Año 16, Número 221.

Deberían los hombres buscar otra manera de engendrar a la prole sin sexo femenino, y así no sufriría mal alguno el varón

Eurípides de Salamina
Imagen: www.annamaríaonelli.com

Jazibe Michelle Almaraz Zamora

Al momento que entré a la carrera Letras Hispánicas, muchos maestros hacían mención a textos o poemas que fueron escritos en la Antigua Grecia, al mismo tiempo, sus actividades se basaban en hacer lecturas de dichos textos. Es en ese momento cuando me nace la curiosidad sobre cómo era vista la mujer y cómo las representaban en aquella época, ya que la mayoría de ellas, se encontraban a la sombra de una figura masculina, además de ser mostradas como seres débiles, cuya única utilidad era limitada a seguir los roles impuestos, y asociadas únicamente a las labores domésticas. Asimismo, el status que se le daba a la mujer era muy distinto al de los hombres y eran tratadas con inferioridad.

En la mayoría de los textos escritos en las épocas de la Antigua Grecia, la mujer no tiene protagonismo, siempre son las que se quedan en casa esperando a sus esposos, mientras tanto, ellos pelean en las guerras, navegan en el mar por años, pelean con cíclopes, etc. Pero cuando al fin la mujer puede protagonizar algo, se les muestra como seres sentimentales que no pueden controlar sus impulsos, tanto así, que llegan a atentar contra la vida de familiares o personas cercanas a ellas.

Esto es algo que se menciona en el artículo Algunas consideraciones entorno a la condición de la mujer realizado de Paula Santibáñez:

“En las primeras manifestaciones literarias encontramos que la mujer no se regiría por el logos, sino por el instinto, como hemos mencionado, lo cual conllevaría una debilidad moral que la incapacita para tener sentimientos duraderos, equilibrio y sentido de la medida, generándose en ella la ambigüedad como nota dominante. Por lo tanto, la mujer no sería digna de confianza, quedando relegada a las tareas domésticas, de reproducción y conservación del grupo familiar”.

Esta problemática es algo que se ve de manera constante en los textos antiguos; cómo a la mujer se les reduce a tener un papel pasivo ante la sociedad, pero activo en los interiores o situaciones familiares. No se les dan las mismas libertades que a un hombre de aquella época, cosa que deja en claro el concepto que se tenía sobre ellas.

Continuando con los autores más relevantes en la Grecia antigua, podemos darnos cuenta que gran parte de ellos percibían a la mujer como seres inferiores o débiles, en algunos casos inclusive se le podía llegar a poner en el mismo nivel de vulnerabilidad que a los niños. Un caso similar, es la manera en como la imagen femenina era utilizada de forma negativa, como Teogonía y Los trabajos y los días de Hesíodo, donde nos nuestra una visión misógina y despectiva hacía la mujer. El tema es tratado en el artículo Algunas consideraciones entorno a la condición de la mujer:

“Sócrates atribuye la inferioridad femenina a su propia naturaleza y a la falta de educación, siendo deber del marido proporcionársela; en el mismo sentido, Platón abunda en la referida subordinación al varón; Aristóteles, basándose en la pasividad de la mujer en la reproducción, justifica su sometimiento social y jurídico en que «el macho es más apto para el mando que la hembra» y, por consiguiente, es necesario que ésta sea tutelada”.

Los grandes autores de las épocas antiguas nos dejan ver cómo era el pensamiento que se manejaba en aquellos años y que se ha venido arrastrando a lo largo de la historia, dejando a los historiadores un gran material para la investigación.

En esta misma línea nos encontramos el artículo de Género y espacio doméstico en la Grecia clásica: reflexiones en torno a la (in)visibilidad femenina hecho por Carolina Jiménez Arteaga, donde también se habla de otro autor reconocido, cuyo pensar no es muy diferente a los anteriores:

“Hesíodo (c.700 a.C.) considera la creación de la mujer como un castigo de Zeus al hombre por el robo del fuego cometido por Prometeo, postura que no desentona frente a la advertencia con que el poeta beocio encabeza este apartado y en la que también insiste Semónides de Amorgos (ss. VII-VI a.C.)”.

