Año 15, Número 205.

Es fácil considerar a Urbina como un imprescindible dentro de la poesía modernista mexicana.

Imagen: www.jornada.com.mx

Cristina Meza Olivares

Para Enrique González Martínez (1914) la poesía lírica es el único género literario que da en México visibles muestras de un desarrollo vigoroso y una evolución orientada. Luis G. Urbina prolonga en la poesía mexicana la tradición romántica intimista. El éxito del autor posiblemente se deba a su conocimiento sobre los misterios de la tristeza y el anhelo inasequible, sin contar que su obra está marcada por la ascensión de la forma y la intención poética. Logró reducir su poesía a la emoción pura, mientras que dejó atrás especulaciones intelectuales para otros ejercicios que encuentra más oportunos, como es el caso de sus crónicas.

El autor, miembro de la generación del 15, fue un creador precoz. Si bien su primer libro se caracteriza, según González Martínez (1914), por una absoluta carencia de personalidad artística, fungió como un determinismo estético para las obras siguientes. Encontró un camino estable que lo acompañó hasta el final de su vida creadora. El poeta García Godoy dice que la poesía de Urbina está interesada en el ritmo, la música delicada y la sonoridad suave y armoniosa, como si se tratara de un soplo de sinceridad persistente en la nostalgia. La tristeza de Urbina no se manifiesta con exclamaciones ni gritos, sino en una resignación que poco a poco se vuelve melancolía.

Miguel Ángel Castro Medina (2012) comenta que la crítica general ha considerado a Urbina un poeta modernista que representa la persistencia de la nota romántica; por su parte, Alfonso Reyes (1960) considera que pertenece, junto a Salvador Díaz Mirón y Manuel José Othón, como uno de los poetas que tuvieron una evolución más personal dentro del modernismo. Sin embargo, él es el único que permanece en la línea romántica.

Roger Bartra (1986) observa en la literatura mexicana del siglo XX un particular interés por la melancolía para aproximarse al perfil de la cultura nacional, mismo que se ve reflejado en la obra de Urbina. Lámparas en agonía, libro cuya primera publicación se realizó en 1914, con claras influencias gauterianas, es un texto que divaga entre la tradición literaria y emocional del amor, la vida y la muerte. Sorprende por su unidad estética que deja ver ante el lector la madurez literaria del poeta, más otoñal y sabio, que sigue en búsqueda de la secreta correspondencia que existe entre el mundo exterior y los estados del alma del artista.

El carácter subjetivo de la poesía de Luis G. Urbina lo aleja de la poesía descriptiva; no obstante, al dedicarse a las impresiones del paisaje, es capaz de fundir la captación emocional con las sensaciones del exterior. A esto, González Martínez agrega que Lámparas en Agonía lleva al lector a una intimidad religiosa impregnada de una tristeza otoñal. El análisis de la literatura de Urbina presenta dificultades a propósito del estilo, debido al uso constante de las métricas tradicionales y el manejo de recursos innovadores para la época. En esta compilación, llamada por el mismo autor como un libro crepuscular,utiliza técnicas modernistas, sobre todo en elementos como la atmósfera, el exotismo y el toque cosmopolita, como puede verse en su poema “El ruiseñor cantaba”. No hay emocionalismo exaltado, pero sí un uso de lenguaje sencillo y preciso.

El título del libro remonta a lo que está por extinguirse, pero aun así brilla. Dividido en seis secciones, mantiene una voz poética tenue, como un único personaje que abraza su resignación, como en una casa en ruina, y aguarda el peor de los finales. Por momentos se muestra contemplativo, como en “Vieja lágrima”, otras veces con añoranza, como en “La felicidad”, pero siempre parece que Urbina escribe para sí mismo y está dispuesto a hacer pública su melancolía.  Los poemas oscilan entre dos tierras, México y España, no obstante, Luis G. Urbina no deja de lado los temas de su generación y evidencia su preocupación por la patria que lo vio nacer, de este modo dedica una elegía a Justo Sierra y se dispone a hablar de tópicos vigentes de la primera década del siglo XX como la guerra, los símbolos patrios, como un elogio y testimonio de su paso por territorio mexicano.

De este modo es fácil considerar a Urbina como un imprescindible dentro de la poesía modernista mexicana. Es necesario prestar atención a su manejo del lenguaje y constante experimentación creativa, misma que lo llevó a sobresalir en más de un género. Se está ante la presencia de un escritor consistente, cuyo romanticismo lleva a la ejecución como rebeldía hacia el triunfo del personalismo.

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