Texto presentado en el Festival de Día de Muertos CUSur 2023

Fotografía: El financiero

Rezo para que tu cuerpo ausente no quede impune. Para que no quede anónimo. Rezo para tener un sitio a dónde ir a llorar. Rezo por los buenos y por ellos, porque si ellos no tienen corazón, yo sí

Sara Uribe

Andrés Arreguín

Este mes se celebra el Día de los muertos en México, en otros lugares a los que hemos llegado a contagiarles nuestra cultura y en otros de donde hemos tomado también. Se colocaron cientos de cuadritos de papel picado de todos los colores. Los altares más llamativos se erguieron para bienvenir a nuestros difuntos y tenerlos bien contentos con la ofrenda de sus comidas favoritas. También el olor a copal y toda clase de inciensos llenaron nuestras narices y los dedos se nos pintaron de naranja mientras nos preparábamos para guiar a aquellos seres queridos que han fallecido de regreso a sus recintos eternos.

Se nos dice que celebrar la muerte es parte de nuestra tradición, más aún, que el mexicano promedio no le teme, ¡qué va! hasta versos, corridos y canciones le compone a una figura caricaturesca, siempre sonriente, elegante y catrina, para pedirle licencia o para burlarse de su intento irrisorio de llevárselo patas pa’rriba. Pero la realidad es que la muerte en México no lleva vestido. No se te aparece de frente para que sepas que viene por ti. No habla, no ríe, no escucha. Todos los días muere un mexicano a manos de la violencia, del crimen organizado, o vaya a saber de quién. Cruces se levantan todos los días en el lugar donde alguien tomó su último aliento y cada año en el aniversario de su muerte, en su cumpleaños o el 2 de noviembre, las mamás dolientes, hijas, abuelas, hermanas, (porque siempre son mujeres) le adornan su altar con cuanta flor sea necesaria para recordarles que fueron amados, y que aún lo son. Pero ¿y los muertos que no conocemos? ¿A dónde va a llorarle una madre a su hijo si no sabe si vive o está muerto?

En México, desde las 9 horas del 01 de enero de 1962 hasta las 23 horas del 30 de octubre del 2013, se han registrado 299 mil 689 desapariciones forzadas, como se le han denominado, de las cuales 186 mil 899 personas han sido localizadas, 172 mil 974 fueron encontradas con vida y 13 mil 925 no. 112 mil 790 aún no regresan, con o sin vida. “Contarlos a todos. Nombrarlos a todos para decir: este cuerpo podría ser el mío. El cuerpo de uno de los míos. Para no olvidar que todos los cuerpos sin nombre son nuestros cuerpos perdidos”. Dice Sara Uribe en Antígona Gonzáles que un desaparecido es como “Un vaso roto. Algo que ya no está, que ya no existe. Que se halla en paradero ignorado, sin que se sepa si vive. Sin que se sepa”.

No podemos celebrar la vida, ni celebrar la muerte, ni celebrar el regreso, sin saber quién falta. Por eso este dedicamos y ofrecemos altares como un lugar de descanso para aquellos que no conocemos, para quienes se quedaron sin su luz para volver y sin un lugar para ser recordados.

Yo les hubiera agradecido que a donde se lo hubieran llevado, mejor lo hubieran dejado muerto, porque al menos sabría yo dónde quedó, dónde llorarle, dónde rezar. A lo mejor ya me hubiera resignado

Sara Uribe

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