Año 17, número 252.

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Cintli Hernandez Covarrubias

Soy una fantasma a la que le gustan las galletas de chocolate y los juguitos de  manzana. Y tengo la suerte de que mi mamá las guardó en su bolsa, me dijo que me  las podía comer después. 

Yo soy una fantasma, porque tengo una sábana sobre mi cabeza y me llega a las  rodillas, yo creo que es suficiente para que los demás fantasmas crean que yo  también soy uno de ellos. ¿Los fantasmas sentirán frío? Yo digo que sí, porque justo  en este momento, tengo algo de frío en mis piernas. Lo único que no me gusta mucho  de los fantasmas, es que no pueden ver casi nada, solo ven los pies de los demás y los  suyos, claro. Por ejemplo, mis zapatos son de color rosa y brillan en la oscuridad, fue  mi regalo de navidad, hoy los elegí yo solita. También veo los zapatos de mi mamá,  los de ella son color café, su color favorito. Mi papá trae sus zapatos azules, dice que esos son los más cómodos para manejar. Al lado de los zapatos para manejar de mi  papá, veo unas botas. Esas no venían con nosotros, lo sé porque en mi familia somos  tres, no cuatro. 

Ya quiero continuar con el viaje, me dio hambre y tengo ganas de comer mis galletas,  pero no todas, le voy a guardar una a mi abuelita, ese será su regalo de cumpleaños.  A eso vamos a Guadalajara, mañana le vamos a festejar, ya la quiero ver y enseñarle mi uniforme de fantasma. Espero y no se asuste mucho. 

Aparecen más botas. Ya no somos cuatro, ahora hay seis. Aunque yo no cuento, yo  soy un fantasma. Los que traen esas botas, hablan mucho y suenan algo enojados, yo creo que tienen celos de que yo me puedo convertir en un fantasma y ellos no. Mi mamá fue la que me ayudó, ella me puso la sábana sobre mi cabeza al bajar del carro y me dijo que no diga ninguna palabra, ella sabía que si hablaba iba a asustar a los  demás, porque eso hacen los fantasmas. Muy inteligente mi mamá. 

-¿Es toda su familia? – Una de las personas de las botas le preguntó eso a mi papá. 

-Si. 

-Abra la cajuela. 

-Pero ¿por qué? Solo vamos a un viaje familiar. 

-No me importa. Abra la cajuela. 

Las botas se acercaron a los zapatos azules de mi papá cuando dijeron eso. Mi mamá  me apretó más fuerte contra ella, mientras, escucho que la cajuela se abría, esto lo sé  porque rechina cuando se abre, casi como el sonido de una bruja cuando se ríe.  Después, siento algo que hace que mi panza me duela. Tengo miedo. Unas de las botas se acercan mucho a mis zapatos rosas y a los cafés de mi mamá, por lo que ella da unos pasos atrás y siento que me aprieta aún más contra sus piernas. Se supone que los fantasmas son para dar miedo y no para sentirlo, tampoco me gusta la forma en la que mi mamá me agarra porque se siente como si ella tuviera miedo, pero eso es imposible, mi mamá sabe que el fantasma que está aquí soy yo, ella me conoce. ¿Será que ya se le olvidó que ella me puso mi uniforme de fantasma? Definitivamente soy un mal fantasma, tengo miedo y mi mamá se olvidó de que soy su hija, y no un fantasma de verdad. Ya no me dan ganas de serlo, me quiero quitar la sábana, no  merezco ser del grupo de los fantasmas. Me empiezo a jalar la tela que hay sobre mi  cabeza, pero las manos de mi mamá no me dejan. Se acerca a mi oído para que nadie más lo escuche y me dice que todavía no me la puedo quitar. Eso significa que mi mamá no me tiene miedo. Se me sale una risa de lo feliz que estoy. Soy un fantasma al que su mamá sabe que es solo un uniforme y no le tiene miedo. ¡Si puedo ser un fantasma! Lo único que me falta es dejar de tener miedo. Decido ser un fantasma valiente de ahora en adelante. No debo de sentir miedo, mi  mamá y mi papá, están conmigo, ellos de seguro quieren que sea un fantasma feliz y  valiente. 

Así que me armo de valor, levanto un poco mi uniforme, lo suficiente para ver lo que estaba pasando enfrente de mí. 

Lo primero que veo es a mi papá con la cara que pone cuando está trabajando en su  computadora. Tiene las cejas casi juntas y los brazos cruzados. Creo que está  preocupado porque puedan descubrir que en realidad soy una niña, con un uniforme  de fantasma. 

Después, veo a unos hombres con caras feas y que están vestidos todos iguales, de  color negro y traen palos alargados de color negro en sus manos. ¿Serán algún tipo  de magos y esas serán sus varitas? Yo creo que sí. Tiene que ser eso. Muevo un poquito más, la sábana, y veo que están revisando mi mochila. Espero que  no la ensucien, no me gustaría llevarla sucia a la escuela. Creo que sospechan que hay un fantasma porque están sacando las cosas de las maletas de mis papás, pero haré lo que me dijo mamá, me quedaré callada y quieta, así no sabrán que estoy aquí. Uno de los magos le pregunta a mi papá que sí conoce a una persona y le enseña una  foto, pero no alcanzo a escuchar el nombre, ni ver quien era. 

– ¿Está seguro de que no lo conoce? 

-No, solo lo he visto en las noticias pero no lo conozco y no sé nada de él. 

-Está bien, lárguense antes de que me arrepienta.

No sé qué quiso decir con eso el mago, pero mi mamá rápido me mete al carro y me  abrocha el cinturón, mientras lo hace me dice que me quite la sábana pero yo le digo  que todavía no. Mi papá cierra la cajuela y los dos entran al mismo tiempo al carro,  y todavía no se termina de abrochar el cinturón mi mamá cuando mi papá ya va  manejando. 

Me empieza a dar calor y me quito mi uniforme, no creo que pase nada, los fantasmas  tenemos que descansar de vez en cuando. 

Mi papá me mira por el espejo y me sonríe -Fuiste valiente, de premio te puedes  comer tus galletas. 

Hoy ha sido un buen día, ya casi llegamos a la casa de mi abuelita y las galletas estaban ricas, además los magos no se dieron cuenta de que soy un fantasma.

«Soy un fantasma» fue el cuento ganador del XI Concurso Literario del CUSur modalidad cuento, el jurado, conformado por las escritoras Andrea Lorenzo Gómez, Azucena Godínez y Erika Elizabeth Sánchez, destacó en el texto el buen manejo del lenguaje infantil acorde a la edad del personaje presentado, la buena presentación del entorno realista que retrata sin perder esa inocencia presente en la narración, el manejo de los contrastes entre una mirada infantil con una realidad aplastante que se percibe al leerlo, la construcción del texto así como la redondez del mismo. 

Cintli Hernandez Covarrubias es originaria de El Grullo, Jalisco, tiene 23 años y está por egresar de la Licenciatura en Letras Hispánicas en el Centro Universitario del Sur. Cintli expresa que desde pequeña la literatura ha sido un pilar en su vida gracias a la influencia de sus padres, además comenta que la Licenciatura en Letras Hispánicas le ha brindado muchas oportunidades de crecimiento personal y académico. Por último comparte que sus metas a futuro son seguir escribiendo cuento y novela, “y quien sabe, puede que hasta literatura infantil” señala la autora.