Año 14, número 173.
El tecalitlense es mayormente conocido por su destacada participación en la literatura y la promoción de ésta en el Sur de Jalisco
Ricardo Sigala
“Nací en Tecalitlán, Jalisco, frente a la iglesia de Santa Gertrudis, el 29 de enero de 1921”, escribió Félix Torres Milanés en Los días que fueron míos, el libro autobiográfico que terminó de escribir el invierno de 1984. En el inicio del mismo habla de su afición por las biografías, y de cómo por medio de ellas se benefició de los grandes personajes de la humanidad. También se ubica, entre los hombres, en el grupo de “los anónimos, (…) sin nombre a los cuales dulcemente pertenezco”. Esta breve nota quiere contradecirlo, pues el autor, a lo largo de sesenta y seis años de vida, se hizo de un nombre, que a cien años de su natalicio sigue siendo materia de interés en nuestra región.
Fue el sexto hijo de Félix Torres Rosales y Elvira Milanés Macías, al poco tiempo, ya huérfano, emigró a Guadalajara para hacer estudios básicos. En 1940 trabajó en el ayuntamiento de Jilotlán de los Dolores, y un año más tarde hizo lo propio en el de Zapotiltic. Félix Torres Milanés apenas había cumplido veinte años y comenzaba una prometedora carrera en la administración pública, pero en realidad iba a ser recordado más por su trabajo en la cultura, en particular en las letras.
La década de los cuarenta fue fundamental para su encuentro con la literatura. Algunas fuentes informan que publicó su primer poema en el semanario El vigía de Ciudad Guzmán, en 1941. Dos circunstancias resultaron relevantes en su formación, primero su estancia en el Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande, y después el acercamiento y amistad con protagonistas de la cultura local como Juan José Arreola y Alfredo Velasco Cisneros, con quienes fundó el Grupo Cultural Alquitrabe. Como poeta fue un protagonista en los Juegos Florales de Zapotlán el Grande, sus poemas “A la raza vencida” y “Poema de la esposa y el tiempo” tuvieron papeles destacados en las ediciones de 1943 y 1951. Su máximo logro como poeta, sin lugar a dudas ocurre en 1953, cuando obtiene el Premio Jalisco por su libro de poemas titulado Sin ventanas.
Los años cincuenta vieron una importante diversificación en las actividades de Félix Torres Milanés. En la gestión y la promoción de la cultura tiene colaboraciones con el Seminario de Cultura Mexicana, del que fue nombrado Secretario de la Corresponsalía del sur de Jalisco; en 1956, junto a un grupo de personalidades, fundó la Escuela Preparatoria en Ciudad Guzmán, en la que se desempeñó dando clases de literatura. En esta época incrementó su actividad periodística; por una parte, estudió fotografía de prensa en Kodak Mexicana, por otra, sus participaciones se extendieron más allá del sur de Jalisco, al ser nombrado corresponsal para el periódico El Informador de Guadalajara. En 1961 fundó y dirigió en Ciudad Guzmán el semanario El noticiero, y dos años más tarde fue colaborador de El Universal de la Ciudad de México.
Los años sesenta es la década en que Torres Milanés explora la narrativa, escribe los relatos “El pozo”, “Natividad López” y “La biografía de un mendigo”, este último fue adaptado al teatro por Ernesto Neaves Uribe, y su montaje con la compañía del teatro del IMSS realizó giras estatales y nacionales, de las que regresó con distintos premios.
Después llegaron los reconocimientos: En 1968 recibió la Medalla de Oro que otorgaba el Grupo Cultural José Clemente Orozco y en 1970 el Premio Francisco Rojas González por la totalidad de su obra, otorgado por el Ayuntamiento de Guadalajara. En 1984 publicó Los días que fueron míos, un libro de memorias que fue reeditado en 1998.
Como un homenaje y reconocimiento, el Ayuntamiento de Tecalitlán ha instruido que este año toda la papelería oficial incluya la leyenda “2021, Centenario del natalicio del periodista, escritor y poeta tecalitlense J. Félix Torres Milanés”. También se ha dicho que se trabaja con la reedición de algunos de sus libros.
Una tarde de mediados de 1986, Juan José Arreola visitó el hospital San Vicente de Ciudad Guzmán, ahí se encontraba internado un amigo, se encontró luego con Vicente Preciado Zacarías, quien dejó registradas las siguientes palabras del maestro: “Félix Torres Milanés es una carne purificada por el dolor, ya es puro espíritu, al besar su frente, besé una hostia”. Félix Torres Milanés murió el 27 de marzo de 1987 en Ciudad Guzmán.
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