Año 13, número 162.
Esta fórmula es usada como cliché y con frecuencia está asociada a errores escriturales
Ramón Moreno
Entendemos por cliché, en estos temas que nos ocupan, a aquellas fórmulas que se repiten cansinamente, que están vacías de sentido y que con frecuencia están asociadas a errores escriturales. Con el adverbio donde pasa esto.
Tal partícula, junto con otros del mismo tipo (cual, cuando, como, cuanto) se les llama también adverbios relativos porque sirven, no tanto para calificar a los verbos (función natural de los adverbios), sino para relacionar dos enunciados. Tal sucede con la expresión Cada día desfallecen las fuerzas de nuestro corazón, donde se aloja la satisfacción de nuestros apetitos.
Como se puede observar, esta proposición se compone de dos oraciones, la primera podría quedar así: Cada día desfallecen las fuerzas de nuestro corazón. La segunda podría ser: En el corazón se aloja la satisfacción de nuestros apetitos. El adverbio, como se puede observar, funcionó como elemento de engarce, además de que sustituyó, en la segunda, al sustantivo (el lugar) corazón. En fin, perdón por repetirlo, estos adverbios pueden servir para engastar o relacionar dos elementos de nuestra escritura y por eso se llaman relativos. Pues bien, muchos escritores inexpertos o descuidados abusan de este uso y convierten en fórmula o cliché tal adverbio y engarzan unos tras otros los enunciados; con tal proceder crean cadenas de ideas complejas y no pocas veces obtusas.
¿Por qué se da ese fenómeno? Por descuido. Es muy cómodo escribir como se habla y entonces el que lo hace movido por el impulso y la irreflexión produce lluvias de ideas por las que van saltando sin ton ni son de una idea a otra. A este proceder se le agrega otro error fatal, que los elementos engastados no son lugares y por lo tanto no admiten el adverbio donde.
En nuestros días, este fenómeno se ha generalizado y es muy frecuente encontrar en el lenguaje periodístico este tipo de construcciones. Sea por caso el siguiente: “Una columna de manifestantes marchó coreando violentas consignas, donde no faltaron desde los insultos al presidente, como actos vandálicos contra los comercios”. Como se puede observar, las dos oraciones que constituyen esta proposición se enlazaron con el adverbio donde, pero no venía a cuento hacerlo porque las consignas no son un lugar y por lo tanto hace absurdo el enunciado todo.
Por otro lado, observe el lector que en realidad no era necesario tal engarce porque eran dos los mensajes que se pretendía enviar, por un lado, una manifestación vociferante y por el otro, el daño contra los comercios y la imagen de un presidente. En este tipo de casos mejor es separar que unir y así construir una proposición más ortodoxa en su estructura y decir, por ejemplo: Una columna de manifestantes coreó violentas consignas a lo largo de su recorrido. Al final de la marcha, frente al palacio, gritó insultos contra el presidente, además de que los enfurecidos manifestantes rompieron los vidrios de varias tiendas.
Este tipo de usos del adverbio relativo donde, como ya dije, está muy de moda y me ha sido muy difícil erradicar de la escritura de mis alumnos. Por otro lado, debo decir que no es un fenómeno nuevo. He leído textos del siglo XVII, por ejemplo, en que me he encontrado ocasionalmente esta curiosa y absurda estructura, pero nunca la había percibido como ahora la miro: una verdadera plaga que, como el lirio acuático en los ríos, azolva la escritura de los autores desprevenidos.
Veamos un ejemplo que me encontré hace poco en un periódico de circulación nacional. Dice el reportero: “Briseño de Los Santos fue detenido en la colonia Santa Catarina, en Tláhuac, donde de acuerdo con los primeros reportes se conoció que se refugió después de las agresiones y donde tras el seguimiento a través de las cámaras de videovigilancia, los policías de la SSC dieron alcance”.
Lo primero que hay que decir es la acumulación de la información: el que escribe quiere decir todo al mismo tiempo. Imposible. Segundo, el exceso del abuso: dos veces utilizó el adverbio, y aunque la segunda sí es un uso correcto, porque en efecto, el segundo donde sí sustituye a un lugar (la colonia) no deja de ser una lluvia de ideas atroz. Y como ya dijimos, innecesaria, porque se puede cortar y empezar de nuevo. El punto y coma o el punto y seguido y el recomenzar, quizá con un nexo o conector corregiría tan grave vicio. Si el enunciado ya se alargó por meter tres elementos unidos con donde, se hace más enredado porque el segundo y el tercero iniciaron con oraciones incidentales a las que inopinadamente no les puso sus obligatorias comas (“de acuerdo con los primeros reportes” y “tras el seguimiento a través de las cámaras de videovigilancia”). Es decir, sin incidentales la proposición quedaría así: Briseño De Los Santos fue detenido en la colonia Santa Catarina, en Tláhuac, donde se conoció que se refugió después de las agresiones y donde los policías de la SSC dieron alcance. Dice la primera oración engarzada que en Santa Catarina se conoció que se refugió, lo cual es absurdo, es en Santa Catarina donde encontró el refugio, simplemente.
En fin, es tiempo de concluir esta breve nota sobre estos atroces clichés, la solución ya la sabe el amable lector: evitar la lluvia de ideas y cortar con un punto y coma o un punto y seguido y empezar de nuevo. Claro que al proceder así se eliminaría el uso de donde, cosa que no estaría mal, porque, aunque algunos escritores piensan que es elegante, ya hemos visto que más bien es descuidado y desagradable.
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