Año 14, número 179.
La Pulga, como todos los mercados de segunda o bazares, se crea por las necesidades que parten de distintos ángulos: la economía de la sociedad, la convivencia e interacción y el intercambio o el truque
Evangelina Bolitocha
Cuando todavía no amanece se escucha el sonido de la vida; la gente que no descansa los domingos, porque el costo de la supervivencia nunca para. Entre la penumbra comienzan a llegar los comerciantes del Bazar Zapotlán Unido A. C., conocido popularmente como “La Pulga”, ubicado en la colonia Constituyentes en Circuito Poniente. El mercado se envuelve entre colores y olores de enchiladas dulces, carne asada, pozole, menudo y por supuesto tostadas de chile de uña. Entre zapatos de primera, de segunda y tercera mano; juguetes, accesorios femeninos, reliquias, trastes, libros, herramientas, muebles, ropa de todos tamaños, estilos y épocas, lo imaginable y lo inimaginable. Los comerciantes van y vienen acarreando cajas y maletas, lo necesario para instalarse en sus “locales”, justo debajo del domo que hace aproximadamente un año el gobierno municipal les erigió.
Platicando con la presidenta de la asociación, la señora Estela Aguilar Ayala, cuenta que este mercado tiene más de treinta años de existencia, veintiocho de los cuales la señora Estela ha coordinado el Bazar Zapotlán Unidos A. C. Dice que todo comenzó con dos o tres pequeños puestos callejeros cerca de la estación de bomberos, afuera de la capilla sobre la avenida Carlos Páez Stille, a unas cuadras de donde se encuentra actualmente. Que lo iniciaron otros y fue creciendo, que ella se unió dos años después y comenzó coordinando la mesa directiva. Dice que el sistema de comercio cumple un rol de intercambio: “compramos y vendemos”. Que los comerciantes son de varias colonias y pueblos como Zapotiltic.
Así que el Bazar dio origen siguiendo el paso de aquella frase célebre “la unión hace la fuerza”, sometiéndose a la necesidad de un país como el nuestro, o más bien de un mundo como este en que mercados como “La pulga” son tan necesarios y elementales como el agua potable. Porque tanto en Ciudad Guzmán como cualquier otro lugar de México están conformados por y para las mayorías que no ganan lo suficiente para cubrir todas sus necesidades. Pienso en la reflexión que hace la señora Estela al contestar la pregunta: ¿Qué significa el Bazar para usted? “Para mí significa el trabajo de muchas personas que no tienen que comer, el cincuenta por ciento de las personas que vienen son gente de la tercera edad, son personas vulnerables, que ocupan ayuda, que no tienen trabajo, significa mucho porque vienen y sacan el día, aunque sea sacan para comer”.
¿Gente de la tercera edad? Sí, porque la gente de la tercera edad también trabaja, consume y come, y en espacios como este se encuentra un mecanismo para la subsistencia, como explica otra de las locatarias, Elisa Castillo de 70 años, quien vende accesorios para perros y tiene veintiocho años en el Bazar. Elisa responde qué representa para ella venir cada domingo: “Primeramente el trabajo, de aquí saco para mi semana, segundo, platicar con mis compañeros es como terapia porque ya soy una adulta, aparte de que mi venta me da para mi semana”. Tanto la señora Estela como la locataria Elisa nos hablan de las instalaciones, aunque están contentas con el progreso también se dan cuenta y desean mejorías. “Estamos más mejor porque cuando menos tenemos sombra, pero de que nos faltan cosas nos faltan… yo me refería a los baños, sí tenemos baños, pero no baños dignos, de puro cemento, cuando llueve se nos viene el agua para dentro, no podemos dejar mercancía”. Además la señora Estela reafirma lo dicho por su compañera y agrega las mejorías que le gustaría que tuviera el espacio: “De lo que teníamos nada, tenemos algo, estamos bien, pero le faltan muchas cosas aquí al bazar; puestecitos bien, uniformes, luz eléctrica, porque no tenemos luz, tenemos baños pero no están bien, canalejas para el domo… faltan muchas cosas”. Para cerrar la entrevista, la señora Elisa Castillo nos dice una frase que engloba la importancia del sentido humano del lugar: “Nosotros vendemos de segunda, pero nosotros no somos de segunda, somos gente de primera”.
