Año 14, Número 185.

El escándalo, de Pedro Antonio de Alarcón, se encuentra en la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega del CUSur con la clasificación 863.5 ALA1997

Melisa Munguía

El escándalo es una novela de Pedro Antonio de Alarcón que fue publicada en 1875. La historia se desarrolla en Madrid y se narra a manera de confesión por Fabián Conde, un hombre que encuentra el camino hacia la fe a través de su conversación con el padre Manrique. Por medio de la confesión conocemos detalles acerca de su estatus, su pasado, sus amigos, amoríos y, específicamente, detalles de una culpa que carga consigo por acciones que jamás cometió.

Ante la sociedad, Fabián era un mujeriego: «En la Atenas de Pericles aquel joven no hubiera pasado por un Apolo; pero en la Atenas de Lord Byron podía muy bien servir de Don Juan». Vive su vida como cualquier joven y en su regreso de Inglaterra a Madrid, se encuentra inmerso en el carnaval. Entre disfraces y una multitud que no deja de hostigarlo sardónicamente, busca con ansias al padre Manrique, pues cree menester la confesión de sus pecados. Lo que ocurre después es parte de su confesión y, por ende, convierte el ambiente de la novela en uno religioso y lleno de una solemnidad inquietante.

Al principio, el padre Manrique y Fabián discuten acerca de la fe, de cómo Fabián recién descubrió su estatus de conde, de la situación con su padre y, posteriormente, los pecados de Fabián. El sentimiento de culpa es latente durante la novela y, como un eco del romanticismo, es importante el papel que tiene la espiritualidad en El escándalo, pues el protagonista se ve obligado a enfrentar los conflictos que existen en su interior. Estos conflictos lo llevan a cuestionar su posición en el mundo y absorberse en una profunda miseria, sin dejar por un momento de lado la incertidumbre con respecto a Dios. Admite, incluso, haber pensado en la muerte, pero no haber tenido el valor para lograr su cometido.

El misterio también abunda en El escándalo, aquello que no tiene explicación se ve presente en las palabras del sacerdote, quien jura —por obvias razones— la existencia de Dios y de fuerzas que van más allá de la comprensión humana. El padre Manrique sugiere que Fabián se ha mantenido vivo porque teme ser juzgado después de la muerte, un mal común si considera que nadie sabe con seguridad qué ocurrirá después. Sin embargo, ni todas las explicaciones harán que Fabián consiga crea en aquello que no ve. A diferencia del romanticismo, en esta novela realista es posible ver una negación de la fe ciega. El realismo le resta credibilidad a aquello que no puede ser explicado. Más allá de la fascinación, existe la duda y, en ocasiones, el desprestigio de tales ideas. Fabián, entonces, funge como el elemento realista de esta novela, al separarla un poco del romanticismo que queda impregnado.

Conforme avanza la confesión, Fabián se desahoga con respecto a su padre y sus amigos. La memoria de su padre había sido deshonrada públicamente, pues parecía haberse dado a algunos vicios, especialmente el asesinato y la traición. Después de enterarse de esto, Fabián menciona cómo toma posesión del título de su padre y la fortuna que dejó. El joven menciona sin cesar lugares lúgubres y melancólicos y afirma que conoció a sus amigos precisamente en un lugar así:  la sala de disección de la Facultad de Medicina. Los tres tienen razones distintas de estar ahí y que describen adecuadamente sus personalidades: Diego está ahí como médico, Lázaro va a admirar la muerte y Fabián acude para mejorar sus técnicas de escultura. Sus dos amigos son dignos representantes del contraste: Lázaro es subjetivo, melancólico e introspectivo, mientras que Diego es un hombre de ciencia experimentado. Es precisamente Diego quien le presenta a Fabián a la mujer de sus sueños: Gabriela. Es también por Diego que Fabián conoce a Gregoria, la razón de sus penas.

El conflicto al que se enfrenta Fabián se ve reflejado en todos los aspectos de su vida, especialmente en aquellos que involucran mujeres. Asimismo, son estos conflictos y su relación con las mujeres que, de una forma u otra, lo llevan hacia el padre Manrique y le demuestran la importancia del amor para el nacimiento de la fe. Con ello comienza para Fabián una percepción más ligera y plena de la vida.

Existen algunos aspectos que destacar de esta novela de Alarcón. Desde el principio, es posible ver la importancia que tiene la opinión pública. Fabián, al regresar de Inglaterra, se tiene que enfrentar a una multitud que le lanza improperios y lo juzga desde lejos; el joven no lo recibe con gracia, pues muestra incomodidad. De la misma forma, lo que ocurre en la conciencia de Fabián se ve influido por aquello que sucede en su contexto social. Aunado a la opinión pública, el juego de apariencias también está muy presente. El uso de disfraces es común, así como las mascaradas y todo aquello que oculta la verdadera esencia de los habitantes. Escuchamos la confesión de Fabián, pero no tenemos idea de qué guardan o esconden sus vecinos. En contraste con los demás, el protagonista no lleva disfraz alguno y muestra su interior tal y como es.

El escándalo es una novela que mantiene al lector interesado en la historia. Al ser una narración de confesionario, toma ese tinte oculto y misterioso que hace que parezca algo prohibido. Existen algunas descripciones que podrían dejarse a un lado, sin embargo, el carácter realista de la novela las exige y, en mi opinión, no afectan mucho, ni para bien ni para mal.

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