Año 13, número 157.

Los pocos textos rescatados de esta poetisa griega de la época arcaica demuestran un himno a la amistad, con poemas dedicados a algunas de sus amistades, en los que enaltece características de su relación

«Safo», óleo sobre lienzo de Miguel Carbonell Selva

Miriam Darnok Sandoval Gómez

Safo, “la de trenzas violetas”, la llamó Alceo. “La décima Musa”, la llamó Platón. Y Plutarco la llamó simplemente“la bella Safo”. Independientemente de las falsas leyendas y atribuciones indecorosas inmerecidas que eternamente la rodean, sin duda ha logrado hechizarnos con la magia de sus versos. Aquí, el tema principal es la amistad. La amistad que rodeó a Safo y a sus discípulas, a sus amigas, y que además trajo consigo a hombres como Alceo. ¿Acaso Safo se vio influenciada por este sentimiento de amistad para la creación de sus bellas obras?

Primero hay que responder a la pregunta: ¿qué es la amistad? Quizá para muchos sea irrelevante, pues aparentemente la amistad la conocen todas las personas en el mundo. Pero, ¿sabemos lo que es realmente? ¿O sólo creemos conocerla? La amistad se reconoce por ser un vínculo, una relación afectiva entre dos personas, quienes comparten elementos como la confianza y la cordialidad, además de intereses personales, placeres, gustos y cualidades, pero desprovisto de todo significado romántico. La palabra amistad viene del latín “amicitia”, que hace referencia al afecto desinteresado y recíproco, y además proviene de la palabra amar.

Safo, la poetisa griega, se vio envuelta de este magnífico vínculo, y lo podemos ver con Atis, Telesipa y Mégara, sus tres amigas que han logrado la inmortalidad con los versos que Safo compuso para ellas. Ya lo podemos comprobar cuando exclama “Yo te amaba, Atis, una vez, hace mucho tiempo”, o cuando dedica a la misma Atis las siguientes palabras: “Entre lidias mujeres hoy destaca […], y mucho vaga, de la grácil Atis al acordarse, y con anhelo oprime el alma tierna […]”.

Se puede visualizar que también que compartía un lazo de amistad con sus tres discípulas: Anactoria de Mileto, Gongila de Colofón y Eurica de Salamina. Esa relación se vio reforzada con la cercanía que compartían en la escuela que Safo fundó, la Casa de las servidoras de las Musas, lugar en el que Safo les enseñaba música y poesía. La amistad con sus discípulas se puede ver en los siguientes versos: “Para las bellas, para vosotras, mi pensamiento nunca es mudable”. También se vislumbra en otros: “y ahora me he acordado de Anactoria que no está presente, de la que quisiera ver su amado paso y el destello brillante de su rostro más que los carros de los lidios y los que luchan a pie con escudos”, y “muéstrate, Gongila, que aquí te llamo, ven con tu vestido color de leche: ¡cómo vuela ahora el deseo en torno a tu belleza!”.

Pero el sentimiento de amistad no sólo se extendía hacia sus amigas y sus discípulas, pues Alceo, un poeta reconocido, también se encontraba entre sus seres queridos. En la amistad se comparten elementos afines, con Safo y Alceo se coincidía en uno muy particular: el amor a la poesía, a la creación, a la belleza puesta en palabras. Ambos compartían poemas, los dos se mencionaban en sus composiciones. Era tan grande la amistad que el mismo Alceo elogia su noble alma y su castidad. Alceo la llama: “¡Coronada de violetas, sonrisa de miel, santa Safo!”. Y al considerar los hermosos calificativos con los que enaltece a Safo, sólo se puede concluir que tenían una amistad muy pura.

