Año 17, Número 243.
Los Hermanos Karamázov, última novela escrita por Fiodor Dostoyevski en 1880, es un ejemplo de la concepción del mal según el autor
Martín Flores Luca
El mal es una preocupación central en la obra de Fiodor Dostoyevski, lo cual retoma en casi toda su obra; en ella se encuentran personajes muy bien definidos psicológicamente que, al verse en la disyuntiva de elegir el bien o el mal, se desvían por lo segundo. Las causas de esta elección propuestas por el escritor a lo largo de su producción literaria son muy variadas, y van desde la lujuria, el poder, el dinero, el desamor, la hipocresía, el orgullo, la vanidad o la dignidad mal entendida. Estas motivaciones son patentes en acciones que voluntaria o involuntariamente son generadas por las circunstancias de vida de cada personaje. En las obras de Dostoyevski el lector siempre se topará con personajes que se encuentran en la encrucijada de escoger hacer el bien o el mal entre el dominio de la inteligencia o del instinto. Y así lo afirma acertadamente María de los A. Chardón: “El hombre es esclavo de sus instintos, de ideas que bullen en el inconsciente y que de pronto le fuerzan a actuar de maneras no preconcebidas”.
Los Hermanos Karamázov, última novela escrita por Fiodor Dostoyevski en 1880, es un ejemplo de la concepción del mal según el autor; en esta narración se pueden encontrar varios matices de cómo se manifiesta la maldad en el ser humano. El tema central es provocador: el asesinato; el cual se torna más turbulento porque se trata de un parricidio, motivo que desencadena un cúmulo de reacciones de todos los personajes, quienes tienen una motivación personal para sentirse culpables o tomar partido por uno u otro de los sospechosos.
El escritor muestra en cada personaje de su narración la encarnación del mal y no hay nadie que se salve. Fiódor Pávlovich, padre de los hermanos Karamázov, es el mal en todo su esplendor. Un ser corrompido que dilapida la herencia de sus hijos; es egoísta, ya que abandona a sus descendientes para seguir una vida de vicio y desenfreno. En la novela quiere a la misma mujer que su hijo Dimitri, hecho que aparentemente es la causa del parricidio. Katerina Ivánovna es la prometida oficial del primer hijo Karamázov, aunque éste permite que Iván, su hermano, la corteje; es una mujer con un comportamiento muy inestable que transcurre entre la maldad y la ingenuidad. Grúshenka es la joven seductora, motivo de la discordia entre padre e hijo, es descarada y ruin, ya que juega con los sentimientos de sus enamorados hasta el punto de provocar sentimientos homicidas. Dimitri Karamázov es un personaje muy parecido a su padre; es apasionado y sus relaciones con las mujeres y el alcohol las lleva hasta el exceso, su obsesión por el amor de Grúshenka lo lleva a desear la muerte de su padre; después del asesinato éste carga con una gran culpa que lo constriñe a buscar la redención. Iván Karamázov es el inteligente de la familia, esta lucidez lo lleva a negar la existencia de dios. “¿Acaso la prueba de la existencia del diablo traerá aparejada la de Dios?”. Lo cual de manera indirecta es la causa del asesinato de su padre; sus debates internos lo llevan a la locura. Aliosha es el ejemplo de la pureza y la bondad; ama a sus hermanos a pesar de sus defectos, sin embargo, también en él se manifiesta el mal, ya que tiene una lucha interna por que se ve tentado por las dudas sobre su religiosidad y su fe. Smerdiakov es el hijo no reconocido de Fiódor Pávlovich y su asesino confeso, aunque reconoce que cometió el asesinato a expensas de una frase de Iván: “Dios no existe”, por lo tanto, todo está permitido. Así lo resume Méndez Anchía: “El gran arte de Dostoievski ha sido poner de manifiesto la agitación oculta que conmueve el subsuelo de la naturaleza humana”.
