Año 17, Número 239.

…las palabras que no existen nos pueden salvar.

Rey sol
Fotografía: El periódico de España

José Emmanuel Navarro Mora

Mi problema con Vetusta Morla a finales del 2023 es que los quiero escuchar como antes. Quiero que sus letras me digan lo que me decían cuando los conocí hace cuatro o cinco años. Y mi reacción sea la sorpresa con la que el aire se me va en “respirar” en vivo en 15151. Ya no me tomará por sorpresa por primera vez. Entiendo la postura de algunos fans que no deja evolucionar a las bandas de “no quiero que evolucionen porque no estoy listo o no lo entiendo”. Que ha estancado bandas a lo largo de la historia, y lo seguirá haciendo como una trampa de arena movediza para la música emergente. Trampa a la cual, por cierto, Vetusta había sabido huir perspicazmente. 

Cuando escuché los primeros álbumes por primera vez, la banda se planteaba de forma muy diferente. Lo más importante, es que cuando los vuelvo a escuchar ahora, siguen planteando usos del instrumento y letras, exploraciones conceptuales y una poética que no entendía en 2018. En su momento decían algo y lo siguen haciendo. Y claro que La virgen de la humanidad y Finisterre sugieren cosas. No lo negaré, tienen propuesta, y hay una evolución lógica (a veces me parece que drástica) desde lo que yo conozco y sigo escuchando. No me pararé a estar alturas a decir que no me gusta la banda de un día para otro. Parte de admirar a un grupo como músicos es acompañarlos en algo. A veces en una firma de autógrafos o cuando no estás de acuerdo con lo que están haciendo en este momento, o con lo que hicieron alguna vez. Seguir cualquier cosa ciega, o sordamente siempre es peligroso. A veces los acompañas en un concierto (qué debo hacer una pausa. Escuchar a Vetusta en vivo es un deleite. Son unos artistas increíbles en el escenario. Se han ganado todo Iberoamérica por algo. Y si vienen al Teatro Diana otra vez claro que compraré un boleto y voy a esperar tener ese fin de semana libre, aún si mi boleto es hasta atrás. Pero me parece que Vetusta también es Morla y son músicos magníficos de estudio, cuando no era tanta la edición o se usaba para otras cosas). A veces, sólo es necesario acompañar a una banda escuchándolos. No es necesario compartir su ideología todo el tiempo. 

Quiero escuchar a Vetusta como hace años, porque había aspectos de su música que me parece podían haber evolucionado de forma interesantísima. Pero también es cierto que en 2018 no sólo escuchaba a Vetusta. Mis gustos cambiaron, y conocí música nueva. Mis expectativas cambiaron de forma vedada. Quizás es una cuestión de confusión. Entre los sonidos que tenía en la mente cuando salió el álbum de “Cable a Tierra” quizás había algo que me condicionaba a esperar un álbum diferente. Como cuando un músico de tu banda saca un EP solista, y no sabías qué estabas escuchando. 

Me parece que hay verdad en que cuando algo no te gusta, puedes elegir no escucharlo, pero creo que Vetusta merece que lo escuche otra vez. Y eso implica en otro momento y haciendo otras cosas. Eso es algo que estoy gratamente aliviado de admitir. El concepto de la música que me enamoró hace años. La banda que dijo que había un punto sin retorno, siendo o no el final, y salva de la ruina nuestro hogar. Que pareciera que dejarse llevar suena demasiado bien. La que hoy en día espera que a mi banda favorita aún le queden muchos años, sigue estando ahí. La flexibilidad de Vetusta de hecho es algo de ellos que me gusta, ¿por qué me molestaría que este álbum sea tan diferente? Su concepto es muy amplio, como las buenas bandas deberías aspirar ser. Quizás están clavando la mira en el concepto de su música más que en su música. Pero eso no ha cambiado el concepto. 

Permítanse escuchar a Vetusta. 

jose.navarro9739@alumnos.udg.mx