Año 14, número 187.
El volumen es una colección de ocho cuentos y, como su nombre lo dice, trata sobre las relaciones entre progenitores y su progenie
Ricardo Sigala
Antes de Padres sin hijos
En 2013 Hiram Ruvalcaba publicó su primer libro, era un volumen titulado El espectador y los cuentos que lo conformaban habían sido revisados en el taller literario de la Casa de la Cultura, es decir que de alguna manera había visto nacer y crecer el volumen. El libro fue publicado por Puertabierta y tuve el honor de que Hiram me invitara a presentarlo, recuerdo aquella noche del mes de agosto en la ciudad de Colima. Dante Medina y el propio Hiram, se concentraron, entre otras cosas, en enfatizar la fuerte vocación social del libro, por el recorrido que los cuentos hacen de distintos acontecimientos claves de la historia nacional de las últimas décadas, la mirada asombrada y expectante de los narradores de los cuentos así lo confirmaban. Por supuesto que yo estaba de acuerdo, pero yo insistí en que el libro era, además, y fundamentalmente, una exploración de las relaciones familiares, en especial entre padres e hijos. A mi entender esa era la base sobre la que se asentaban los textos y el poder de sus historias, más allá del contenido anecdótico. Creo haber incluido en el título de mi presentación la expresión padres e hijos, y sugerí que el libro de Hiram podría haber hecho algo similar.
Han pasado casi ocho años desde aquella ocasión y la obra de Hiram ha crecido de manera por demás favorable, ha publicado otros cuatro libros, ha recibido cuatro premios nacionales y algunas becas de estímulo a la creación. Pero lo más importante es que su obra ha tenido muy buena crítica y una impresionante recepción por parte de los lectores. Han pasado muchas cosas en el proceso creativo de Hiram Ruvalcaba, sin embargo, algunas persisten desde aquel primer libro, y lo hacen porque son parte intrínseca de su estética y de sus temas, uno de ellos es la relación padres e hijos. No en vano su más reciente libro se llama Padres sin hijos, autor y comentadores, en estos últimos días, han abundado sobre el tema en las recientes y numerosas presentaciones.
Por supuesto que lo que digo no es ninguna revelación, Hiram tiene un fuerte arraigo con la literatura de la región y siempre que tiene oportunidad se presenta como un escritor del Sur de Jalisco y precisa su pertenencia a la rama rulfiana, rica en ejemplos de relaciones entre padres e hijos. A lo largo de los años he generado diversos tipos de vínculos con Hiram Ruvalcaba, uno de los más apasionados es el de la lectura y en esos territorios hemos compartido innumerables lecturas más allá de Rulfo, libros de Paul Auster, Kenzaburo Oé o Richard Ford, sólo por mencionar algunos autores interesados en el tema; incluso hablamos de canciones desde “It’s a hard rain gonna fall” de Bob Dylan hasta “El palacio de las flores” de Andrés Calamaro, que podemos ver en uno de sus cuentos de su primer libro. Todo esto para decir que el tema central del libro, las relaciones padres e hijos, ha sido no sólo incluido como un tópico causal o accidental, sino que por el contrario ha sido largamente meditado y reflexionado por el autor, un tema que ha sido leído y asimilado, y ha sido profundizado y explorado en la construcción de tramas y personajes a lo largo de estos años. Un tema del que no se podrá ya evadir cuando se estudie o se comenté la obra de Ruvalcaba.
Padres sin hijos, brevísima reseña
El marco del libro es “Una visita familiar”, en el primer texto un hombre recoge a su pequeño hijo de la escuela, todo se hace en sigilo y con prisa. El padre quiere rehacer su vida y quiere hacerlo junto con su hijo. Con el paso de las páginas nos enteramos que el pequeño vive con la abuela y que el padre es prófugo porque es el asesino de su mujer, de la madre del niño. La imagen de los restos de la mujer entre tierra y cal en el patio de la casa y el hombre con una pala, es un vaivén en la mente del pequeño y en la del lector también.