En la cuarta parte de la novela hay un libro dedicado enteramente a Iván y llama la atención el capítulo nueve en el que se narra su pesadilla. La salud del personaje es muy frágil en ese momento, por lo que no se sabe en realidad si Iván tuvo una pesadilla, una alucinación o fue víctima de los cargos de conciencia que venía arrastrando. “Puedo anticipar al menos que estaba en vísperas de sufrir un ataque cerebral”. De repente ve a un personaje elegantemente vestido, aunque fuera de moda, el cual es identificado como Lucifer; por la descripción que se hace de él, no es un ser todopoderoso, sino más bien un ser ordinario. En el transcurso de la narración se describen diálogos muy duros entre el Diablo e Iván, el cual trata siempre de descalificar a su visitante y varias veces le echa en cara que sólo es un producto de su imaginación sin existencia propia. Sin embargo, su acompañante lo exaspera porque le pone en evidencia sus dichos sobre la existencia de Dios, quien representa al bien, y el Diablo, quien representa al mal; Llegando a la conclusión de que posiblemente no existe el primero pero el segundo sí, ya que, si todo en el mundo fuera bondad, no ocurriría nada en la tierra porque la maldad es lo que mueve al universo humano. Al escuchar que tocan la puerta Iván es salvado de su propia alucinación que ya lo tenía exaltado y a punto del desvanecimiento.
En este capítulo Dostoyevski plantea varias ideas importantes. La contradicción sobre la existencia Dios-Diablo en la que posiblemente no exista el primero, pero el segundo sí. A lo largo de la novela el autor va mostrando situaciones en las que la maldad del hombre siempre se impone a la bondad, ya que a una acción producida por el mal se le antepone una respuesta igual o más villana y no un acto piadoso. Abraham Godínez Aldrete lo concreta así: “Sin la promesa de una vida eterna, el ser humano no tiene ninguna razón para actuar de acuerdo con el bien”. El Diablo, la conciencia de Iván, lo va llevando hacia la encrucijada de dudar de la existencia de Dios, pero por ningún motivo de presumir la no existencia del mal. ¿Es posible tal contradicción? ¿Será posible que entre los humanos sólo tenga cabida la maldad y no la bondad? La respuesta tiene sentido sólo si negamos la existencia de una parte de esta dicotomía, y en palabras de Iván, Dostoyevski nos muestra la solución: Dios no existe, por lo tanto todo está permitido; es decir, la bondad no existe, pero el mal sí, por eso el mundo está como está.
Para Iván, Dios no existe porque sólo ve maldades a su alrededor, incluso él con sus actitudes intelectuales tiene el germen del mal en sus pensamientos, por lo tanto, el Diablo sí existe y es el causante de las desgracias del hombre; es quien provoca que los actos humanos siempre transiten por el camino de la perversidad. Es quien guía a la humanidad hacia el pecado, ya sea de una manera voluntaria o involuntaria, porque Satanás mismo es un ángel caído producto de sus pecados, que son los de todo ser humano: el individualismo, la superioridad, el egoísmo tan natural en el hombre que lo lleva a conducirse de acuerdo con sus intereses. Este afán por el envilecimiento es mostrado por Dostoyevski a través de toda su narración en Los Hermanos Karamázov e incluso se encuentra en toda su obra. La historia de toda la familia es un recorrido por todo tipo de transgresiones desde las despreciables cometidas por Dimitri y su padre o las deshonestas reflejadas en Grúshenka o Katerina Ivánovna, terminando por las de mayor peligro y acaso las más canallas, las que se hacen pasar por virtudes como la falsa humildad, el orgullo vano o la hipocresía en todas sus vertientes, que se evidencian en Iván, Aliosha e incluso en el padre Zosima. Nadie escapa al influjo de la iniquidad representada por el Diablo.
