Año 18, número 262.

Fotografia: Fernanda Velazquez.

Hace aproximadamente 12 000 años, durante el Neolítico, el surgimiento de la agricultura revolucionó la historia; transformando el modo de vida y la supervivencia humana por completo. A nivel mundial, el sector agrícola emplea alrededor de 874 millones de trabajadores, más que cualquier otra industria. El trabajo de la población agrícola es la red universal y esencial para la sustentabilidad humana, es decir, desempeñan el papel más vital.

En otro orden de ideas, en la actualidad se debe considerar como uno de los más degradantes, demandantes, desmedidos y desmesurados a los derechos humanos. Los mercados de trabajo de las actividades agrícolas se conforman característicamente con población migrante: mujeres, hombres, jóvenes y niños que históricamente han sido objeto de discriminación, racismo, desigualdad y explotación.

El modelo comparativo de trabajo entre países y regiones evidencia fuertes carencias estructurales de corte neoliberal y ha provocado que los flujos migratorios se encuentren diversificados, esto para satisfacer la demanda de trabajo de las zonas agrícolas altamente tecnificadas o capitalizadas de cada país. A consecuencia de esto, los principales benefactores son empresas transnacionales mientras que se ha agudizado la pobreza en la mayor parte de la población migratoria . Los países absorben el déficit económico que se genera mayormente en sectores desfavorecidos: desde la falta de vivienda digna, acceso a servicios públicos, educación, capacitación para el trabajo hasta empleos bien remunerados. Estas brechas desiguales han sido el recurso de reserva para el capital y acumulación, a cambio de la fuerza de trabajo.

El objetivo de este documento es ofrecer un panorama global sobre las estructuras de la situación en términos precisos, comprender cuáles son las condiciones de los jornaleros migrantes de trabajo agrícola. Teniendo en cuenta que, su situación migratoria puede ser muy diversa: asentados, circulares, documentados, indocumentados, contratados por intermediarios, por programas de trabajadores o por visas de trabajo. Este estudio se realizó documentándose en bibliografía especializada y en la búsqueda de datos recientes.

Contexto Internacional

En 2021, la Red de las Naciones Unidas sobre la Migración, detalló que hay 281 millones de migrantes internacionales en todo el mundo, de los cuales 169 millones son trabajadores migrantes. En 2022, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha estimado de los 169 millones el número de trabajadores migrantes internacionales, que 12 millones trabajan en la agricultura. Aunque estas cifras muestran a los trabajadores migrantes que se encuentran en situación irregular, representan aproximadamente el 1.5% en la industria internacional, existiendo una gran dificultad para obtener una radiografía de la situación real. La OIT, revela un cálculo en que el 61.2% de la mano de obra agrícola de la Unión Europea tendría un empleo informal.

El fenómeno de los jornaleros agrícolas migrantes emerge desde los grandes conflictos bélicos de la historia mundial, que ha generado cambios en las políticas internas, formas contractuales económicas, hasta las transiciones en la agricultura. A través de una investigación sobre los marcos regulatorios de empleo temporal, se encontraron paralelismos contenidos en los países destino, por mencionar los que tienen mayor flujo migratorio, los anglosajones, Estados Unidos y Canadá. En Europa, principalmente en Dinamarca, España, Francia, Italia y Países Bajos, que emplean a trabajadores migrantes principalmente de México, Brasil, Guatemala, El Salvador, Honduras, Colombia, Tailandia, Filipinas, Haití, Marruecos y Túnez. Esta disidencia entre países desarrollados y subdesarrollados redundan conceptos como racismo, marginación, hacinamiento, explotación laboral, utilitarismo migratorio, mecanismos de control paternalistas, donde imperan condiciones y tratos arcaicos con remuneraciones atípicas.

Los países capitalistas han tenido un creciente desarrollo económico mediante la coyuntura político-económica neoliberal, derivada de la mano de obra barata y flexible proporcionada por los migrantes, en particular por los temporales. Los países emergentes que obtienen beneficios por las contribuciones vía remesas legitiman la dominación como forma de control lucrativa través de un conjunto de políticas colonialistas que promueven la ilegalidad migratoria y la violación de derechos laborales fundamentales. Las estructuras internacionales se sustentan en posturas normativas raciales, narrativas de supremacía y superioridad, anulando sus derechos y multiplica obligaciones con narrativas centradas en que son trabajadores migrantes temporales, abanderando un régimen que fomenta una situación abusiva de contención y generan exclusión social.

Los programas internacionales temporales para trabajadores agrícolas han involucionado; las condiciones cada vez más precarias, hostiles, inseguras, plagadas de incertidumbres e inestables condiciones que imposibilitan el buen manejo de los programas a los migrantes. A consecuencia de esto, los conducen a abandonar los programas y a optar por otros estatus no regulados que se ven inmersos en una situación de extrema vulnerabilidad. Estos métodos de administración y vigilancia del personal y los procesos de producción son descritos por los trabajadores como autoritarios, controladores e inflexibles.

A pesar de haber legislaciones vigentes en las que se regulan las condiciones generales de trabajo que se ofrecen, se opera a dispensas de los empleadores, en clandestinidad y se valen de la desinteresada y deficiente inspección, mientras que persiste el temor a ser deportados. No obstante, dichas enclaves tienen en común la creación de mercados de trabajo precarios y despreciados por la población local por las malas condiciones que ofrecen en términos de salarios.

