va saliendo. Si pide letra (porque la música como que va pidiendo), le meto letra. Aunque siempre le sacamos. De hecho, si puede no llevar, mejor. Eso es cuando yo compongo solo, pero con Paulo también puede ser que él llegue con un rif, una idea. Muchas canciones salen de ritmos que ya tengo, se las muestro y él las hace. A veces, mientras ensayamos lo que ya tenemos, de repente jameamos y si algo sale, comenzamos a trabajar en eso”.
“La música es arte que es expresión, es forma. La música hace sentir. Me parece la más pura de las artes, la más libre y la más abstracta y la más ambigua, quizá. Schopenhauer dice que la mejor, eso no lo sé. Pero sí es expresión, como es un poema, como es una pintura. Yo, por ejemplo, amo la literatura, no sé si más que a la música, probablemente no, pero yo no sé expresarme de esa manera. Creo que por eso no sé escribir y la música es la forma en que puedo expresarme de manera honesta y de verdad sacar lo que hay dentro. Eso es en mí. En un escritor está en escribir, para el pintor, en el pintar. No es que la música me atraiga más que otras artes, es que es algo que se me da. Creo que soy bueno en eso, se me da hacer música”.
Carlos no miente. Cualquiera que le observe detenidamente mientras toca podrá comprobar sus palabras. Sin duda, la música es algo que se le da. Es también una de las cosas que más le apasionan en la vida, es un arte al que jamás traicionaría. Esa alegría que irradia mientras toca con intensidad y elegancia sus platillos no es propia de su personalidad, es lo que la música le otorga. La satisfacción que siente al tocar la transmite. Su música indudablemente es buena. Escucharlo tocar es una experiencia única. Sabes que lo que estás escuchando es arte.
Annimal Machine, Experiencia del paso por el Averno y El toro que venció al Matador son las tres bandas en las que Carlos ha participado como baterista. El primer nombre fue extraído de una banda que gustó algún tiempo a los integrantes: The vines. El título de la segunda banda fue pensado por el bajista Paulo que, al igual que Carlos, es amante de la literatura. En ese momento leía Una temporada en el infierno de Rimbaud y le pareció un buen nombre para la agrupación. Finalmente, “El toro que venció al matador” es el nombre de una canción del grupo 400 blows. Con cada uno de los grupos se grabó al menos un disco. Estos se encuentran en la plataforma de Spotify para el deleite de los sentidos. Además, es posible escucharlos en vivo en alguna de las presentaciones que realizan en bares y escenarios de Ciudad Guzmán.
Actualmente, Carlos se presenta como Fat Bastard. Puedes encontrar sus discos en la página https://experienciadelpasoporelaverno.bandcamp.com/