Año 18, número 270.

Pedro Páramo, la obra maestra de Juan Rulfo, es una de las piedras angulares de la literatura mexicana y latinoamericana. Publicada en 1955, esta novela no solo redefinió la narrativa mexicana de su época, sino que también presentó una visión compleja y desgarradora del mundo rural, el sufrimiento humano y la relación entre el hombre y su entorno. Pero más allá de ser una simple historia sobre la vida de un hombre en busca de su padre, Pedro Páramo es una obra en la que Rulfo nos invita a sumergirnos en los laberintos del alma humana, donde las fronteras entre la vida y la muerte, el deseo y el arrepentimiento, se difuminan con una precisión casi mística.
En el corazón de esta novela yace la obsesión por la muerte, pero no la muerte física que entendemos de manera convencional, sino una muerte que es más una condición existencial que una simple cesación de la vida. Rulfo crea un mundo donde los muertos no están realmente muertos, sino que persisten, habitan en los recuerdos, en los ecos de lo no dicho, en las huellas que dejaron atrás, como una especie de condena perpetua que no puede ser eludida. La muerte en Pedro Páramo es un estado continuo en el que los personajes parecen moverse entre la vida y la muerte sin una transición clara. De esta forma, Rulfo no solo presenta un relato sobre lo que ocurre después de la muerte, sino también sobre cómo la muerte condiciona las vidas de los que aún caminan por el mundo.
El protagonista de la novela, Juan Preciado, llega a Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, tras la muerte de su madre. La idea del protagonista es encontrar respuestas sobre su identidad, sobre su origen, que lo empujó a este pueblo desolado y rápidamente se convierte en un lugar en donde las sombras del pasado se levantan para enfrentarse a él. Comala, en este sentido, es más que un lugar geográfico. Es un espacio metafísico que representa la memoria, el recuerdo y el sufrimiento que no encuentra resolución. El pueblo, desértico y habitado solo por almas que parecen estar atrapadas en un ciclo de desesperación y dolor, simboliza la imposibilidad de escapar de lo que uno ha sido. En este espacio, todos los personajes están de alguna manera muertos, incluso los que siguen respirando.
La relación entre Juan Preciado y su padre, Pedro Páramo, es el eje central de la narrativa. Sin embargo, el encuentro con la figura paterna está marcado por la ausencia, por la incompletitud. Aunque Pedro Páramo, como personaje, está presente en la novela, nunca se le llega a conocer completamente. A través de las voces de los demás habitantes de Comala, Pedro Páramo emerge como una figura omnipresente, una sombra que oscurece todo lo que toca. A lo largo de la novela, el personaje de Pedro Páramo se revela como una figura ambigua y compleja, que no puede ser comprendida de manera sencilla.
Pedro Páramo es un hombre cruel, violento y egoísta, pero también es una víctima, alguien que ha sido marcado por las circunstancias de su vida y que, a su vez, marca a todos los que lo rodean. La figura de Pedro Páramo se presenta como una especie de Dios pagano que, a través del poder, del dinero y del control, busca subyugar a su entorno. Sin embargo, a pesar de su omnipotencia, él mismo está atrapado en sus propios deseos y traumas, y es este conflicto interno el que define su destino.
A lo largo de la novela, Rulfo despliega una narrativa fragmentada, en la que el tiempo se descompone y se presenta como una sucesión de momentos que se superponen y se confunden. Los personajes se comunican entre sí a través de monólogos y diálogos que a menudo no tienen una clara continuidad temporal. Así pues, la novela está escrita en una estructura no lineal, en la que los recuerdos del pasado y los hechos del presente se mezclan, creando una atmósfera de caos y desesperación.
Esta fragmentación del tiempo refleja la naturaleza fragmentada de la memoria, que nunca es un relato coherente y lineal, sino que está llena de saltos, vacíos y discontinuidades. En este sentido, Pedro Páramo es una reflexión sobre la memoria colectiva, sobre cómo los recuerdos, los traumas y los deseos se acumulan y se transmiten de generación en generación, como una carga que nunca puede ser completamente resuelta.
Uno de los aspectos más fascinantes de Pedro Páramo es su tratamiento de la culpa y el arrepentimiento. A lo largo de la novela, los personajes están marcados por sus actos pasados, sus decisiones equivocadas y los errores que nunca pudieron enmendar. Pedro
Páramo es, en este sentido, un hombre profundamente culpable, cuya vida está definida por su incapacidad para escapar de los horrores que ha causado. La novela no solo presenta a Pedro Páramo como un hombre que ha hecho daño, sino como alguien que está atrapado en la red de su propia culpa. La culpa no es posible para superar, sino es algo que define la vida de los personajes; los persigue como una sombra que no los deja escapar. La muerte, en este sentido, no ofrece redención, sino que la culpa persiste incluso después de la vida, en las voces de los muertos que siguen hablando, recordando, reprochando.
La relación entre el hombre y su entorno también es un tema central en Pedro Páramo. El mundo de la novela está marcado por la violencia, la pobreza y la desesperanza. El paisaje de Comala es árido, desolado y sin vida, lo que refleja la condición interna de sus habitantes. La tierra, que en muchas narrativas se presenta como una fuente de vida, aquí es una extensión de la muerte. Este ambiente refleja la alienación de los personajes, que están desconectados de sus propios deseos, sus propios sentimientos y, sobre todo, de su humanidad. La tierra en Pedro Páramo no es solo un espacio físico, sino un reflejo de la condición humana. Los personajes están atrapados en un ciclo de sufrimiento que se refleja en su relación con la naturaleza, una relación que está marcada por la desolación y la muerte.
A través de esta obra, Rulfo nos presenta una visión de la vida que es profundamente existencialista. Pedro Páramo nos confronta con la fragilidad del ser humano, con la imposibilidad de escapar de nuestros propios errores, con la carga de la memoria que se transmite a lo largo de las generaciones. En la novela, la muerte no es una liberación, sino una continuación del sufrimiento. Los muertos no descansan, no se olvidan; permanecen presentes, vigilantes y es un recordatorio constante de las vidas que se han perdido junto a los errores que se han cometido.
Finalmente, Pedro Páramo es una reflexión sobre el poder de la palabra y la memoria. A través de las voces de los personajes muertos, Rulfo nos habla de cómo los recuerdos son los que nos definen, los que nos mantienen vivos incluso después de la muerte. La palabra, en esta obra, tiene una fuerza casi mística, capaz de evocar el pasado, de dar forma a la realidad, de mantener vivos a los muertos. La novela, a través de su estructura, su lenguaje y su simbolismo, nos recuerda que somos, en última instancia, seres de memoria, que nuestra identidad está formada por las huellas que dejamos atrás y por las huellas que otros dejan en nosotros.
En Pedro Páramo, Juan Rulfo no solo crea una obra literaria, sino un espejo en el que se reflejan las contradicciones, los miedos y las aspiraciones de la humanidad. Nos enfrenta a la oscuridad de la condición humana, pero también nos invita a encontrar, en medio de esa oscuridad, un rayo de luz, una posibilidad de redención.
El libro de Pedro Páramo, se encuentra disponible en la Biblioteca Hugo Gutierrez Vega, con la categoría 863.44 RUL 2002.
Jacqueline Contreras.
jacqueline.contreras@cusur.udg.mx