Año 14, número 167.

El detective inglés de Arthur Conan Doyle está disponible en la Biblioteca Hugo Gutiérrez Vega bajo la clasificación 823.8 DOY 2000 y 823.8 DOY 1995

Judith Sánchez

En noviembre de 1887, en el almanaque inglés Beeton’s Christmas Annual, aparece por primera vez el más famoso de los detectives criminales de la historia de la literatura, Sherlock Holmes; acompañado por supuesto por el doctor Watson, quien además de ser amigo y asistente de Holmes, es también el narrador de las aventuras de crimen y misterio que tienen origen gracias a las actividades detectivescas en las que se enfrasca el, un tanto excéntrico y muy inteligente, señor Sherlock Holmes.

Entre novelas y cuentos, el detective inglés fue rápidamente acogido por el público lector. Para 1891, con Las aventuras de Sherlock Holmes, el incipiente género de misterio consolidaba una figura central para la literatura de crímenes. Apenas cincuenta años antes de este tercer libro sobre Sherlock Holmes, Edgar Allan Poe daba inicio a la narrativa de misterio con su detective francés Auguste Dupin, no tan famoso y, según el mismo Holmes, muy inferior a él a pesar de ser un genio. Sin duda, en Dupin encontramos el precedente narrativo de Holmes, un detective amateur que es un genio racional y observador que aparece acompañado por un amigo que, además, es el narrador de la historia. No obstante, ningún detective logró jamás tal consolidación y aprecio masivo como lo hizo el personaje de Doyle.

La afición pública que generó Sherlock Holmes en su época fue tal que incluso lo hacen volver de la muerte, forzando sin duda la mano ingeniosa del Arthur Conan Doyle. La muerte de Holmes narrada en El problema final (1893) causó que muchos lectores cancelaran su subscripción en The Strand Magazine, donde se publicaban los textos de Doyle, y que el escritor recibiera numerosas cartas de lectores inconformes. Así, unos pocos años después, el aclamado detective regresa en La reaparición de Sherlock Holmes (1905), publicación a la que le siguen otros relatos y novelas donde éste es protagonista.

Pocas, aunque singulares son las veces en que el autor es superado por el personaje. Este es, definitivamente, el caso del escritor Arthur Conan Doyle. Influenciado por una corriente positivista que expresa en la ciencia la resolución de las incógnitas del hombre, Doyle crea un magnífico personaje que dictó durante más de una centuria las peculiaridades de la ficción de crímenes y misterio, tanto en la literatura como en la cinematografía. Y si bien muchos han olvidado el nombre de su creador, el personaje nos sigue resultando tan familiar incluso a 133 años desde su primer día como protagonista en Estudio en escarlata (1887).

Las excentricidades de Sherlock Holmes no hacen más que reforzar esta imagen de un personaje extremadamente agudo y perceptivo, reservado e intensamente atraído por el estudio del crimen. Sherlock Holmes es un hombre sumamente particular e intenso que dedica sus facultades mentales a la aclaración de misterios que parecen imposibles sin las normas del incipiente pensamiento científico: la observación, experimentación y deducción. Es un hombre que puede alternar entre pasar una semana entera haciendo uso de la cocaína y otra en agitada actividad detectivesca. Asimismo, Holmes encuentra emocionante descubrir un reactivo químico que permite identificar si una mancha en un traje es sangre u oxido, por ejemplo, mientras que ayudar a la policía de Scotland Yard a descubrir al asesino de un hombre le resulta una tarea por lo menos sencilla que no tarda en resolver. El sentido de la justicia, además, es para Sherlock Holmes una cuestión personal, así que pueda decidir él mismo no entregar a la policía al hombre que ha cometido asesinato, como lo hace en “El misterio de Boscombe Valley”.

Sherlock Holmes es sin duda esa “máquina de observar y razonar más perfecta que ha conocido el mundo”, como dice Watson, pero que carece de toda pasión o sensibilidad humana y que incluso desconoce algunas de las cosas más básicas del conocimiento general, como que la tierra gira alrededor del sol, y aún peor resulta su falta de interés por conocerlas. Holmes es un tipo ansioso e inquisitivo ante una escena del crimen que, en donde algunos sólo ven hierba pisoteada, el observa cuatro pares de pisadas distintas, el arma homicida e incluso las características del asesino, todas ellas comprobables de forma lógica. Su agilidad mental, no obstante, contrasta con su ineptitud en las relaciones humanas; como dice el doctor Watson, “como amante no habría sabido qué hacer”.

Sin duda, su extravagante inteligencia y el gran recibimiento por parte del público han asegurado su permanencia a través del tiempo. Recientemente, Sherlock Holmes ha ocupado tanto la pantalla chica como la grande con programas televisivos y producciones cinematográficas, tal es el caso de la serie estadounidense Elementary (2012) de Robert Doherty, que cuenta ya con siete temporadas al aire, o las películas Sherlock Holmes (2009) y Sherlock Holmes: juego de sombras (2011), ambas producciones de Guy Ritchie que fueron muy bien recibidas por la crítica.

En estas producciones audiovisuales no sólo se lleva de la letra a la imagen al famoso detective, sino también al Sancho Panza de nuestro Quijote, al doctor Watson. Lo mismo ocurre con el profesor Moriarty, mente criminal que controla la mayoría de los criminales en Inglaterra y enemigo mortal de Sherlock Holmes; con Irene Adler, el personaje femenino más notable de Doyle que aparece en el cuento “Escándalo en Bohemia”, sobre la que Holmes expresa una gran admiración y que ha sido vastamente desarrollado fuera de la obra original; también la señora Hudson, la arrendadora de Sherlock Holmes en Londres que ha de sufrir personalmente todas las excentricidades de su inquilino, e incluso con el cachorro de Watson, han alcanzado la pantalla grande.

Asimismo, el domicilio 221 B de Baked Street en Londres que aparece desde el primer texto de Arthur Conan Doyle se ha vuelto uno de los lugares icónicos del mundo del detective Sherlock Holmes. En realidad, este alojamiento es el motivo e inicio de la relación entre el doctor John H. Watson y el señor Sherlock Holmes, puesto que un amigo en común, luego de enterarse que Watson busca alojamiento, los presenta a ambos, en vista de que Holmes había encontrado unas bonitas habitaciones y se lamentaba de no poderlas pagar con su bolsillo. Al día siguiente de conocerse y de no haber encontrado en el otro ningún signo desfavorable en personalidad y hábitos, ambos visitan el domicilio, y como prácticos caballeros ingleses, deciden mudarse juntos ese mismo día. Allí, en dicho número de la calle Baked Street, iniciaron hace 133 años las aventuras del más famoso de los detectives criminales, Sherlock Holmes, en compañía de su buen amigo el doctor Watson.

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