Año 18, número 261.

Fotografia: Lizeth Pérez.

La muerte no tuvo infancia
Pensándolo como imperativo, ignoré en ella la interrogante.
Con ella he tenido muchos hijos, pero ninguno de ellos tuvo edades.
Fecundé en su vientre la idea de madre. El refugio fortuito, la entrega indeseable.
Es un cuerpo que no tiene extremidades. Cómo gesta -pregunto, cómo adquiere forma la
idea de dios padre.
Es en mi cuerpo -omnipresente- una infante, llora en el silencio, su abismo de verdades.
Omnisciente y explícito el pudor de su sangre. Hierve como un fuego.
Grita con clamor -su voz omnipotente- la desgracia. Nadie.
Una madre y un padre (actuación de diálogo). Un monólogo seccionado por partes:
Dios padre actúa el papel de familia. La entidad. ¿Y mi madre?
Me desnuda para violarme.
Veo en el fondo del pasillo mi imagen.
¿De dónde tanta muerte? -Pregunta la infante.
Es aquí en mi cuerpo madre, tengo como bala impregnada su sangre.

Andrea Díaz
gallegos.diazandrea@gmail.com