También existen otras composiciones en que, a pesar de que no se pronuncia el nombre de sus amigas, de sus discípulas o de Alceo, se puede apreciar cómo esa conexión que tenían con Safo se encontraba presente:

De veras, quisiera morirme. Al despedirse de mí llorando, me musitó las siguientes palabras: Amada Safo, negra suerte la mía. De verdad que me da mucha pena tener que dejarte. Y yo le respondí: Vete tranquila. Procura no olvidarte de mí, porque bien sabes que yo siempre estaré a tu lado. Y si no, quiero recordarte lo que tú olvidas: cuantas horas felices hemos pasado juntas. Han sido muchas las coronas de violetas, de rosas, de flor de azafrán y de ramos de eneldo, que junto a mí te ceñiste. Han sido muchos los collares que colgaste de tu delicado cuello, tejidos de flores fragantes por nuestras manos. Han sido muchas las veces que derramaste bálsamo de mirra y un ungüento regio sobre mi cabeza.”

Aquí encontramos a una Safo que está afligida por la separación que tuvo con una de sus amigas, cuyo nombre no se menciona. Teme que la distancia entre ellas borre todos los momentos que pasaron juntas. Teme que su amiga la olvide, y por ello decide crear este poema. Lo elabora como un recordatorio de que ambas existieron, de que a pesar de todo ese mundo que las separa, en esas palabras siempre podrán reencontrase una y otra vez; que a pesar de toda la tristeza que la embarga, sabe que siempre tendrá una parte de ella. Y además Safo puede plasmar toda la fortaleza que posee, pues el tener que separarse de un buen amigo no es algo fácil, sino que supone un gran dolor.

En su poema más famoso, Invocación a Afrodita, se puede observar una pincelada de la amistad. Está presente en la parte que dice: “Ven también ahora, a librarme del fardo de mi angustia triste, y haz cuanto ansía mi alma obtener: sé en la guerra, tú, mi camarada”. Safo quiere con todo su corazón que la diosa Afrodita no sólo la socorra en los tiempos en que ha expuesto sus quejas, aquellas relacionadas con temas amorosos, sino que acuda a ella en los momentos en que se encuentra peleando en la guerra. Le suplica a la diosa que no sea su diosa, sino su camarada, pues en esos momentos necesita el afecto de una amiga.

En “Soledad”, con traducción de Sáinz de Robles, Safo dice:“La luna luminosa huyó con las Pléyadas; la noche silenciosa ya llega a la mitad; la hora pasó, y en vela sola en mi lecho, en tanto suelto la rienda al llanto sin esperar piedad”. Aquí habla de la soledad, pero aquella que siente Safo al no estar rodeada de sus amigas. En la mitología griega, las Pléyadas o Pléyades es el nombre que se les atribuye a las siete hijas de Atlas, aquellas que Zeus transformó en estrellas para que Orión no las persiguiera. A partir de esto, y al relacionarlo con las amigas de Safo, tendría mucho sentido, pues Safo tenía tres amigas y tres discípulas, si las sumamos, serían un total de seis mujeres. Y Safo sería la séptima. Safo está representando a sus amigas, a sus discípulas y a ella, como esas siete hermanas, esas siete estrellas que brillan en las noches. Y es precisamente en ese momento, en esa noche de la que habla Safo en su poema, que sus amigas no están, se han ido. La luna luminosa se las ha llevado y sólo dejó a una de ellas, a Safo. La luna luminosa podría ser la vida que ha logrado separar a Safo de sus amigas. Por lo tanto, en esta composición se hace referencia a aquella soledad causada por la ausencia de las amigas a las que Safo tanto aprecia.

Son innumerables las pruebas de que en la vida de Safo la amistad fue un punto principal. Siempre se vio rodeada de mujeres cultas, de mujeres con quienes compartía sus habilidades, a las que sin duda adoraba y consideraba sus grandes amigas. Pero también tenía grandes amigos como Alceo, con quienes compartía sus gustos. Claramente, Safo, a través de sus versos, no sólo nos comparte los sentimientos que albergaba dentro de ella, sino que nos invita a que nos convirtamos en sus amigas y amigos. Nos invita a leer sus bellos poemas como si fuéramos sus fieles amigos, con quienes comparte sus creaciones. Sin duda, Safo es una muestra de que la amistad debe ser reconocida, y de que puede emplearse ese sentimiento y vínculo como un medio para la creación.

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