Año 16, Número 219.

El mexicano Guillermo del Toro ha creando una adaptación pertinente y novedosa de Pinocho, el clásico de Carlo Collodi

Imagen: Los Ángeles Times

Isaac Álvarez

La adaptación es algo intrínseco al cine. El cine adapta el teatro a la pantalla, la danza al montaje de secuencias, la arquitectura a un escenario, volviéndola parte de una narración. Para no hacerlo largo, básicamente el cine adapta todas las artes, la literatura entre ellas. Estas adaptaciones (las literarias), han estado presentes en el cine desde la concepción de este arte en movimiento, lo curioso es que mientras las otras artes se integraban al cine para nutrir los mecanismos narrativos (el teatro sublimándose en la actuación frente a la cámara, la arquitectura en el decorado de un set, etc.), la literatura, aunque sí sublima aspectos estructurales para nutrir los métodos narrativos del cine, sufrió un proceso adaptativo como ningún otro arte (salvo el teatro) al ser digerida por el cine mediante obras completas. Explico; del teatro o la danza, el cine toma aspectos que integra en una narración original (casi siempre, porque también hay excepciones), mientras que con la literatura toma todo (estructura, argumento, secuencias), todo el cúmulo de aspectos que conforman una obra literaria, llámese novela, cuento o relato, puesto que puede pasar tal como está a la pantalla para sufrir una adaptación.

La adaptación de la literatura, pues, es intrínseca al cine. Siempre habrá alguna obra literaria que pueda ser adaptada o, en su caso, que pueda aportar algo a la escritura de una nueva historia. La adaptación también es una apuesta arriesgada puesto que, para que la adaptación sea pertinente, debe aportar algo novedoso. Muchos son los casos de novelas que han sido adaptadas al cine en múltiples ocasiones, pero que en cada adaptación se cuenta exactamente lo mismo, sin variantes, sin alguna novedad. Un ejemplo: no es lo mismo narrar por milésima vez el viaje de Ulises a través de los mares para volver a Ítaca, que convertirlo en un “cholombiano” de Monterrey, cuya odisea transcurre entre la frontera de México y Estados Unidos, y que anhela volver a esa Ítaca más conocida como el gueto.

Tuve que comenzar estableciendo estos puntos para precisamente hablar de una adaptación que me parece pertinente, pues aporta bastante novedad. Hablo de Pinocho del mexicano Guillermo del Toro, estrenada el mes pasado en Netflix. Una nueva adaptación del clásico infantil que, originalmente, poco tenía de infantil. Digo esto porque la comparación de está nueva versión con la de Disney hecha en 1940 es inmediata, y es que, aunque no debería ser así, cuando uno piensa en Pinocho, piensa automáticamente en ese dibujo animado de sonrisa tierna, pantaloncillos rojos y sombrero con una pluma a modo de antonomasia de lo que es el Pinocho de Carlo Collodi.

Pinocho, personaje del ya mencionado autor italiano, vio la luz a finales del siglo XIX a modo de publicaciones periódicas. Dicha obra era de corte bastante moralista y contaba las peripecias de esta marioneta que, más que un niño preocupado por ser buen hijo (tal como se muestra en la adaptación de Disney en 1940), era un chico desobediente y problemático, casi un pícaro que, a consecuencia de su mala conducta, padecía malas experiencias para luego recapacitar sobre sus acciones y tomar el buen camino. Esta tesis se adapta a la versión más popular sobre la marioneta, la ya mencionada animación de 1940, haciendo arreglos argumentales para que la historia fuera más infantil, (de ahí que siempre se le asocie a este personaje con los relatos para niños).

La adaptación producida por Walt Disney hizo lo suyo en su momento y lo hizo bien. Le dio vigencia a un viejo relato, lo volvió consumible para toda la familia y con ello se realizó lo que yo llamo una adaptación pertinente. Después de decir esto es curioso tener que mencionar que sea ahora Walt Disney  quién produzca adaptaciones que aportan tan poco; este año, por ejemplo, su más reciente versión de Pinocho, dirigida por Robert Zemeckis, que de “nueva versión” no tiene nada, puesto que busca ser considerada una adaptación del clásico simplemente por pasar de la animación al live-action; no hay cambios circunstanciales en el argumento, ni en los personajes, ni siquiera en la estética del diseño de producción. Con esta supuesta “adaptación” Walt Disney suma una más a la lista de los clásicos que saca de la tumba para traspasarlos al live-action y apelar a la nostalgia sin grandes esfuerzos. Por otro lado (un lado bastante luminoso) está Guillermo del Toro. El mexicano ha lanzado el mismo año que Disney su propia visión del clásico de Collodi, creando una adaptación pertinente y novedosa. Del Toro deja de lado el tono infantil y le da madurez y profundidad al relato. Tenemos personajes con motivantes claras y penas muy fuertes. Esto, que ya de por sí vuelve fresca a la adaptación, será una puerta de entrada para que el argumento se vuelva actual y enérgico. La historia que se nos cuenta no es la que ya conocemos sobre la marioneta que quiere ser un niño de verdad, si no una historia que habla sobre la pérdida, sobre el duelo, sobre sanar emociones a medio sepultar, una historia sobre padres que a veces no saben ser padres, e hijos que hacen hasta lo imposible por tener la aprobación de sus familias. Mientras la marioneta de Disney era tallada por Gepetto en la primera escena de la película sin mucho trasfondo, en la versión del cineasta mexicano, Pinocho es la consecuencia de una necesidad: Gepetto lo ha creado para llenar la ausencia que dejó la muerte de su hijo. Esta sola inflexión en el argumento ya vuelve muy diferente a esta adaptación, pues partiendo de dicho punto (la necesidad afectiva en Gepetto, el duelo no superado) la historia tomará un rumbo más íntimo, más maduro, un rumbo muy alejado del relato al que ya estábamos acostumbrados. 

 En esta versión Del Toro hace una adaptación oportuna para la actualidad, y no sólo para la actualidad, sino también para la realidad, pues presenta personajes muy alejados del heroísmo, nos da personajes que a pesar de ser fabricados en arcilla son bastante humanos dentro de sus imperfecciones y sus batallas internas.

No puedo hacer más que recomendar esta película que, aunque visual y musicalmente también es una belleza, sólo con la historia que nos cuenta ya vale toda la pena. Háganse un favor y véanla. Disfrútenla.

isaac.alvarez4599@alumnos.udg.mx