El doctor Preciado nos contaba que en Buenos Aires es común que las librerías abran las 24 horas, y que no es necesario comprar, decía que puedes ir a leer sin ningún compromiso.
Francisco Javier Uribe Torres
Nunca he pisado Buenos Aires, ni siquiera he puesto un pie fuera de este hermoso país que tanto me ha dado, México. Lentamente me aproximo a mi destino, entusiasmado, pues hay una misión que deseo cumplir en la capital argentina.
En el año 2019 entré a la licenciatura en Letras Hispánicas en el CUSur, ahí conocí al que sería uno de los maestros más importantes en mi vida como estudiante, el doctor Vicente Preciado Zacarías. En una de sus clases llenas de lecciones e historias maravillosas, el doctor optó por contarnos sobre un gran amigo suyo y su preciosa librería en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Recordó con mucha nostalgia sus días en aquella gran ciudad junto a su amigo. Conmovido y con un peculiar brillo en los ojos nos mostró fotos que él había tomado de La Calesita, antes llamada El Ventanal, repleta de libros y con una preciosa arquitectura, además de una foto que no olvido de Vicente al lado de Costanzo su librero amigo.
El doctor Preciado nos contaba que en Buenos Aires es común que las librerías abran las 24 horas, y que no es necesario comprar, decía que puedes ir a leer sin ningún compromiso.
A la partida de Vicente Preciado de Buenos Aires, él y su amigo seguían en contacto a través de cartas, dicha correspondencia se convertiría posteriormente en Los trabajos y los días de un librero, libro editado por la editorial universitaria, recopila la correspondencia de Vicente Preciado quién escribe desde Zapotlán el Grande y José Luis Costanzo desde Buenos Aires, donde comparten temas de cultura, sobre todo gustos literarios y musicales. Dicho libro fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en el año 2010. En la mesa de aquel evento se encontraba el profesor Ricardo Sigala, quien además escribió el prólogo de dicho trabajo.
Por azares del destino, ahora soy yo quien viaja a Buenos Aires dispuesto a buscar a Costanzo, hablar, tomarme una foto como alguna vez lo hizo Vicente y juntos recordarlo. Le conté mis planes a la maestra Ariana García, quien además de dar clases en la licenciatura en Letras Hispánicas, fue editora y entrañable amiga del doctor Preciado.
A partir de la plática con ella, decidió hacer mi misión más interesante. Me dio el que se podría considerar el último libro del doctor Preciado Prólogos, con una dedicatoria para Costanzo «Al doctor preciado le hubiera gustado que usted tuviera este libro».
Por desgracia la hermosa Calesita de la que Vicente nos había contado aquella “tarde de Zapotlán” como a él le gustaba llamarle a sus clases, cambió su ubicación, y por más que la tecnología es tan avanzada, todavía no es capaz de decirme dónde es que se encuentra la nueva Calesita, por lo que en los próximos meses me daré a la tarea de caminar por las calles que algún día el doctor caminó en busca de buena literatura y preguntar si es que alguien sabe del paradero de aquellos dos de los que algún día Vicente nos habló.
javier.uribe@alumnos.udg.mx