Año 18, número 268.

Fotografía: Aurora Quijas.

El 16 de enero de 2025 llegó con una suavidad renovadora, como el primer suspiro tras una larga pausa. Era el día en que los pasillos del Centro Universitario del Sur volvían a llenarse de voces, de pasos apresurados, de risas y conversaciones que se entrelazaban con el eco de las puertas abriéndose una vez más.

El regreso a clases no es sólo un retorno a los libros, a las lecciones y a las tareas; es también un reencuentro con lo que se deja atrás durante las vacaciones: el tiempo libre, los recuerdos, el descanso.

Pero también es el momento de asumir el reto del nuevo ciclo, con sus propios desafíos y promesas. Carlos Samuel, estudiante de Ingeniería en Telemática, fue uno de los primeros en ingresar al campus, caminando por los pasillos con esa mezcla de nostalgia por el descanso y emoción por lo que estaba por venir. Había algo palpable en su voz cuando habló de los cambios realizados en el laboratorio de redes, como si ese espacio fuera la clave para una nueva etapa de su aprendizaje.

“Me siento muy emocionado por los avances en el laboratorio de redes”, dijo Samuel mientras su rostro reflejaba una alegría genuina. No era solo un laboratorio renovado; era un lugar de posibilidades infinitas, un espacio donde las ideas tomaban forma, donde el futuro se tejía entre cables y pantallas.

Mientras tanto, Adriana, quien daba sus primeros pasos en el mundo universitario como estudiante de primer ingreso en la Licenciatura en Enfermería, caminaba entre los árboles del campus con una serenidad que parecía en contraste con la agitación de sus pensamientos.

El primer día siempre es especial, y ella lo vivió con una mezcla de curiosidad y una profunda determinación. “Tengo una expectativa alta de este ciclo escolar”, dijo con calma.

No era solo una expectativa académica lo que la impulsaba; era la promesa de crecimiento, de descubrimientos personales y profesionales. “Vengo con ganas de aprender cosas nuevas, con la mente abierta para todo lo que el ciclo me tenga preparado”, agregó ella.

Su rostro reflejó la tranquilidad que transmite la aceptación de las propias capacidades y fortalezas. En otro rincón del centro, Estefani, una estudiante de cuarto semestre en Psicología, caminaba lentamente, observando a su alrededor.

Era evidente que el regreso a la rutina universitaria después de unas vacaciones no era algo sencillo para ella. “Es raro regresar después de tanto tiempo”, compartió Estefani mientras se detenía un momento frente a algunos árboles que adornan uno de los edificios del Centro.

En ese 16 de enero, todos parecían compartir una misma sensación: el regreso a las aulas era, ante todo, una oportunidad para transformarse. El Centro Universitario del Sur no solo era un lugar donde los estudiantes venían a aprender; era un espacio vivo, que también se alimentaba de las historias y los sueños de quienes lo habitaban.

Ese día, mientras las sombras se alargaban y el sol comenzaba a caer sobre el centro, las aulas volvían a ser escenarios de voces, ideas y pensamientos que se cruzaban, se discutían y se compartían.

Fotografías: Miguel Bracamontes y Jacqueline Contreras

Jacqueline Contreras.

jacqueline.contreras@cusur.udg.mx