Estos montos económicos no se equiparán con los mínimos establecidos en la región y la mayoría de contratos no rebasan dieciocho meses; horarios de doce a quince horas promedio; jornadas laborales sin días de descanso que imponen horas extras (muchas veces sin remuneraciones) y sin prestaciones sociales. Además, se añaden las pésimas condiciones en las que se tiene que vivir y laborar al interior de invernaderos, soportando climas extremos, herramientas e implementos agrícolas requeridos, un seguro de compensación por los costos médicos, deficiente o nulo transporte, exposición ante agroquímicos y a otros riesgos en el trabajo.

Contexto Nacional

Barron y Ortiz (2022), haciendo referencias de autores Velasco, Zlolniski y Laure (2014:35) mencionan que las investigaciones de Barrón (1999), Lara (2010), Grammont (2009, 2010) y Lara (2010) sobre migraciones de jornaleros en México coinciden con la reestructuración productiva en el sector agrícola y eventos nacionales como las crisis económicas que tuvieron lugar en los años 80 y 90 junto a los tratados comerciales (GATT, TLCAN), influyeron significativamente en la movilidad de los jornaleros y redirigirlos a flujos migratorios rurales que antes se dirigían a ciudades y zonas agrícolas del noroeste.

En México, la movilidad humana está firmemente arraigada en la transformación estructural de las zonas rurales, para huir de la pobreza, la inseguridad alimentaria, la ausencia de servicios básicos, los efectos del cambio climático y la degradación ambiental, o bien para buscar mejores oportunidades de trabajo. Estos desplazamientos son regulados por la oferta y demanda de trabajo, que es el principal mecanismo regulador de la movilidad de millones de campesinos e indígenas que se desplazan temporalmente o de manera definitiva en busca de fuentes de empleo y mejores condiciones de vida dentro del territorio nacional.

El nivel de desarrollo agrícola en México no es el mismo en todo el país, sin embargo, se puede fragmentar territorialmente. La región norte y noroeste por su clima y relieve han sido propicios para la explotación agrícola, predominando los estados de Sinaloa, Sonora, Baja California y Baja California Sur. En el sur y suroeste del país cuentan con condiciones menos favorables: Chiapas, Guerrero, Yucatán, Puebla, Oaxaca y Veracruz. También se encuentran las tasas con mayor pobreza, marginación y falta de acceso a servicios públicos de las entidades federativas Ejee norte del país es el dominante sobre el eje sur en términos de movilidad, producción, oferta y demanda en la agricultura. Las asimetrías que caracterizan al mercado de trabajo agrícola se incrustan en mecanismos de dominación y explotación que han dado como resultado una permanente desigualdad económica y social que lleva a la pobreza extrema.

Contexto Local

La agricultura del sur de Jalisco se ha destinado a mercados nacionales e internacionales desde por lo menos 140 años. Actualmente, los cultivos principales de producción son los aguacates y los berries, tomando en cuenta que se habla de una región localizada al sur del país a pesar de que no se ofrecen importantes oportunidades para atraer jornaleros de otros orígenes. Sin embargo, estos trabajos ofrecen mejores ingresos o similares a empleos de la misma comunidad.

Con base en las métricas que utiliza el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y Jornamez, un proyecto que investiga las condiciones laborales y de vida de los jornaleros agrícolas mexicanos y un estudio realizado en 2020, detalla que entre 2010 y 2015, el porcentaje total de personas en pobreza en Ciudad Guzmán no cambió. Sin embargo, la pobreza extrema se redujo a la mitad de la población con una privación social disminuyó un 10%, y aquellos con tres privaciones sociales disminuyeron un 40%. La disminución total de la población en Gómez Farías durante los últimos cinco años implica que el número absoluto de personas en pobreza también ha disminuido, así como las personas en pobreza extrema en un 40%.

En suma, los niveles generales de pobreza no han disminuido, pero la pobreza extrema y la falta de acceso a alimentos sí lo hicieron de manera sustancial. Un corolario de esto es que la desigualdad salarial también ha disminuido. El tipo de agricultura de exportación que se ha expandido rápidamente en la región del valle de Ciudad Guzmán parece ser la responsable de la disminución de la pobreza extrema de la región, absorbiendo la escasez de empleos que permea en la región.

En conclusión…

La totalidad de diversos estudios revisados coincide, las violaciones y abusos que se cometen en contra de la población jornalera agrícolas migrantes, persiste de manera permanente múltiple y simultánea. Las relaciones de dominación han distorsionado la naturaleza de este empleo, que les impide el desarrollo más elemental y se convierte en una extensión de la misma pobreza para garantizar la fuerza de trabajo a su provecho.

Los jornaleros agrícolas migrantes (hombres, mujeres, niñas y niños) sufren la exclusión en todas sus diferentes formas de expresión (política, económica y sociocultural), sin que existan instancias jurídicas eficaces que les ayuden a defender sus derechos como seres humanos, como ciudadanos, como trabajadores, y como migrantes. La situación representa una doble problemática estructural; una herencia adquirida por el hecho de ser pobres, indígenas o migrantes, ante un mercado implacable que no hace más que reproducir en forma circular la pobreza. El rasgo más característico para describir globalmente el fenómeno es con la expresión de un jornalero indígena de la sierra de Guerrero: “migrar o morir”.

Mtra. Luz Elena Corona Loya y Mtro. Víctor Genaro Ríos Rodríguez.