El anterior es el texto inicial de Padres sin hijos. El volumen es una colección de ocho cuentos y, como su nombre lo dice, trata sobre las relaciones entre progenitores y su progenie. Si bien en libros anteriores Ruvalcaba había explorado la violencia que emana de la vida social, de los conflictos políticos e incluso de las relaciones de pareja, ahora el fenómeno se torna íntimo, nace del núcleo que en teoría debería ser la sede de la protección y el amor. Como era de esperarse las historias se tornan complejas en las relaciones entre los personajes, son ambivalentes y entre el amor y el odio se interponen un sinfín de sentimientos que conviven en la misma persona con resultados inquietantes.
El catálogo de las situaciones es el siguiente: un joven padre deja olvidado a su bebé en el auto mientras trabaja; un padre y su hijo adolescente comienzan en la carretera una persecución caracterizada por la adrenalina propia de la testosterona más estúpida; una mujer que ha decidido no tener hijos, suple su protección maternal con la preocupación por un colibrí en su oficina; una maraña de muertos familiares de tono y color rulfiano; el niño cuya primera experiencia con la muerte es un grupo de hombres que cuelgan de un árbol como frutos descompuestos; una pareja de jóvenes que espera un bebé y están comprando cosas de segunda mano para el hogar que apenas comienzan a formar, un cuento con el toque carveriano, consistente en que no pasa nada pero algo terrible está por pasar. El libro termina con una nueva vista familiar, veinte años después del intento de secuestro del hijo por parte del padre prófugo, la escena es la del hijo que visita a su padre en la cárcel.
Padres sin hijos, notas personales
“Visita familiar I”
Tres cosas quiero destacar de este primer cuento: lo primero que me llama la atención es el poeta que a veces emerge entre las frases del relato, pongo dos ejemplos: “Su voz es un cuchillo que parte el aire por encima de tu cabeza” y “Un buitre abre las alas en tu pecho”; la expresión poética siempre ha sido uno de los intereses evidentes de Hiram Ruvalcaba, pero nunca como ahora funcionan de manera tan integrada al texto. El segundo punto tiene que ver con la trama y en especial con la construcción del personaje: el sentimiento complejo que experimenta el niño, a la vez un rechazo rencoroso y una atracción cariñosa por el padre, está lejos de los estereotipos, algo difícil de lograr y que contribuye a la profundización de la búsqueda del texto. Finalmente, y cercano a lo anterior, llama la atención la perspectiva narrativa, aunque desde una atípica segunda persona, muy bien lograda desde la óptica del niño.
“Elefantes marinos”
Hiram va develando la tragedia con una calma que podría rozar en la desesperación, la desesperación es madre de la desesperanza. Con una paciencia de prestidigitador en cámara lenta, la tragedia se fermenta, crece como una espuma que bulle y de a poco comienza a derramarse como una catarata espesa, una trampa de la realidad que nos atrapa junto con los personajes de su cuento. La materia de su prosa es una composición exacta de acción, introspección y lenguaje preciso, oscilante entre la información más trivial y la revelación poética. Y el final con una sabia inminencia. Hiram sabe que lo no dicho es más elocuente que lo explícito. El cuento resulta tan eficiente que parte del día, de la semana, de mi vida cotidiana, me perseguirá el fantasma de Santiago y de Alma que rondan sobre el verdadero fantasma que es Mario, yaciendo seco en el asiento trasero de un Nissan sobreexpuesto al calor.
“Tiempo de calidad”
El título es una ironía, una bofetada a las buenas maneras de la educación parental. Padre e hijo se ven poseídos por una adrenalina irresponsable y suicida, como toda adrenalina cuando se adereza con fuertes dosis de testosterona. El final, como en los anteriores cuentos, es el instante previo, el texto no lo dice, pero uno imagina después de la última línea la imagen del auto volando en un desfiladero, la imagen de un Telma y Louis masculinos y emparentados, movidos por una causa fútil.
“La flor del aire”
Un colibrí atrapado en una oficina y el empeño en rescatarlo por parte de Sara quizás represente la maternidad que le ha sido vedada o que ella misma ha rechazado, el hombre que le ayuda es tan sólo un pretendiente desairado que cree encontrar otra oportunidad. El fracaso de la empresa deja un vació como el que deja un colibrí al morir. La historia de la mujer, la oculta, la que no se cuenta, es quizás lo más importante del cuento.
