Año 17, número 250.
La obra Musa callejera, de Guillermo Prieto, revela la desvalorización social hacia la mujer, una problemática que heredamos del machismo y la violencia
Michelle Montserrat Cárdenas Pizano
Musa callejera fue publicada en 1883 por el escritor Guillermo Prieto, quien fue uno de los más relevantes exponentes del romanticismo del siglo XIX. Esta obra integra una extensa recopilación de poemas inspirados en la sociedad de la época, en los que se trata a profundidad las costumbres y tradiciones de aquel entonces. Entre los poemas que conforman esta antología se encuentra “Romance de la migajita”, el cual llama la atención por la particularidad de su contenido: relata la tragedia que muchas mujeres han tolerado durante tanto tiempo ante la falta de conciencia social.
La desvalorización social hacia la mujer es una problemática que heredamos de una sociedad en la que el machismo y la violencia son conductas establecidas desde la crianza, ha provocado que los comportamientos agresivos del hombre hacia la mujer sean sumamente normalizados, al grado de que durante años las mujeres han vivido en una resignación colectiva. Afortunadamente las nuevas generaciones luchan para erradicar este tipo de conductas que tanto han afectado a la sociedad mexicana, lamentablemente nuestras antecesoras no pudieron evitar ser víctimas de agresiones y violencias silenciadas.
Para introducirnos al poema es necesario saber que habla de una pareja: la migajita, una mujer hermosa; y Ronco, un hombre que la denigra, cela y golpea. Desde el primer verso podemos apreciar una situación lamentable, donde la protagonista se encuentra sumamente vulnerable y por la constancia de las agresiones se le describe ya “rendida” y le ruega al esposo piedad, misericordia para su propia esposa. Quien debería ser motivo de felicidad y amor, es la causa de las inseguridades que refleja en violencia hacia ella.
«¡Détente! Que está rendida,
¡eh, contente, no la mates!»
Ni la vergüenza, las consecuencias y los ruegos de las personas lo frenaron, no lo hicieron premeditar que estaba a punto de terminar con su vida. El texto acusa a Ronco de actuar bajo sus más oscuros impulsos debido a los celos e inseguridades. Una razón tan frágil concluyó en un final trágico, gracias a un impulso agresivo que detonó sobre la mujer que juró amar.
El asesinato no pudo envenenar de rencor el alma de la migajita, la cual al ver a su esposo condenado a muerte, pide que se le trate con la mayor dignidad y aprecio. No es consciente que toda la violencia que ejerció sobre ella ha sido un acto de odio, justifica que merecía morir si él lo decidía. Esta perspectiva no es culpa de la migajita, la sociedad de ese tiempo estaba tan acostumbrada a que la mujer debía ser excesivamente sumisa aunque no recibiera el mínimo respeto por parte de su pareja. Las mujeres eran destinadas a ser la sombra de un hombre que solo podría ofrecer migajas, migajas de un amor que no le enseñaron, porque a los hombres no se les enseñaba el cariño, la ternura o la vulnerabilidad, mucho menos a manejar sus emociones.
“Reposa la Migajita,
Flor del barrio de la Palma
Y envidia de la catrina”
El poema finaliza con estos versos que conmemoran el descanso eterno de esta mujer asesinada por el amor de su vida. Una mujer a la que se le enseñó a amar incondicionalmente a un hombre violento, a justificar cada uno de sus desaires ante la creencia de que el amor es paciente y complaciente. Este tipo de situaciones se siguen presentando actualmente, somos resultado de actos de odio contra mujeres que no fueron conscientes de que el amor de pareja no debe ser violento. La migajita es solo otra mujer sin nombre que representa a millones que han sido silenciadas, entre las sombras o desde una tumba.