Año 13, número 156.

Las lenguas muestran lo que las sociedades son, por ello es que hay expresiones en el español que son racistas o discriminatorias

Imagen: Envato

Ramón Moreno

La discriminación social o racial, o ambas, me parece, son de rango universal y en todas las culturas existe este desprecio (quizá velado temor) por el otro, ya sea por fuereño, ya por desposeído. Es como decirle: “no eres como yo y eso es malo para ti; bueno fuera que te mimetizaras a mi grupo, pero como eso no es posible, me gustaría que desaparecieras o mejor aún, yo mismo fulminarte”.

Esta condición subyace en las culturas y las respectivas lenguas reflejan y reproducen esa discriminación. No es que el habla por sí misma sea racista o sexista o machista o misógina, es la sociedad en cuestión la que utiliza tal o cual lengua la que lo es. Las lenguas muestran lo que las sociedades son, por ello es que hay expresiones en el español (y también en el inglés o en el náhuatl) que son racistas o sexistas. El español per se (y lo mismo el náhuatl o el inglés) no es racista o machista, aunque haya sociólogos de pacotilla que lo afirmen; no saben de lo que hablan. Por ello es risible que un partido político español dejó de llamarse Unidos Podemos y ahora se llama Unidas podemos. ¡Hay cada locura en el mundo! Por supuesto que eso no les quitó lo machistas (si es que lo son, que de eso no opino porque lo ignoro), porque desde su fundación su líder es un hombre y difícilmente dejará, mientras tenga vida, el cargo a una mujer. Por supuesto que es lógico que la gente se pitorree de este líder cuando dice ahora (antes no) que ellas en Unidas Podemos opinan esto y esto otro.

Con las cuestiones del racismo y la discriminación racial y social pasa algo similar a lo que venimos explicando. Como nuestro país es racista con los indios y discriminador con los pobres, el español que hablamos en México está plagado de expresiones que muestran a las claras tal enfermedad. Por ello nada extraño es que alguien le grite con sorna o soto voce, porque algo teme, el muy despectivo “cuico de mierda, no sabes con quién te metes”, a un policía que intenta infraccionarlo por tal o cual falta cívica, y al mismo tiempo que le insulta ferozmente con estas palabras, le esgrime en los hocicos su teléfono celular para filmarlo, aunque no traiga pila, para dejarle patente quién es en ese sainete el que más poder tiene. Y es que cuico significa, entre otras cosas, pobre. Y sí, por desgracia, el oficio de policía en nuestro país está lastrado por muchos males, y uno de ellos es que esa especie de tablita de salvación (es una metáfora piadosa) para la miseria y la indigencia es usada por hombres y mujeres muy humildes, por los llamados pobres de solemnidad, que aceptan desempeñarlo. Y sí, la palabra cuico es de una violencia y una majadería sin cuento. ¿Dónde está el tan terrible insulto? ¿En la palabra misma o en la persona que la utiliza como látigo? Sin duda no en los sonidos, sino en los sentimientos, en las mentes. La palabra por sí misma es inocua, tan lo es, que en ciertos lugares de Sudamérica ha dejado ese sentido (que lo tenía) y se ha trasladado al campo semántico contrario; en ciertas regiones de Bolivia también significa rico, adinerado, ser platón.

Sin duda el mal se llama “clasismo” y no “lengua clasista”. Hay millones de mexicanos que por pertenecer a cierta clase media, media alta o alta, se sienten superiores a la inmensa mayoría de nacos que pululan en nuestro país, que forman las clases bajas y que son la inmensa mayoría de la población.

Y aquí tenemos otra palabra que nos da pie para mencionar el otro tema del que queremos hablar hoy: el racismo contra los indios, más feroz y más oculto y más fuertemente enraizado en nuestro ser. Naco es sinónimo de indio salvaje del norte, porque este vocablo se utilizaba para identificar una etnia sonorense asociada a los ópatas. No hay vocablo más feroz e insultante que aluda a la condición india (y vaya que sí hay decenas y decenas de palabras  asociables a los pueblos y las culturas indígenas, que son insultos) que éste, y de tal manera lo es y está tan universalizado que se le lanza a quien sea, aunque el aludido sea un mestizo medio empanizado de ojos claros; eso no importa, la raza es lo de menos, igualar a la persona con indio salvaje es lo importante, aunque el insultado sea un criollo de ojos verdes. Y no es la única palabra con este sentido, la etnia veracruzana, totonaca, se usa con la misma intención, aunque no es tan sonoro el insulto. Y en general, con simplemente decirle a alguien: ¡Eres un indio!, ya se le está rebajando, cosificándolo, embruteciéndolo, animalizándolo.

Esta palabra es de tan poderosa fuerza que es un verdadero búmeran, que va y regresa impactando al que lo dice, porque nuestro país está poblado en su inmensa mayoría por mestizos, y hay en nuestra sangre algo así como el 95 por ciento de sangre india. Tan indio es al que se le endilga como el que lo pronuncia.

¿Qué hacer? No lo sé. Soy pesimista al respecto. Pero en cuestiones de la lengua, podemos opinar que la observación de nuestra forma de hablar es la clave de todo. Invito al amable lector que se fije más en las palabras que usa, con seguridad descubrirá la gran cantidad de vocablos insultantes que utiliza para descalificar o denigrar con el que habla. Está bien si de eso se trata, pero no olvidemos que no es necesario ser racista ni clasista para insultar. Un sonoro y bien dicho tasajo verbal funciona muy bien cuando se dispara en defensa propia, no es necesario las comparaciones raciales o sociales para ser más efectivos en la manera en como insultamos.

ramon.moreno@cusur.udg.mx