La historia de La Pulga, como todos los mercados de segunda o bazares, se crea por las necesidades que parten de distintos ángulos: la economía de la sociedad, la convivencia e interacción y el intercambio o el truque. Este mercado, a lo largo de su historia, ha pasado transformaciones y peripecias, las últimas aún las siguen padeciendo, y las autoridades las han atendido a cuenta gotas. La señora Estela nos cuenta que hace varios años otro gobierno municipal les donó el terreno donde ahora se encuentra el domo, mismo que para su construcción tardó en concretarse cuatro años. Recapitulando, tuvieron que pasar más de treinta años para que estos comerciantes tuvieran un lugar para trabajar; un lugar que aún carece de una funcionalidad óptima.
Las hermanas Margarita y Leonor Ortiz Díaz, de 59 y 54 años, tienen un puesto de menudo, enchiladas dulces y quesadillas. Ellas son otra prueba de cómo se trabaja y se busca una fuente de ingreso extra. En el caso de Margarita nos cuenta que ella vende tortillas en su casa durante la semana, el domingo trabaja en su puesto, y Leonor es ama de casa que trabaja en el local con su hermana para ayudarse con los gastos. Ellas cuentan que apenas tienen tres meses como locatarias, que el puesto fue dejado por una señora que enfermó y que Margarita ayudaba. Leonor nos dice que para ella es un espacio de convivencia donde se crea una ayuda colectiva, “no toda la gente viene, sólo la más necesitada”. Esto me hace pensar que la gente más necesitada o la “medio necesitada” es una mayoría en nuestro país.
El Bazar Zapotlán Unidos A. C. sigue en movimiento como todos los domingos, el viento mueve camisas, sombreros, bolsas, flores, gorras, todo lo que encuentra a su paso en ese lugar donde se conjuga la diversidad de consumo. La señora Estela explica que son doscientos cincuenta locales los que conforman el mercado, además hace la invitación para quien desee unirse al proyecto.
Me pregunto cuántas personas han encontrado en este Bazar lo que andaban buscando por un precio mínimo, cuántas familias han encontrado uniformes para la escuela, mochilas, zapatos que han servido para poder ahorrarse el dinero destinado para el gasto diario, cuántas personas toman este día como religioso para distraerse de la rutina y vagar por el mercado cada domingo como una terapia de vida. Y es que a este lugar vienen desde jornaleros, amas de casa, estudiantes, comerciantes hasta profesionistas. Es un lugar popular creado por y para la mayoría de la sociedad, un espacio elemental, donde se conjuga la necesidad y la recreación, la versatilidad y la vida.
Para nosotros, gente de Zapotlán el Grande, donde la supervivencia es tan costosa y tan difícil de conseguir, el Bazar Zapotlán Unido A.C. y todos los bazares y todas Las Pulgas que han existido desde tiempos antiguos conforman un remanso, un respiro que oxigena la rutina. Un espacio que se ha creado con la mejor de las intenciones: ayudarnos unos a otros, mejorar la forma de vida. Es por eso que la señora Estela Aguilar Ayala reitera: “Que vengan, seguir invitando al pueblo a que venga, y si quieren trabajar con mucho gusto en lo que podamos apoyar, todos tenemos el derecho de trabajar… para que esto siga creciendo y se vea bonito”.
Aún recuerdo la lámpara de globo terráqueo que compré por treinta pesos o el libro de Savater por veinticinco ¿No es valioso luchar por sobrevivir de forma digna y completa, aunque a veces cueste más de treinta años?
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