Año 16, Número 222.

Imagen: Freepik

Rosa Eugenia García Gómez

El primer mes de 2023 se fue y a muchos todavía se nos pasa poner el 3 en lugar del 2 en las fechas de nuestros escritos. Es la fuerza de la costumbre tras 12 meses de nombrar y escribir el presente que ha evolucionado. Lo rutinario de lo cotidiano nos estructura y de alguna manera nos da certeza. Son los cambios y las expectativas a partir de ellos lo que generan incertidumbre, desazón, incluso miedo.

Hace unas semanas mis estudiantes, en medio de una materia en la que abordábamos las características del periodismo de investigación de plano me plantearon, a propósito de los retos de esta particular –y comprometida- manera de ejercer la profesión, si podíamos hablar acerca de cómo se enfrenta el paso entre la culminación de la etapa universitaria y, por decirlo de alguna manera, el inicio de la vida adulta, la de la responsabilidad llana y plena de resolver y sostener todas las necesidades de una persona independiente.

17 miradas estaban fijas en esta profesora. Me sentí halagada por la confianza, y terriblemente responsable por lo que les diría. Para esto no hay libros ni recetas. Hay actitud, convicción de dar el siguiente paso, seguridad que nos vamos a equivocar varias veces, pero certeza de que cada traspiés da elementos para afianzar el paso y cada vez recorrer mejor el camino.

La actitud es esa que nos empuja incluso cuando parece que el horizonte es obscuro. El ánimo de continuar no está ausente de miedo, por supuesto que hay temor. A lo desconocido, a lo que nos digan o hagan personas que antes no habíamos visto, a circunstancias que antes no habíamos enfrentado, pero a pesar de eso la actitud de seguir adelante, si quieren con algo de valentía, nos da convicción para recorrer la incertidumbre y cuando estamos ahí, nos damos cuenta de que tenemos herramientas, ya sea que las identifiquemos de nuestro pasado o para preguntar y despejar dudas.
No es necesaria una bola de cristal para asegurar que se van a equivocar. Todos lo hacemos una y otra vez. Como cuando se me fue aquella primera nota (o sea, no me percaté de lo sustancial del tema que me encargó mi jefe de información) u olvidé la pregunta que haría en la entrevista a aquel empresario tan importante. Pero sin esas vivencias no habría obtenido la experiencia de buenos titulares “de ocho”, ni la confianza de mis jefes para ser enviada especial en la cobertura de eventos de relevancia.
Es cierto, habrá quién te haga zancadillas, nunca falta el envidioso que no soporta el éxito ajeno, pero por cada uno de esos seres que normalmente son amargados, se van a encontrar una decena de personas benévolas y dispuestas a ayudar. Y sabrán que la felicidad está en la capacidad de hacer algo por alguien más, aunque no lo conozcas y tampoco te lo agradezca.

A los padres y madres de estos chicos y chicas que hoy se sienten inseguros por el futuro les digo que su apoyo, y me refiero más al moral que al económico, es indispensable. El soporte que les han dado hasta ahora ha sido muy bueno, por eso son universitarios, pero los cambios que vienen les genera ansiedad. Su cercanía y escucha hará la diferencia entre un joven estancado, y otra que seguirá adelante.

rosa.garcia@cusur.udg.mx