Un primer y segundo paso en una carrera larga
Año 17, número 259.
Radiohead es mi banda favorita. Tienen todo lo que me gusta de la música. Su disposición al llanto y a la pena sin dejar de lado lo maravilloso de la experiencia artística. Me conmueven y me rebasan. He escuchado toda su discografía, mínimo una vez, y aunque tengo mis amplios favoritos dentro de la misma, sucede que, en todos sus discos, tengo mínimo una canción que me destruye y me descompone para luego construirme como una nueva persona. Aun así, debo ser honesto, los dos álbumes de los que hablaré hoy, son los que menos me gustan. Sin embargo, al ser el primer y segundo paso de la carrera artística de la que considero como la banda de transición entre el siglo XX y el XXI por excelencia, debo y quiero hacer ciertas menciones de estas dos composiciones.
Pablo Honey es meloso. Su nombre lo dice, derrocha miel y es recalcitrante. Al escucharlo de punta a punta en más de un momento me dio la sensación de estar escuchando la misma canción una y otra vez. Los compases son simples. Los arreglos son muy similares entre pista y pista. Aunque tienen un brillo y un ataque espectacular, y su ejecución (en especial, según tengo entendido, en vivo) es colosal. No por nada tuvieron una gira tan larga y benéfica para la disquera. Demuestran el germen de la técnica agresiva y satinada de Jonny Greenwood. Lo formal y casi religioso de los arreglos de O’Brien. Y por supuesto el rango tan amplio y basto de los vocales de Yorke. Aunque en este punto sus letras eran más bien básicas, rayando en lo cursi y poco estructuradas. Quiero dejar claro que me permito decir todo esto del líder de Radiohead, pues lo comparo con un referente inmediato y justo, que es él mismo. Thom Yorke es uno de los mejores letristas del siglo. Con una conciencia del ritmo, una metáfora compleja y certera. Un sistema de auto y meta referencias que ya quisieran tener muchos poetas del siglo. Es por eso que al anteponer a Pablo Honey, incluso con las letras del álbum inmediato, The Bends, estas se ven ampliamente reducidas y superadas. Creo que no hay pena en ello, pues el mismo Yorke se ha esforzado por apartar un poco este álbum debut de lo que él considera su obra en un sentido más vasto de la palabra.
Ahora, habiendo dicho lo malo, Pablo Mieles es bueno. Mejor que muchos discos de bandas consagradas. Con una propuesta interesante y una congruencia de la que muchos que buscan el camino del músico carecen. La poética del artista dolido y que reclama de forma romántica y cursi al ser amado no fue inventada por ellos, y se seguirá haciendo hasta que el sol colapse. En este sentido, no reinventan la rueda, no aportan un sentido único al gran libro de la música, pero lo que hacen, lo hacen bien. Justificadamente, racionalmente y seamos honestos, con mejores propuestas que varios.
En cuanto a lo musical, Pablo H. es repetitivo, pero porque en su fórmula encontraron lo que hacían bien. Un ritmo pulcro y dinámico por parte de Selway que estructura de punta a punta las canciones y las articula de forma inteligente y con consecuencia. Un bajo estable y con rever justa de Colin. Es una muestra de cómo el bajo debe ser la columna vertebral de una banda. Buenos arreglos, y una cohesión armónica. Tiene sus riffs agresivos, que nos recuerdan a cierto Nirvana y que les valió su aporte a cierto grunge alternativo de finales de los 90’s que fue tan popular y tan hiper distribuido. Pero hoy en día es poco relevante, pues tuvo sus exponentes perfectos como Pearl Jam, Soundgarden o Alice in Chains. Siendo honestos, ellos lo hicieron mejor que Radiohead en este primer álbum. Pero, se propusieron alzar la mano, ponerse de pie, colgarse la guitarra y grabar un disco. Ese primer paso, es irrevocable y fue lo suficientemente exitoso como para permitirnos escuchar el primer giro de 180° con el segundo disco.
The Bends, vaya que es bueno. No es el mejor disco, pero se sostiene. En algún sentido es una proyección del potencial de cambio de la banda. Sus letras son mucho más locuaces. Sus guitarras encajan mejor. Sus propuestas estéticas están mucho más conseguidas y llevan al escucha a un terreno más complejo. Aún falta mucho para ser el Radiohead de Ok computer o del In rainbows (de los cuales hablaré algún día). Pero la semilla que había en P. H. brota en este disco. Sigue siendo meloso, y quizás innecesariamente melancólico. Tiene sus pistas mejores y peores. Siendo honesto su portada no me gusta. Y el tiempo ha dejado un poco de lado a este disco. Pero todavía en sus últimos años de gira se les escuchaba tocando “Fake plastic trees”.
Musicalmente es más sobrio. Más elaborado. Con una cohesión y complementación entre las guitarras eléctricas y acústicas. Los puentes en canciones como “(Nice dream)”, “Bulletproof…I wish I was” son elaborados y proponen. Me recuerdan a bandas que tienen algo que decir como Arctic Monkeys o Kings of Leon en sus primeros días. Sin duda influyeron en una época confusa para la música. La transición al siglo XXI llegaría irrevocablemente hasta Kid A, pero las bandas que dijeron: estos son los 2000´s, debieron escuchar The Bends hasta el hartazgo. Su relevancia es basta y quizás es un disco que envejeció mal, pero lo hizo lento, y dejando algo por decir a su paso. Estos dos discos, para mí los más pequeños de una banda enorme, son eufóricos. Llenos de vida. De efervescencia, y de una proyección necesaria para lo que sucedería después en el umbral del siglo veintiuno.
Debo ser honesto, no quería escribir sobre estos dos álbumes. Quizás por eso mi discurso en este artículo es obtuso y desperdigado. Quería desesperadamente decir algo. Algo que no fuera una apología o recriminación de “Creep”. Pero si me propongo hacer una revisión de toda la discografía de los cabezas de radio, tenía que escribir este artículo primero.
Creo que ya dije demasiadas cosas que no iban al caso, y he dejado claro mi mal sabor de boca al escribir estas palabras. Pero daré una conclusión más.
Radiohead es una de las bandas más profusas de la historia de la música. Los pongo a la par de Pink Floyd y de los Beatles. Sigo esperando otro disco (aunque mientras llega, The Smile es un buen paliativo), o un “By the basemant” del A moonshaped pool. Una gira que venga a México o algún sencillo aislado. Espero con ansias terminar este artículo, pues el siguiente será sobre uno de mis discos favoritos. Espero que en este momento se termine de reproducir “Street spirit” (pues suelo escuchar música cuando escribo). Porque estamos hablando de dos discos con tres décadas de antigüedad. Y todavía tenemos cosas que decir.
Tenemos que escuchar a Radiohead.
José Emmanuel Navarro