Año 14, número 177.
Vivirse trans desde un contexto pandémico implica en algunos panoramas el vivirse pleno, siempre y cuando se tenga la fortuna o la suerte de vivir con quienes respetan y abrazan cómo vives tu género, sin embargo, hay quienes viven en contextos menos favorables
Iván Rayas
Sin duda los últimos meses no han sido fáciles para nadie, la pandemia nos orilló, -en gran medida-, a renunciar a aquellos espacios que formaban parte de nuestro cotidiano, algunos tienen que salir por cuestiones laborales, mientras otros podemos seleccionar nuestras salidas según sea necesario. Aunque existen diversas formas de (sobre)vivir la pandemia, uno imaginaría que el proceso de todas las personas que viven en condiciones socio-económicas similares a las nuestras, llevan un proceso similar al de nosotrxs, sin embargo nos atraviesan otras realidades, en el caso de este texto: vivirse trans.
Ser trans, por sí mismo, ya es vivir contra-corriente al binario del sistema sexo-género y con aquello que se adquiere dentro de esa hegemonía, vivirlo en aquello que llamábamos cotidianidad, consistía en escondernos o moldearnos dentro de concepciones estereotípicas que -como a cualquier persona-, se nos han impuesto, y si bien, hay tanto personas cis como personas trans que se vivían fuera de la hegemonía, estas sufrían discriminación y/o agresiones físicas por ello.
El vivirse trans desde un contexto pandémico implica en algunos panoramas el vivirse pleno, siempre y cuando se tenga la fortuna o la suerte de vivir con quienes respetan y abrazan cómo vives tu género, sin embargo, hay quienes viven en contextos menos favorables, que sufren discriminación, misgendering y maltratos físicos por ser trans. O quienes regresan al “clóset” porque todavía no están listos para decirlo/vivirlo en casa.
Visibilidad y resiliencia desde casa
Una vez habituados a la cuarentena, hubo todo tipo de vivencias, algunxs nos dimos cuenta que, al no salir a la calle, había menos miradas incómodas, menos misgendereo, tiempo de ser como nos sintamos más cómodxs, sin binders, sin o con maquillaje, con la ropa que queremos, sin escondernos. Mientras, otras personas tenían una noción inversa, la pandemia había arrebatado aquellos espacios que se consideraban seguros, o que al menos no eran tan peligrosos como el hogar, había que resguardarse no sólo del Covid-19, sino también de la transfobia.
La otra pandemia
La llegada del Covid-19 trajo consigo una epidemia de transfobia, no llevábamos tanto tiempo resguardadxs, cuando fue notoria la cantidad de transfobia que existía en redes, sin duda eran cantidades más grandes de las que comúnmente se veían, algunas personas hablaban de las personas transgénero desde un desprecio causado por su religión o costumbre, otras hablaban desde puestos académicos, como es el caso de algunas vertientes del feminismo radical y/o transexcluyente. Otras personas sólo callaban ante los discursos de odio, simulaban no ver lo que pasaba o ignoraban que ese discurso de odio, tarde o temprano, se convertiría en una campaña anti-derechos.
El efecto de la transfobia trajo la necesidad de resguardarse en espacios todavía más seguros que los habituales, las redes sociales se llenaban de transfobia poco a poco, algunas colectivas feministas con gran peso mediático dentro de Latinoamérica y España comenzaron a estigmatizar sobre las vidas de las personas trans, mostrando un rechazo lleno de condescendencia, que pocos meses después desencadenaría en un conversatorio donde Arussi Unda, nombrada como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo y porta-voz de Brujas del Mar, estigmatizó sobre las personas trans como violentas y confundidas, y con Lidia Falcón recomendando comprar una Kaláshnikov (fusil) para enfrentar a las personas trans, mientras invitaba a sus oyentes a tomar posición dentro de grupos políticos para frenar las leyes de identidad de género.
Resistir desde otros espacios
El odio hacia personas trans se instauró en lo cotidiano, y a diferencia de hace un par de meses, ahora no se podía señalar porque venía desde una fracción del feminismo que comparte ideas con personas conservadoras. Mientras esos grupos feministas formaban campañas anti-derechos para detener las leyes de identidad en diversos estados, así como comenzaron las amenazas directas contra mujeres trans y personas no binarixs que quisieran asistir a espacios feministas, como concentraciones o marchas.
Sin embargo, ese odio llevó a las personas trans a la construcción de espacios más seguros, donde se pide a las personas de nuestro cotidiano que frenen los discursos de odio de las personas transfóbicas cercanas de ellxs, y que se deje de dar plataforma personas y colectivas que manejan campañas anti-derecho, lo que trajo consigo otro golpe emocional para las personas trans, que en el mejor de los casos se daban cuenta que tenían que pedir un trato digno a sus allegadxs, y de no ser cumplido, a nombre de la integridad y dignidad, se tendrían que retirar de espacios con violencias discursivas. Si bien algunos espacios dejaban de ser seguros, la pandemia también traería una unión entre personas trans, la comunidad LGBT+ y algunos espacios dentro del feminismo, que aunque sea de manera online, son un lugar seguro.
Incluso así, ahora que las necesidades escolares, laborales y sociales nos hacen salir de casa de nuevo, nos encontramos no sólo con las redes sociales, sino también las calles llenas de pintas con tintes de transfobia, pero es importante señalar que la nueva cotidianidad también trae consigo la empatía y el abrazo online, ahora no celebramos la aprobación de leyes de identidad de género desde las calles, sino desde casa, inundando nuestros timeline de fotos sobre lo trans, sabemos resistir a la distancia, luchar por nuestros derechos y hacer frente a la transfobia.
No nos quedaremos calladxs ante los discursos de odio. Nunca lo hemos hecho.
iv.rayas@gmail.com