El Demonio es descrito en la narración como un ser ordinario sin ningún poder y más bien como un vividor, como un aristócrata venido a menos es decir “un pobre Diablo”. Satán es visto como un ente necesario en quien descargar las culpas; es el representante del mal, el que induce a los humanos por el camino de la inmoralidad; sin embargo, a lo largo del capítulo “La pesadilla de Iván”, la discusión entre ambos va llevando a la conclusión de que Lucifer tampoco existe, es la conciencia del hombre el receptáculo de la maldad; su origen, el germen de todas las perversidades que suceden en el mundo, sean grandes o insignificantes, deliberadas o inconscientes. Iván, al ver todas las injusticias que ocurren a su alrededor, acusa a Dios de permitir el sufrimiento de inocentes, y como esta conclusión es imposible decreta la inexistencia de un ser divino. En su pesadilla, la discusión con el visitante lo va orillando a concluir que Satanás tampoco existe; es solo un pretexto de la conciencia para escapar de la realidad y de las consecuencias de sus actos. Iván enfrenta una situación muy cruda y devastadora: la maldad radica en su conciencia y no en un ente suprahumano, por lo tanto, él debe sufrir las consecuencias, es decir, la culpabilidad indirecta del asesinato de su padre. Aceptar su condición lo lleva a la locura.
En su pesadilla Iván desafía al diablo y en su desesperación le echa en cara que no tiene existencia propia, es una fantasía creada en su mente atiborrada de sentimientos de culpabilidad. La maldad representada en el ángel caído es sólo una estratagema humana para no cargar con la culpa y el remordimiento, es más llevadero culpar a otro de los actos inicuos que se cometen a diario. La humanidad no se atreve a reconocer abiertamente la no existencia de un padre creador, pero lo que realmente le carcome la conciencia es cuestionar la existencia del maligno, ya que al negar la existencia del mal en un ser fuera de la realidad humana lo llevaría a hacerse cargo de sus actos, a llevar sobre sus hombros el peso del bien y el mal. Es más sencillo tener un ente sobrenatural a quien culpar por toda la miseria humana, eso hace llevadera la vida. Negar la dualidad Dios-Diablo llevará al hombre a enfrentar una realidad nueva en la que desaparece la aspiración a una vida más allá de la muerte; hará que la humanidad enfrente la vida como algo finito, con caducidad y que por lo tanto la vida se vive aquí y en cada momento. No hay premio ni castigo por llevar una vida honrada o deshonesta. Sin embargo, ante este planteamiento la humanidad tiene mayor miedo por el castigo que un deseo genuino por ganar la gloria eterna. Así lo manifiesta con esta idea Tomás Baviera: “Dostoievski no buscaba la reforma ideal de la sociedad ni la denuncia de los abusos de los poderosos. Pretendía algo más revolucionario y, desde luego, más doloroso: diagnosticar enfermedades morales”.
En la parte culminante de su obra Los hermanos Karamazov, el narrador enfrenta la realidad: tiene una gran inseguridad sobre la existencia de Dios, pero la certeza de que el mal sí existe y está encarnado en el hombre. Toda la maldad de que es capaz la humanidad radica en el alma humana; en sus acciones que son consecuencia de los intereses personales de cada individuo. El escritor teme reconocer esta verdad innegable, por ello busca una luz en la oscuridad del alma humana, explora para encontrar una justificación que sirva como esperanza ante tanta inmundicia. Entonces se presenta la redención de Dimitri, el arrepentimiento y la aceptación de un castigo que no merece porque no es el asesino de su padre, pero que le sirve para exculpar todas las maldades en que ha incurrido durante su vida. Si se profundiza en el significado del arrepentimiento de Dimitri, se encontrará que esa acción es muy común entre los seres humanos; se pueden cometer los actos más repugnantes que se puedan imaginar, pero siempre se tiene la esperanza de la salvación mediante la contrición, sea esta genuina o hipócrita; lo esencial es tener ese asidero como única esperanza para no sufrir un posible castigo eterno. Así lo resume Lorenzo Zolezzi: “El dolor purifica y es como un remedio para la elevación espiritual del individuo”. El hombre no aspira a salvar su alma y llegar al paraíso, sino a tener una última oportunidad de eludir el castigo a causa de los pecados cometidos. Todo humano en su vida o en algún momento de ésta es un personaje de Dostoyevski porque en ellos se refleja la condición humana: tal parece que el hombre es egoísta por naturaleza y social por necesidad.
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