Año 16, Número 216.
La irregularidad en la conjugación de algunos verbos consiste en que alguna vocal de la raíz de la palabra (lexema) se modifica
Ramón Moreno Rodríguez
Es sabido, por todos los que estamos interesados en estos temas del uso gramatical correcto de la lengua, que los llamados verbos irregulares son motivo de quebradero de cabeza en aquellos hablantes interesados en hacer un uso apropiado de nuestro idioma. Estos verbos tienen cierta “anomalía” para conjugarse, puesto que el usuario de la lengua está acostumbrado a utilizar determinada forma para indicar la acción verbal que quiere usar y lo aplica inconscientemente, de manera no premeditada, sino mecánica. Sólo cuando media la reflexión puede el hablante darse cuenta si ha cometido un dislate en el momento de emitir sus palabras o redactar un texto.
Por ejemplo, si alguien dice: “No creo que ese chamaco escarmente en cabeza ajena”, casi de inmediato (no siempre), se corrige y cambia por “No creo que ese chamaco escarmiente en cabeza ajena”. ¿Qué fue lo que pasó aquí? ¿En qué radica el uso incorrecto? Pues en que el hablante intentó conjugar el verbo escarmentar como si fuese un verbo regular y no lo es. Y eso se hace muy evidente cuando lo escuchamos en los niños, que, con mucha frecuencia, porque inician el aprendizaje de las normas de la lengua, tienden a construir todas las conjugaciones verbales como si fuesen regulares. ¿Cuántas veces no hemos oído decir a un niño: “¡Mira cómo volo!”? Y claro, no faltará el adulto que le corrija y le explique, “no se dice volo, se dice vuelo”.
Así pues, la irregularidad en la conjugación de unos verbos consiste en que alguna vocal de la raíz de la palabra (lexema) se modifica, pues la e se cambia por i o al revés, o porque el diptongo se deshace, o al revés; o también, que hay una sola vocal pero en algunos tiempos y personas verbales diptonga y en otras no. Por ejemplo, si la raíz del verbo educar es educ, en todas las combinaciones de modos, tiempos y personas esa “u” debe permanecer, como en efecto permanece, y así decimos: educo, educaba, educaré, educa, eduque, educad, etc. Mientras que en el verbo escarmentar no siempre se respeta su raíz (escarment), pues en ocasiones se conjuga con la e, pero en otras con el diptongo ie. Veamos en esta tabla, para mayor claridad con los dos verbos, el regular y el irregular.
Como se ve en esta tabla, con los dos tiempos verbales transcritos de cada caso, se hace evidente que en el verbo regular la vocal en cuestión (la u–) se mantuvo en las doce combinaciones, mientras que en el verbo irregular la vocal e se cambió por el diptongo ie diez veces y en las otras dos no hubo alteración. Por ello, no debe extrañarnos que algunas personas, al usar la primera persona del presente de subjuntivo del verbo escarmentar, digan escarmente y no escarmiente. Lo que se está haciendo es aplicar la regla general. En una ocasión, el presidente López Obrador decía en broma: “Pues yo ya no hallo cómo darle gusto a la oposición, porque a veces me acusan de que me como las letras al hablar (Mis amigo’ en lugar de decir Mis amigos) y en otras que se las pongo de más (vinistes por viniste)”. En efecto, es una broma y como tal la debemos tomar; ya habrá ocasión de que expliquemos el uso de la s en la segunda persona del singular del pretérito de indicativo (amastes, cantastes, trujistes, dijistes, etc.), tan usado por los grandes autores barrocos del siglo XVII como Cervantes, Góngora, Quevedo o Sor Juana.
Esta peculiaridad del verbo español da como resultado que su uso sea complejo para los hablantes nativos y muy complejo para quienes estudian el español como segunda lengua. Algunos chinos, alemanes o rusos se desesperan por las dificultades de la conjugación de nuestros verbos y es para comprenderlos, porque si para nosotros, hablantes nativos, se nos dificulta, bien vemos el ángulo desde el que los extranjeros lo miran.
