Año 16, Número 230.

La autora, de forma explícita, dirige esta novela a todas aquellas mujeres que han sido afectadas por el constructo social de la maternidad establecido en un México aún machista

Pie de página

José Carlos Covarrubias Ignacio

Ser madre es un estado con varios puntos de vista: lo que para una mujer puede ser la cúspide de su realización femenina, para otra, quizás, es la peor de sus desgracias. Publicada en 2019, Casas vacías, de Brenda Navarro, es una novela que muestra una perspectiva inédita de la maternidad. Por esta razón, dicha obra de la autora mexicana fue galardonada con el XLII Premio Tigre Juan en el 2020.

Navarro, de forma explícita, dirige esta novela a todas aquellas mujeres que han sido afectadas por el constructo social de la maternidad establecido en un México aún machista. Cuando Casas vacías ve la luz por primera vez en 2019, el territorio mexicano sigue siendo un campo de violencia continua, censura, silencio, corrupción y negligencia. Todos estos aspectos son tomados por Brenda Navarro para crear en su obra un escenario similar.

La autora de Casas vacías lleva de la mano a su lector, por medio de una narrativa espinosa, a conocer la comparación de dos vidas paralelas situadas en un México contemporáneo. En una, se entra en contacto con la mamá de Daniel: una mujer que no deseó ser madre, pero que cuando pierde a su hijo, se sumerge en una profunda depresión. En contraste, está la mamá de Leonel: una mujer violentada que, ante la negativa de su pareja por hacerle un hijo, decide robarse a un niño para así cumplir su sueño de ser madre. Ambas historias tienen una cosa en común: el constructo social de la maternidad; sin embargo, cada una es peculiarmente dolorosa.

El libro arranca con el monólogo de la mamá de Daniel, una mujer que cuenta con un tono de agonía la desaparición de su hijo. Por medio del discurso, la madre del niño cuenta que cuando el menor desapareció ella estaba distraída en el teléfono. Esta es la razón por la que constantemente siente una inmesa sensación de culpa, la cual le carcome hasta los pensamientos. A raíz de la ausencia del infante, la madre se hunde en un profundo viaje de reflexión cargado con matices depresivos. Cuenta su amorío con Vladimir, cómo es su matrimonio con Fran, el padre de su hijo y, lo más interesante, su relación con Nagore, la niña que ella y su esposo acogieron en su hogar. Además, recuerda cómo ella nunca quiso ni buscó ser madre, incluso cuando quedó embarazada entró en una etapa de duelo, como si hubiese perdido algo. Y, en efecto, así fue: perdió su identidad.

La otra historia contenida en este libro es la de la mamá de Leonel. Ella es una mujer de escasos recursos que deseaba con todo su corazón ser mamá de una niña. Es por ello que le exige tantas veces a Rafael, su pareja, que la embarace. Pero esto jamás ocurre, pues Rafa constantemente se niega a eyacular dentro de ella. Ante la desesperación de no obtener lo que busca (ser madre), la mujer se roba a un niño y desde entonces lo hace su hijo. Cuando el infante llega al hogar de aquellos dos, el lector conoce el entorno de violencia en el que viven los integrantes de esa casa. La pareja discute, se pelea a golpes y a palabras, hay infidelidades, e incluso el pequeño es maltratado al principio por parte de la mujer.

En ambas historias el entorno social afecta directamente al concepto de la maternidad. Es una constante aquella opinión popular de que la mujer debe de ser madre en algún punto de su vida, puesto que su propia naturaleza dicta la reproducción. Son los familiares de ambas mujeres los que las orillan, directa o indirectamente, a convertirse en madres. En el caso de la mamá de Leonel, ella sufre una constante presión de quedar embarazada porque las otras mujeres de su familia ya lo estuvieron. Esta situación no está nada alejada de la vida real.

Esta es una novela que hace florecer un ramo de emociones diversas, pues pone sobre la mesa la pérdida de identidad que sufren muchas mujeres al convertirse en madres. A través de una crítica social se muestra una historia con aspectos lacerantes: infancias duras, violencia doméstica y silencio frente a la desaparición.

Para comenzar, el conflicto que eligió Navarro para esta historia es muy atrevido. Comúnmente la maternidad es relacionada a un evento emocionante y lleno de felicidad, incluso hay personas que lo ven como una bendición por parte de algún Dios. La autora de Casas vacías destroza este supuesto y expone una nueva perspectiva donde ser madre es, más bien, una bala que fulmina la identidad de una mujer. Si se presta atención, ningún personaje femenino (salvo Nagore, quien no es madre) tiene un nombre propio en esta novela. Está la mamá de Fran, la mamá de Rafael, la mamá de Daniel, la mamá de Leonel, pero nunca una identificación personal. Pareciera que cuando las mujeres se convierten en madres se pierden a sí mismas para ahora ser otra persona: la mamá de alguien. Pero esto no pasa con los hombres, ellos sí tienen una identidad.

El lenguaje usado en esta obra es uno de sus puntos más fuertes. La historia está narrada en primera persona, cada mujer hace un monólogo donde expone el léxico que posee. La mamá de Daniel, quien es una mujer económicamente beneficiada, emplea un uso de la lengua más formal y refinado. Varias de las palabras que emplea para comunicarse parecen diplomáticas. Por otro lado, la madre de Leonel, de escasos recursos, usa un lenguaje muy coloquial, cargado de malas palabras y un léxico más promedio. Este detalle muestra a todas luces la dualidad entre ambas mujeres, y mantiene esa constante comparación entre la vida de una y otra.

Esta novela de Brenda Navarro es totalmente recomendable. Es un trabajo completo, interesante, novedoso y atractivo. Es una obra que recuerda el buen material que hay en la literatura mexicana y que muchas veces es ignorado por voltear a ver las letras extranjeras. Se hace una amplia invitación para que los interesados en la literatura mexicana lean esta historia sobre maternidades. Al acercarse a este libro, el lector verá a Casas vacías como una obra que muestra cómo se teje la maternidad como un constructo social.

josecarlos2426@gmail.com