“La palabra de Dios”
Es un cuento de diferente factura, con ecos de Rulfo, de carácter más rural, con la genética de la violencia del campo y las pugnas de familia, de la muerte de los otros agobiando como un costal de años en la espalda. Una cadena de asesinatos familiares. Un texto de una impecable ejecución, que contiene algunas de las frases que podrían resumir el libro: “Ser padre es terrible”, “Porque un hijo es un hijo, Agustín. Y te duele igual si es un santo, o un hijo de la chingada” o “Ser padre es nomás otra forma del dolor”.
“Cómo mueren los pájaros”
Me atrevo resumir el cuento con una imagen: La muerte pendular, frutos muertos en la mirada inocente del niño, esos ahorcados en un árbol son la pérdida de la niñez, es el golpe que anuncia la realidad adulta. Leemos en el cuento: “Pero ya era tarde: el niño había visto la muerte y ya no podía dejar de verla.”
“¿Por qué no hablas con él?”
El título recuerda a Carver, los diálogos son carverianos, lo mismo pasa con el desarrollo y con la tensión en apariencia inexplicable. Parece ser un texto autobiográfico, muy personal, un minimalismo anecdótico que va más allá de la pareja que compra cosas usadas para su nueva casa, su nuevo hogar, en el texto todo está por suceder, el nuevo hogar, la paternidad, pero hay cosas que no sabemos que están por suceder y esas son las que más inquietan. Un homenaje a Raymond Carver.
“Visita familiar 2”
Este, junto con el primer cuento, le otorga un plus al libro, lo torna auténtico y propositivo en su estructura, el libro se abre y se cierra con la misma historia, que se prolonga veinte años más tarde, es la misma historia, pero son dos cuentos diferentes. Pero también, y especialmente, ambos textos crean un marco, que representa un territorio, un espacio de la ficción que da la pauta del texto y despide al lector con complicidad.
En conclusión
Es un verdadero aprieto tener que hablar de Padres sin hijos de Hiram Ruvalcaba, después de todo lo que se ha dicho de él desde el 17 de marzo que se presentó por primera vez. En esa ocasión Daniel Salines Basave dijo que los cuentos de Hiram son un trancazo, “una manera sublime de narrar el infierno” y, por si fuera poco, comparó sus cuentos con el riff de Ritchie Blackmore en Smoke on the Water, el clásico de Deep Purple. Ese mismo día Eduardo Antonio Parra, la máxima autoridad del cuento realista en nuestro país, aseveró y, además reafirmó, que Hiram Ruvalcaba es el mejor cuentista de su generación. Ante ese escenario lo único que debería hacer es correr a felicitar a Hiram y darle un abrazo antipandemia.
Sin embargo, sí quiero decir algunas cosas más: En la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Alejandro von Düben, dijo que Me negarás tres veces es el libro de Hiram que representa un antes y un después en la obra de Hiram, y esta vez disiento del casi infalible juicio del buen von Düben, para mí Padre sin hijos es hoy por hoy el libro en que mejores alcances ha logrado su autor. La calidad conseguida es la que siempre esperé de él, sabedor de sus cualidades y su potencial. Los cuentos de este volumen se han sacudido en gran medida la sensación de querer andar a la segura, son más naturales sin dejar de ser complejos y elaborados, los finales son precisos y le dejan al lector hacer una tarea personal, la poesía se ha integrado al servicio de sus textos y es utilizada con sabiduría y acierto. De la intensidad y la crítica a la violencia, de la penetración en el alma humana no tengo mucho que decir porque a mi juicio esas materias las domina desde hace tiempo. También es agradable encontrarse el homenaje que hace sus maestros literarios, Rulfo, Carver, Ford, y otros que seguro se me escapan, Hiram está tan seguro de su oficio que no teme revelar sus orígenes.
Nadie dudará de que Hiram Ruvalcaba es el mejor escritor que ha dado el Sur de Jalisco en el siglo XXI, yo no dudo que hasta hoy Padres sin Hijos es su mejor libro, y estoy seguro que vendrán otros que lo superarán.
ricardo.sigala@cusur.udg.mx