En esta cita presenciamos lo mismo que en la anterior, una figura masculina que poseía un gran alcance e influencia, y cuyas opiniones seguían el mismo rumbo que cualquier otro pensamiento de hombre común de la época. Se nombra también a otro autor, no tan conocido los ya antes mencionados, es aquí donde nos preguntamos ¿Quién era Semónides de Amorgos? Semónides de Amorgos fue un poeta griego, considerado el creador de la sátira moral y filosófica. Su poema más conocido lleva por nombre Yambo de las mujeres; es una poesía yámbica griega y de época arcaica, pero también es una de las muchas pruebas acerca de la misoginia que existía en aquellos tiempos y las opiniones negativas que había hacía las mujeres. Este poema es señalado en el mismo artículo y la autora cita a María Fernanda Brasete:

“El texto cataloga diez tipos de mujer, ocho basados en modelos animales y dos en elementos de la naturaleza. Nueve de estos tipos son caracterizados negativamente y sólo uno es esperanzador y digno de elogio: las mujeres que velan por la prosperidad del oikos”.

Este tipo de visión choca de forma directa con la sociedad moderna, produciéndonos una gran incomodidad al leerlo; aun así, tener el conocimiento sobre la existencia de estos textos, nos permite comprender el origen y uso de estos tópicos sociales, es más, a día de hoy podemos encontrarnos con personas que poseen ideas muy parecidas a la de Semónides. Personalmente, al leer este poema en mi clase de textos griegos, recuerdo haber estado totalmente en contra del pensar de Semónides. Cabe destacar que mi posición sigue siendo la misma, pero el verlo nombrado en un artículo de esta índole, y bajo un título que da mucho de qué hablar, no me es de gran asombro, más bien, es algo que ya esperaba que pasara.

Para continuar, hablemos ahora sobre Eurípides y su obra Medea, la cual es uno de mis principales enfoques en este artículo.

Eurípides, nacido en Salamina en el 480 a.C. en una familia acomodada, fue un dramaturgo griego y uno de los tres grandes poetas trágicos de la antigüedad; autor de noventa obras de teatro y famoso por abordar preguntas incomodas e inquietar a su audiencia. En su obra Medea, de género trágico, se nos narra una historia llena de traición y venganza.

La historia toma lugar en Corintio, una antigua ciudad de Grecia. Medea es una mujer que vive con su esposo Jasón y sus hijos, sin embargo, un día llega a ella la noticia de que su esposo, por decisión del rey Creonte, desposará a su hija Creúsa, la princesa. Medea, cegada por los celos, decide tomar venganza jurando hacer sufrir a Jasón por el dolor que le estaba haciendo pasar.

La princesa Creúsa y el rey Creonte mueren debido al veneno que poseían los regalos que Medea les hizo llegar a través de sus hijos, pero, no conforme con sus acciones y sintiendo que su venganza no se encontraba completa, decide matar a sus hijos y después suicidarse.

En esta tragedia, se observa cómo el propio Eurípides utiliza esa imagen que le era dada a la mujer en las historias de aquellas épocas, la imagen de seres que se dejaban llevar por sus emociones, sin actuar por medio de la razón; también vemos de nuevo que los hombres poseían un diferente status que las mujeres, gozando así de muchos privilegios y oportunidades. Otra situación que se presenta es el cómo la mujer, en este caso Creúsa, es tomada como un objeto de intercambio y usada para crear una alianza.

En el artículo Mujer y cultura en el mundo griego antiguo de Carmen Barrigón, se expone un fragmento de Medea, en donde la misma protagonista hace una mención sobre el papel que les es dado a las mujeres:

“De todo lo que tiene vida y pensamiento, nosotras, las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y este es el peor de los males […] Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. Preferiría tres veces estar a pie firme con un escudo, que dar a luz una sola vez”.

En la cita anterior contemplamos que la misma Medea expone estas injusticias y limitaciones que la mujer debía vivir a lo largo de su vida, teniendo que tomar su único papel activo: ser señora de la casa y dedicar su vida a su esposo e hijos. De igual modo, es importante mencionar que las mujeres contaban con muy escasos derechos en las áreas sociales, dado que no tenían voz ni voto.

Para concluir, me gustaría comentar el gran cambio que se ha visto a lo largo de las épocas; la manera en la que las mujeres se han ido abriendo camino para llegar al punto en el que ahora nos encontramos y la forma en que adquirieron esas libertades y oportunidades de las que antes carecían, obteniendo el derecho a trabajar, decidir sobre su futuro y dejar de vivir tras una figura masculina.

A pesar de esto, es necesario destacar que la mujer siempre ha sido tomada como un ser pasivo e inferior, inclusive ahora, tal vez no de forma tan obvia como lo era antes, pero siguen existiendo acciones o comentarios en donde a las mujeres se les continúa relacionándoseles con la inferioridad que siempre se les ha sido atribuida, por ello, aún existe un gran camino que recorrer y mucha historia que cambiar.

 jazibe.almaraz3933@alumnos.udg.mx