En fin, no nos espantemos, veámoslo desde el otro ángulo (el optimista). La Real Academia Española dice en su Gramática descriptiva, que la inmensa mayoría de los verbos españoles, algo así como el 90%, son regulares y sólo una pequeña porción (lógico es decir que un 10%) presentan esta peculiaridad de ser irregulares. A esto agreguemos lo que afirma el eminente gramático venezolano, orgullo de estas tierras americanas, Andrés Bello, de que las irregularidades no son tan caprichosas como podría creerse, sino que entre ellas tienen cierta armonía, cierta lógica común. Así lo resume la Academia: “Las alternancias de las formas irregulares respecto a las correspondientes del paradigma regular coinciden con una determinada distribución del acento”.
Trataré de decir, de la manera más resumida posible, los diversos agrupamientos que podemos hacer. Un primer conjunto de verbos irregulares sería aquel al que agregamos un fonema gutural; tal es el caso de traer, que, al conjugarlo en primera persona del singular, presente, indicativo, decimos traigo y no traego. Un segundo grupo serían aquellos que diptongan una vocal; así sucede con contender, que conjugado se dice contiendo y no contendo. Un tercer grupo es el de los casos en que se cambia la vocal e por la i; de concebir conjugamos en presente concibo y no concebo. Un cuarto agrupamiento se constituye con aquellos verbos a los que consonantizamos (es decir, hacemos consonante) una vocal; del infinitivo argüir pasamos al presente arguyo y no arguo. El quinto lugar está ocupado por los verbos a los que les intercalamos una consonante; de andar pasamos a anduve y no andé. Para finalizar este repaso, mencionaré el grupo de los que pierden una vocal; tal sucede con caber que se conjuga cabré y no caberé.
Independientes a estos cinco conjuntos estarían aquellos verbos irregulares que tienen varias formas en su conjugación, ya que tienen dos o más variantes para concertar; quiero decir, que no todos surgen de una misma raíz, sino que en ellos se puede detectar dos o más orígenes. Tal es el caso del verbo ir, que se conjuga con su raíz de infinitivo en el tiempo futuro de indicativo cuando decimos iré, pero también tiene voy en presente, he ido en antepresente o fuiste en pretérito simple.
Pues bien, de entre los verbos irregulares —lo digo para ir concluyendo y para explicar el ejemplo que le da título a este artículo—, tenemos una docena que presenta al hablante una dificultad infranqueable. Me refiero a casos como forzar, que mucha gente escribe y pronuncia forces, en presente de subjuntivo, y no advierten que debe diptongar como otras personas y tiempos diptongan (fuerce, fuercen, fuerzo) y en consecuencia debe escribirse, por ejemplo: “No es necesario que fuerces la chapa, pronto llegará el cerrajero” en lugar de “No es necesario que forces la chapa, pronto llegará el cerrajero”.
El verbo venir les presenta dos graves dificultades a muchos hispanoparlantes nativos. Una es que se resisten a cambiar la e original por una i que es el tercer grupo antes aludido. Es decir, en el infinitivo, cuando lo conjugan en segunda persona del pretérito simple, dicen y escriben veniste, como si fuese un verbo regular; pero no lo es y por lo tanto, tendremos que decir y escribir siempre viniste. A esto agreguemos el caso de la s en segunda persona que ya aludimos, y así, hay personas que dicen venistes. Pues ya digo, ni una ni otra, es viniste.
Finalmente, está el curioso fenómeno que implica la primera persona del plural del presente indicativo que debe construirse con e, y así decirse y escribirse venimos, pero muchas personas se resisten a usarlo porque deducen que, como verbo irregular que es, debemos quitar esa e y poner una i, como en viniste, y por eso se corrigen y corrigen a los demás diciendo: “No digas venimos, sino vinimos”. Pues oh, sorpresa, las dos formas son correctas, pues con la i en lugar de e se construye el pretérito simple; por lo tanto, es correcto decir:
A traerles este regalo venimos (hoy): presente de indicativo
A traerles ese regalo vinimos (la semana pasada): pretérito de indicativo
¿Qué es lo que sucede con tanto enredo? Entre otras cosas, que mutilamos nuestra habla y escritura porque los dejamos de usar (en el mejor de los casos) y, además, caemos en una confusión de tiempos verbales terrible, pues en las dos oraciones anteriores nos es imposible saber si están en presente o en pretérito; sólo es que nos parecen un calco una de la otra, pero no es así. En consecuencia, para “marcar” el tiempo presente o pretérito tenemos que agregar el adverbio o la frase adverbial que puse entre paréntesis.
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