Año 16, Número 229.
Estas obras muestran que el enigma se construye a partir de lo que se omite en la historia
Carmen Oliveros Sánchez
Atrapar y sorprender al lector es la tarea de todo escritor. A lo largo de los años, los autores han buscado contar historias a través de recursos narrativos sutiles para llevar a sus lectores por un camino y, de repente, le dan un vuelco que los disloca y los saca de su zona de confort. Una de esas estrategias es el enigma, una técnica que, si se usa en los finales de las obras, se pueden dejar efectos intrigantes en el lector, quien se cuestionará durante días o semanas los sucesos enigmáticos del texto.
El enigma se entiende, de acuerdo con la Real Academia Española, como un “enunciado de sentido artificiosamente encubierto para que sea difícil de entender o interpretar” (definición 1). Este significado parece sencillo, pero tiene dos elementos clave: enunciado y sentido encubierto. El enunciado se puede concebir como la construcción narrativa, es decir, la historia. El segundo dice que existe un significado dual: la verdad real que se encuentra encubierta y la aparente, que es la encubridora.
Lo anterior lleva a analizar brevemente, cómo se construye el enigma en Edipo rey, de Sófocles, y “La casa encantada”, obras en las que sus protagonistas serán los encargados de descubrir la verdad real que se encuentra encubierta y, a la vez, guiarán al lector para descifrar el misterio en torno a las dos historias. Además, de manera genérica, se comparará la tragedia griega y el cuento para identificar las similitudes y diferencias entre los personajes principales y los conflictos que tienen que enfrentar para lograr su objetivo: hallar la verdad real.
La tragedia es protagonizada por Edipo, un rey mítico que tendrá la misión de investigar quién es el asesino del exrey de Tebas, Layo, y de liberar a la población de una peste que la oprime. En el cuento, por su parte, el personaje principal es una joven, quien tiene sueños constantes con una casita blanca en la que habita un anciano que le intriga, ya que siempre despierta cuando intenta entablar una conversación con él. En las dos obras, los personajes tienen un enigma que resolver y, para lograrlo, deben recurrir a un sujeto esencial, el cual les dará las pistas o les revelará la incógnita a responder.
En la tragedia, el sujeto clave es el oráculo. Éste será el encargado de revelar los sucesos importantes: confiesa que el asesino de Layo será su hijo, explica que Edipo asesinará a su padre y fornicará con su madre y expresa que la peste en Tebas se debe a que no ha pagado el asesino del exrey. En la tercera revelación se muestra la construcción del enigma, porque el oráculo sólo informa del descontento de las deidades por el crimen impune, mas no dice la verdad —el nombre del asesino—. Edipo, después de conocer la mancha que debe limpiar para liberar a la ciudad de la peste, empieza a investigar el contexto del crimen de Layo y se entera de que un caminante desconocido mató al rey, sin saber que él y el caminante son la misma persona.
En el cuento, el personaje clave es el anciano con barba larga; él será el encargado de revelar la verdad al final de la historia. El autor construye el enigma a partir de pasar de lo onírico a la vigilia, pues cuando la protagonista sueña que intenta conversar con el anciano, ésta despierta y no logra su propósito. Finalmente, durante la vigilia, la joven busca de nuevo a ese ser que le inquieta y descubre lo encubierto: la casa es visitada por un fantasma y ese fantasma es ella.
Estas obras muestran que el enigma se construye a partir de lo que se omite en la historia; los silencios son los que configuran la intriga, pues lo que no se dice es la materia del conflicto. Además, en los dos textos, los personajes coinciden en que deben investigar la verdad encubierta: Edipo es el asesino de Layo y la joven es el fantasma que frecuenta la casa. En la tragedia, el lector sabe antes que el protagonista que él es quien mató al rey de Tebas y, en el cuento, el lector y la protagonista descubren el enigma a la par.
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