Año 15, número 190.

Cómo se hace una novela, de Miguel de Unamuno se encuentra en la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega del CUSur con la clasificación 860.5 UNA 2004

Melisa Munguía

Miguel de Unamuno escribió Cómo se hace una novela entre 1924 y 1927, durante su exilio en Francia, y por razones de censura no vio inicialmente su publicación en España. Se publicó, traducida al francés, por Jean Cassou bajo el nombre de Comment on fait un roman en la revista Mercure de France, junto con un Portrait d’Unamuno, escrito por el mismo Cassou. La versión completa consta de cinco apartados: un prólogo por Miguel de Unamuno, el Retrato de Unamuno por Jean Cassou, un comentario, Cómo se hace una novela y la continuación, que culmina en Hendaya en 1927.

En el prólogo, Unamuno escribe acerca de su relación con Cassou y sobre la recepción del retrato que este último escribió sobre él. Puntualiza, desde el principio, en la importancia que reside en el lector al momento de interpretar las obras y con ello justifica su propia interpretación del retrato. Su discurso es autorreflexivo y metaliterario, características que se mantienen hasta el término de la novela. A esta particularidad se suma una conciencia política y social propia de alguien en exilio.

Cassou describe a Unamuno como un hombre político que, más que cualquier otra cosa, se dedica a hacer comentarios. Miguel de Unamuno aprovecha para responder, por supuesto, con un comentario. Su personalidad lo invita a cuestionar de forma explícita, en varios momentos, si es que hay alguna cosa escrita que no sea un comentario. De una manera ingeniosa e irrisoria procede a hacer comentarios sobre la literatura y justifica su proceder afirmando que, en realidad, toda obra literaria es un comentario de hechos reales y todo lo escrito es un comentario de lo que se ha leído. Se presenta, entonces, como comentarista de Shakespeare, Pascal, Nietzsche; alude a la Ilíada, la Divina comedia, Las confesiones de San Agustín, el Libro de la Revelación, a Antonio Machado, a Don Quijote, así como a los evangelios según Juan y Marcos. La importancia que Unamuno deposita en el lector le otorga la propiedad de comentarista ,y sabe cómo aprovecharlo y adaptarlo a sus ideas.

Estas ideas que surgen de la lectura de obras ajenas toman un papel protagónico en Cómo se hace una novela, a pesar de que Unamuno enfatice su falta de relevancia al compararlas con palabras o acciones. Esto le da a la novela un tono parecido al de Cervantes cuando escribe acerca de Don Quijote, pues, como a manera de contradicción, la novela que escribe Unamuno se compone de ideas. En el desarrollo de estas ideas ocurren dos historias, abordadas de forma introspectiva: la de Jugo de la Raza y la del narrador que, al mismo tiempo, describe cómo escribiría una novela en caso de hacerlo. Jugo de la Raza es un personaje curioso que no puede dejar de leer un libro, aun después de saber que morirá junto con el personaje del mismo. El narrador, por otro lado, lejos de vivir con base en una novela, escribe la novela de su propia historia, al tiempo que revela posturas políticas y polémicas acerca de la España de Primo de Rivera. Existe, por lo tanto, una crítica explícita a la censura.

Pero ocurre que no existe la escritura de una novela; se habla de ella, pero sucede solamente de manera hipotética. Además, el objetivo real es la creación y el desarrollo de un personaje. De esta forma, se logra una narración enmarcada y paralela que simplemente esboza una línea entre el narrador y Jugo de la Raza:

Así, se ve forzado a proyectarse en otro ser, a convertirse en una entidad ficticia que él mismo puede ir a la vez creando y observando. Este ser creado ─Jugo de la Raza─ expresara su experiencia inmediata del momento presente mientras que el ser observador ─Unamuno─ contempla y moldea a su creación, situándola en relación con el pasado para así otorgarle raíces y profundidad (Roberts 333).

Algo muy parecido a lo que encontraríamos en Salvador Elizondo, por ejemplo:

El narrador hace hincapié en la importancia de vivir la novela, y los personajes involucrados en la narración, incluso él mismo, se encargan de tomarle la palabra. Los actores de este “leer para vivir” se encuentran en una situación de contemplación del otro que se desarrolla de forma paralela. Se muestra en el siguiente fragmento de la página 33: “En otros momentos se decía: ‘En llegando a aquel árbol me caeré muerto’, y después que lo había pasado una vocecita, desde el fondo del corazón, le decía: ‘Acaso estás realmente muerto… Y así llegó a casa”. Esta línea divisoria casi inexistente entre el lector y el personaje hace que el propio Jugo de la Raza ─creación que, además, se modifica a placer del narrador ─funja como el primer espectador de un personaje ficticio. Este fenómeno crea una serie de contemplaciones del otro que culmina, en términos prácticos, con el lector.

El tiempo es otro tema de gran importancia para la novela, ya que esta parece desarrollarse en un presente eterno. De manera constante, sugiere que si el lector busca una historia estructurada cronológicamente, estaría mejor leyendo otro texto.

En su lugar Unamuno decide utilizar la palabra para experimentar el momento presente en toda su plenitud, para conseguir lo que él llama «la eternización de la momentaneidad» o «la momentaneización de la eternidad» (pág. 60). El escritor añora «vivir en la duradera y permanente historia, no morir» (pág. 83), y se da cuenta de que la mejor manera de conseguir esto es vivir en y para el momento presente (Roberts 332).

Esta serie de pensamientos que parecen infinitos de pronto se ven interrumpidos por la realidad histórica. El narrador, cuando deja de pensar en la creación de la novela, desarrolla comentarios referentes a la situación política de España. Su exilio lo lleva al cuestionamiento de su realidad y de repente deja de imaginar para reflexionar acerca de su entorno. Unamuno logra un desarrollo excelente de cada uno de sus personajes, ya que integra los aspectos externos e internos que los conforman. Así, Jugo de la Raza vive con el miedo de morir junto con el personaje de su novela, al tiempo que el narrador se lamenta de la tiranía y la censura de su expatria.

Cómo se hace una novela desarrolla lo que significa la existencia: existir como forma de vivir fuera de lo que somos. Esta característica quijotesca se presenta desde el inicio e intensifica su fuerza a lo largo de la novela. Jugo de la Raza, en ese sentido, es muy parecido a Don Quijote de la Mancha. Vive a través de la novela y está en una constante acción/contemplación que únicamente puede describir un autor que deja de lado las costumbres realistas. A través de la narración enmarcada, Miguel de Unamuno explica cómo escribiría una novela, al tiempo que la escribe y da sus propios puntos de vista políticos y sociales. Es ingenioso cómo las ideas son los agentes principales de la narración, aun cuando en un principio se habla de su inutilidad. El lenguaje que utiliza, siempre metaliterario, exalta la importancia que tiene el creador en su obra y cómo esta es un espejo de su forma de ser, de su forma de vida. Es una novela profunda en la que las ideas mantienen el papel protagónico y el tiempo es un eterno momento. Por si fuera poco, explora también las ideas de la razón, la verdad y la locura y las explica con un discurso autorreflexivo que obliga a las pausas continuas para asimilar lo que se ha leído

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